Leon

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Soren cayó rendido mientras le aplicaba un calmante en los moratones. Era una receta casera con aloe vera, de modo que tanto su olor como su efecto resultaban refrescantes.

Le quité los grilletes de las muñecas, donde también apliqué una pizca de bálsamo y le di un masaje para descontracturar las articulaciones. Dormido como estaba, el joven mostraba una expresión pacífica y relajada mientras descansaba. Admiré las suaves y pálidas facciones de su rostro que tanto contrastaban con su larguísimo pelo desparramado sobre las almohadas; era negro como el ala de un cuervo, fino y liso como la seda. Lo arropé con la sábana de satén rojo, le dediqué una dulce caricia con mis nudillos sobre su mejilla izquierda y me levanté de la cama. Siguió durmiendo cuando salí de la habitación.

La puerta de esta daba a un largo y estrecho pasillo cubierto con papel pintado de estampado vintage en granate y negro. Tuve que inclinar la cabeza varias veces para esquivar los farolillos que iluminaban trémulamente el pasillo, ya que mi altura y mi complexión no se ajustaban en absoluto con su estrechez. Llegué al final del recorrido para abrir la puerta decorada con el letrero de «solo personal autorizado» que custodiaba un baño adornado al estilo vintage. Entre dos sillas acolchadas y tapizadas de cuero había un espejo de cuerpo entero anclado a la pared. También había un largo perchero y varias baldas con cestas asignadas en las que cada uno dejaba sus efectos personales.

Tras vestirme con mis viejos vaqueros y una camiseta ancha con el logotipo de un viejo grupo metalero, salí para volver a recorrer el mismo pasillo en dirección opuesta, esquivando de nuevo los faroles, y llegué a la amplitud del local.

El In Chains tenía dos plantas. Yo me encontraba en la superior, en un rellano con mesitas y sofás de terciopelo negro plagados de cojines y almohadas que hacía las veces de terraza. Si me asomaba a la reja de hierro forjado, podía ver la parte del bar desde arriba, excepto los baños del personal y el ropero, que estaban situados justo debajo de la balaustrada.

Me encaminé hacia la escalera de hierro forjado que bajaba recorriendo la pared del bar, que tenía el mismo papel vintage y estaba salpicada con espejos enmarcados en madera negra con formas a juego con el estampado de las paredes. También había más farolillos como los del pasillo, aunque la función de estos no era iluminar, sino hacer bonito con bombillas que fingían ser velas.

Llegué a la barra, que se encontraba vacía como el resto del local. Antes de hacer nada, me paré para mover el ratón del ordenador portátil que usábamos para poner música y controlar las pantallas de televisión que colgaban de las dos columnas que había detrás de los taburetes. El salvapantallas de turno desapareció y en la barra de inicio busqué la hora.

Las ocho y media de la mañana. Con razón no había ni un alma en el local.

Desvié la mirada fugazmente hacia las enormes claraboyas del techo, que eran las que en ese momento arrojaban luz sobre la pista de baile a parte de los focos halógenos que colgaban de las estructuras de hierro que surcaban el techo en forma de arcos. Vislumbré un amanecer plomizo, aunque el sol ya clareaba las nubes que ocultaban el cielo sobre la ciudad.

Me colé por la entrada de los camareros y accedí a la parte de atrás con intención de servirme un café, agradeciendo en el alma que Luria me hubiera enseñado a manejar la máquina. Corto de café, largo de leche y con dos terrones.

Apenas di el primer sorbo cuando escuché el sonido de los cerrojos de la puerta principal abrirse con un familiar chasquido metálico. Justo entonces hizo acto de presencia una mujer alta que calzaba unos impresionantes tacones negros que la hacían aún más alta. Era esbelta, de pelo largo, negro y liso, cortado en una línea recta tan perfecta que parecía que se la hubieran hecho con regla. Bajo el flequillo igualmente recortado lucía unas gafas cuadradas y elegantes. Hacían juego con el ajustado vestido gris ejecutivo bajo el que destacaban sus largas piernas.

In Chains: Encadenados (RESUBIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora