Capítulo 19. Bendito sea el misterio del amor. (1).

59 51 6
                                    


Siete años después.

Londres, la ciudad brillaba con todas las luces de las tiendas y edificios, la víspera de navidad había llegado. Matthew caminaba cerca de Big Ben con su hija pequeña Rose. Se había casado y como producto de ello obtuvo a una linda niña. Se despidió de ser modelo y continuo con el trabajo de contador público, cuidaba de su esposa e hija. Una vida normal, nada especial.

O eso quería creerlo todos los días. No fue una linda vida como esperaban sus padres y el mismo.

Rose corrió hacia un cartel de publicidad, Matt fue de tras de ella. Los niños suelen lastimarse decía su madre. Como pudo la tomo y la cargó, Rose hizo un puchero mientras se sostenía de su padre.

—¿Por qué corriste así de repente? —cuestiono.

—Por él —contesto señalando el cartel.

Matthew echó un vistazo por primera vez al cartel. Allí estaba una gran fotografía Smeraldo y el modelo con una enorme sonrisa. Jesse se veía delicado como siempre.

Había pasado tanto tiempo que aún podía recordar cuando estaba tras cámaras y fuera de escenarios. El brillo de sus ojos hacía que él se diera cuenta de que amaba lo que hacía.

Sin embargo, de tras de esas luces, cámaras, fotografías, se encontraba alguien aterrado y solitario. Cerro por un momento los ojos, y podía imaginarse a Jesse dormido con el cabello alborotado, las marcas sobre su piel suave, el aroma reconfortante.

Pensarás en mí...

Matthew se burló, el chico tenía razón, nunca lo hizo, siempre estaba dentro de su cabeza. Y luego unos ojos curiosos lo miraban, había olvidado a su hija.

—Papi, ¿Él trabajaba contigo? —preguntó.

—Sí, hermosa —respondió y dibujo una sonrisa alegre—. No te contaré de nuevo cuando trabajaba de modelo.

Rose frunció los labios y luego inflo las mejillas mirando el cartel y luego a su padre.

—Mamá me cuenta que eras un modelo guapo... Una lástima —comentó apoyando la cabeza en el hombro de su padre.

Matthew se echó a reír, esa actitud de su hija no la obtuve de él. Elizabeth sí sabe como domar niños. Y miro por última vez aquel cartel, si tan solo hubiera la oportunidad de regresar al pasado, haría lo imposible por quedarse con él. En cambio, no lo hizo y ni se atrevió. Y camino alejándose del anuncio.

No se despidieron, no hubo llamadas, ni mensajes, era como si nada había pasado. Y eso a Matthew sí que lo echaba de menos todo.

Lo extrañaba, realmente lo hacía, extrañaba a Jesse.

Aún lo ama más que a nada en el mundo, y sabe que él lo amó aún.

¿Se acabó?

Sí. Esa fue una respuesta poco alejada de la realidad. Y en el presente y no la tocaba al fondo. Al llegar a casa, la cara evaluadora de Elizabeth recibió antes de un abrazo y palabras dulces. Como suele hacerlo.

Para su sorpresa, su hermano menor Felix también lo recibió después porque Rose había saltado gritando por la atención de ellos.

Al no tener la presencia de la niña, no dudo mucho para ser llevado por Elizabeth algún rincón de la casa.

—Joder Matt, llevas meses, no años sin ser tú realmente —confeso ella observando a su hermano—. ¿Qué te pasa?

—Nada, en verdad estoy bien —respondió, pero esa expresión de no te creo de ella lo aterraba—. En serio estoy bien.

Ella se cruzó de brazos y negó varias veces. Una hermana que nació para ser el segundo niño querido, fue la adoración de los abuelos. Le costaba trabajo creer la manera tan engañadora que tiene Elizabeth para obtener lo que quiere.

Pobre de su novio.

Si contara lo que pasaba, le diría un tonto, mejor explicado, un pendejo. Sí, por no hacer lo que dicta ese corazón.

—Desde que volviste de París tu vida giro a ciento y ochenta grados y cambiaste Matt —comentó—. Quiero ver al Matt el de siempre, mi Matt.

—Soy el mismo —se defendió.

—Por supuesto que y eso diría alguien que no es tú —y puso los ojos en blanco—. No soy idiota y mucho menos vidente como para no darme cuenta de que estás diferente.

Él se alzó de hombros, sin saber qué contestar a ello. Cuando regreso en la despedida de soltero se embriagó como nunca lo había hecho. Llamo el hombre de Jesse como la persona tan solitaria que conoció.

Y es posible que Elizabeth notara ese grito.

Era normal que se sintiera con el corazón roto y enojado. Y eso le quedo claro luego de ir a terapia y notar su agotamiento y pereza. Su terapia lo hizo reconocer ciertos cambios buenos y malos.

Uno era tomar con calma el proceso de las cosas que llegará a suceder en su vida. No preocuparse, los niveles de estrés empeoran el nivel cardiaco.

Su madre casi lo trata como un resfriado y cuidados extremos. Luego de enterarse de tal paso en su vida.

Pero su padre no comento nada y menos su hermano, pero Elizabeth era el problema.

—No debí pasarte el contacto del Dr. Max —dijo ella—. ¡Mira en lo que te ha convertido! Eres un...

—Liz —la calmo, esperaba que su paranoia no la llevará a extremos—. Basta, estás exagerado, el Dr. Max no me hizo nada ¿Okey? —la interrumpió, no quería dramas—. Soy yo, nada ha cambiado, solo he mejorado ¿No es eso lo que querías?

De mala gana ella asintió, pero no quería darse por rendida. Matthew sigue siendo un obstinado como su padre.

—Han pasado muchas cosas, la muerte de las tías y luego tu ascenso y ... —pauso observando a su hermano y luego lo abrazo—. No quiero verte mal, por favor prométeme que si llega a pasar algo feo y lo peor dímelo no importa la hora.

—Lo haré —consistió abrazándola.

—Lo digo en serio Matt, ¿Promételo?

Matthew sonrió, amaba a su hermana. Nadie puede tener una Elizabeth en su vida. Por más jodida que fuera su vida, ella estaba para él.

—Prometo contarte si me quedo atascado en un vibrador —confesó ganándose un golpe de su hermana.

—Eres asqueroso, pero haré que eso último no lo escuche.

¿En verdad estaba bien?

Al menos aseguraba que sí, luego de que sus hermanos se fueran y que Rose durmiera tranquilamente. De nuevo estaba viendo el fuego de la chimenea arder. Lo entretenía un poco.

Él estaba bien, si lo estaba. 



Lovers Or RivalsWhere stories live. Discover now