Capítulo 5

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Cuatro años antes

Ceremonia de coronación del Montero Celestial

Durante los primeros diez segundos no pude sentir nada. El silencio fue tan denso e incómodo, que me retraje dentro de mí misma en un intento desesperado de protegerme. Pero entonces el caos se desató. Los gritos, reclamos y dudas volaron por toda la sala y el estómago se me revolvió.

Y entonces mi padre alzó la voz y todos callaron. Lo vi acercarse hacia nosotros con la ira pintada en el rostro.

—¿Qué hiciste Miranda? —rugió enfadado—. Explica esto ya.

Mi tía, la madre de Siena, se enjuagó las lágrimas y miró a mi padre suplicante, su rostro era una máscara de sufrimiento. Abrió la boca en un intento por hablar, pero solo balbuceó algo inentendible.

—Dijiste que tu hija no nació en luna de sangre.

—¡Y no lo hizo! —mi tía chilló—. Fue un día antes, ella nació en el hospital, no como Viviana que pudo morir por tu negligencia.

Por el maldito infierno si es que existía. Estaba vestida como toda una protagonista de cuento de hadas, con el peinado más hermoso del mundo lista para ser coronada y resultó que todo había sido una farsa. La impotencia y la vergüenza se adueñaron de mí, sentí el calor en mi rostro y solo quise desaparecer.

—Nos mentiste —siseó mi padre—. Eres mi familia, mi sangre y me mentiste en la cara.

—Pudo haber un error, pero ella nació antes de las doce de la noche, unos minutos antes.

Los murmullos se alzaron, hice todo lo posible por no entender nada de lo que decían, no soportaría las habladurías.

—Mi hija se entrenó años para esto —mi madre apareció de improviso, casi tan furiosa como mi padre—. Sacrificó mucho, dio todo de sí e incluso más. Ella merece el título.

Mi tía soltó una carcajada amarga, las lágrimas surcando su rostro.

—¿Crees que yo quiero esto para mi hija? —gruñó—. Este mundo es de sangre y muerte, por eso la aparté —alzó la voz y miró a todos, como retándolos— ¿Quieres tu título? ¡Quédatelo! Nosotros lo repudiamos.

Por un instante fui tan ingenua como para creer que con esas simples palabras todo se arreglaría y me nombrarían Montero Celestial. Después de todo, mi madre tenía razón, me esmeré por muchos años. Mi prima Siena ni siquiera había matado a un místico, no había visto de cerca la muerte, no conocía de nada la historia. Era totalmente ajena, por muy elegida que fuera, no podía liderar algo que no conocía.

Pero después de semejante golpe del destino, debí imaginar que no sería tan fácil. La líder montero habló y con eso terminaron de quebrarme.

—El cáliz la eligió, las escrituras han hablado —pronunció cada palabra con seguridad e imponencia—. Siena Rosales Munguía, nacida de entre sangre y dolor, bajo la luz de una luna de sangre, eres tú quien nos dirigirá en la guerra por el día eterno —no podía ser posible, debía ser una broma de mal gusto, o mejor aún, una simple pesadilla—. Los antepasados te eligieron, tu destino se selló desde tu nacimiento, el día de hoy, en tu vigésimo cumpleaños, tomarás posesión de tu puesto como Montera Celestial y te convertirás en nuestra líder.

Escuchar que le dirigía las mismas palabras que a mí hace pocos minutos antes fue una estocada en el estómago, fue un desgarre en mis entrañas y un golpe que me cortó el aire. Eso no podía ser.

Por un momento Siena dudó, no sabía si era posible rechazar el puesto, si era tan sencillo como rechazar una aceptación en la universidad o un puesto de trabajo, pero la expresión de mi prima parecía indicar que iba a claudicar, sin embargo, al último minuto, alzó el cáliz y bebió el resto del líquido. Cuando terminó, una minúscula gota de sangre colgó de su comisura, ella la atrapó y la saboreó como si fuera lo más delicioso del mundo.

Sinfonía de luna sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora