Y ellos me preguntan por qué ya no me río, ¿por qué la lírica ha escapado de mi voz? ¿Por qué ya no sonrío y ahogo en un suspiro su nombre, señor mío...? ¿Por qué vivo en la penumbra desde que me abandonó?
Pues sepa usted que mi risa se la llevó consigo, que toda la dulzura se le escapó a esta voz. Que ya no lloro, ni su nombre al viento grito, porque sencillamente mi corazón ha muerto, y hablar de usted no puedo, la voz me abandonó.
Usted prometió tanto, y tanto no ha cumplido. Que Dios perdone un día, lo que en aquel diciembre, ante el altar sagrado usted me prometía, con la cruz como testigo: «Mi amor, mi vida, todo. Todo te pertenece». Pues nada era cierto, Se nubló mi cielo entero, aquel ingrato día, en el que me dejó.
Y no es que lo odie tanto, ni tanto es que lo añore, sino es que la costumbre, a usted se le hizo tedio; mientras que a mí me parecía, vivir en el ensueño, de que en nuestra casita, seríamos siempre felices, que nada faltaría.
¡Ay esa costumbre que para mi fue dicha, para usted fue losa, difícil de llevar! ¡Qué grande ha sido mi pesar desde ese entonces, que ya no duermo, ya no río solo salto en desvaríos!
Y en este duermevela, volver a verlo quisiera. Le amo y le odio tanto, le sueño a cada rato, y despierto en la penumbra, de mi corazón herido.
¡Vuelva, le pido, vuelva! ¡Alumbre nuevamente la luz de mis mañanas! ¡Ahuyente de mis noches, estas pesadillas!
¡O simplemente vuelva y ponga fin a mis días! Que si no esta conmigo, ¿pa' qué quiero vivir? Mejor llévese todo, si ya me hirió de muerte... ¡Regrese a mi regrese y acabe con mi vida!
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