Mendo, el espía

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Aclaraciones: lenguaje y escenas sexuales explícitas

No daré más información, si le dan una oportunidad, se van a sorprender

No era inusual que la vigilara de vez en cuando, especialmente después de que aconteciera una pelea en la que claramente, defendería su honor a toda costa; luego de amenazar a Moroboshi como era costumbre, se dirigió a la zona por la cual la chica flotante había salido después de darle al infeliz su merecida descarga. El desencadenante era el mismo, la insistencia de él por ligar con otras; para este punto, ya pocas personas creían que era imposible que cambiara, y lo que es peor, se daban cuenta de que su desleal actitud era ¿incluso peor que antes?

La encontró sentada a lo lejos sobre una banca, los rayos del sol que pronto se encontraría oculto le otorgaban al escenario un tinte mágico; los tonos anaranjados reflejados en su blanca piel le hacían lucir mucho más hermosa, éterea e inalcanzable. Usualmente le hablaba, le juraba que tomaría venganza e intentaba, de manera absurda, convencerla de que estar con él no era una buena opción. Una batalla perdida desde el día uno en que la conoció.

Por mucho tiempo se cuestionó qué es lo que verdaderamente sentía por ella, era especialmente difícil entender las emociones lejanas a la egolatría de antaño que era la base de su personalidad, sobre todo, cuando este peculiar asunto lo alejaba del engrandecido autoconcepto que tenía sobre sí mismo. La única mujer que en verdad quería, no solamente lo ignoraba, sino que su inmaculada atención estaba depositada en un ser tan delenasble como Ataru Moroboshi.

Muchas veces se preguntó lleno de ira "¿Qué tiene Ataru Moroboshi que no tenga yo?", sin embargo, también evitaba las respuestas mentales que surgían severas y exigentes; negaba, de la mejor manera que podía, una comparación en la que se sabía irracionalmente perdedor. No obstante, lo que más odiaba de Ataru Moroboshi, era lo desagradecido que podía llegar a ser, hiriendo una y otra vez al fantástico ser que se encontraba frente a él y que, por supuesto, no había notado aún su presencia.

Estaba a punto de hablarle, de brindarle el usual y galante consuelo de un patético adorador de su existencia que se esforzaba inutilmente; analizó su bellísimo rostro, buscando en su expresión el desconsuelo de la traición. Para su sorpresa, encontró una facie distinta ¿quizás plana? ¿reflexiva?, en un estúpido impulso imaginó que si ella no estaba llorando compungida era porque al fin, había comprendido que era demasiado para el tipo, que no la merecía y lo dejaría para siempre.

"Ni tú mismo crees eso" le respondió una voz en su cabeza que dio paso a la curiosidad, interesado en conocer el misterio dibujado en un rostro que lentamente se transformaba en algo más que no podía descifrar. Antes de que sucediera algo más interesante que pudiera examinar, salió volando hacia un destino desonocido. La mayor parte del tiempo dejaba el asunto libre al reconocer que habría una eterna reconciliación entre ellos, simplemente se largaba enfuruñado a su mansión, sabiendo que al siguiente día todo volvería a ser lo mismo.

El ímpetu por seguirla trataba de encuadrarlo de una manera en que no pareciera un loco o acosador, como muchos otros de los varones, únicamente lo hacía cuando sentía que estaba en peligro, ya sea real o aquel emocional consecuencia de su extrañísimo vínculo con Moroboshi. En momentos en que su seguridad y bienestar físico y psicológico estaba amenazado, no dudaba en desplegar todas sus herramientas de espionaje; este momento, le parecía el ideal también para usar por primera vez el equipo moderno que le había llegado de América.

No entendía por qué estaba tan intrigado, incluso un poco acelerado en el momento en que en completa soledad, decidió operar aquel artefacto diminuto dentro de su habitación, guiándolo con recelo hacia la casa Moroboshi.

Mendo, el espía | URUSEI YATSURA|Where stories live. Discover now