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Había una vez en un pueblo recóndito y tranquilo, una joven con belleza inefable y significativamente deslumbrante que deseaba con mucho fervor conocer el mundo. Explorar las aguas desconocidas, observar las distintas especies de animales, poder conocer nuevas personas; ansiaba sinceramente aquello.

¿Qué la detenía para cumplir su sueño?

Miedo.
Tenía miedo e incertidumbre del exterior, aquello que tanto anhelaba también la aterraba. ¿Qué haría? ¿Cómo lo conseguiría? Tantas eran sus inquietudes que, en vez de soñar, poco a poco aquellos anhelos iban en descenso. Fue así hasta que un día un apuesto joven viajero llegó al pueblo, con gotas de sudor adornando su suave y armonioso rostro, junto al viento que ayudaba a mecer levemente sus hebras viéndose como el ser más angelical del planeta, un completo adonis. Los locales festejaron que al fin tenían un turista luego de 20 años. Naki, que así se llamaba la chica; miraba con ojos curiosos a aquel muchacho de tal peculiar aspecto, como si fuera una especie distinta a la suya.

Siempre desde la lejanía, por supuesto. Le preocupaba equivocarse si es que lo hablaba. Tanta era su curiosidad, que se levantaba muy temprano por las mañanas para poder ver la rutina del caballero. Éste se percató dos días después del acecho, simulando ver las montañas; observaba a aquella muchacha de curiosa piel pálida y melena larga con destellos dorados. Nunca había visto a una mujer así, pensaba. Y más en una pradera en donde el sol visitaba más que las nieblas en época de verano, pues pudo observar que las familias llevaban pieles de tono trigueño, ninguno tan pálido como aquella muchacha. Al igual que ella, él no dejó de notar pequeñas cosas en la muchacha; tales como lo pequeña que era, los ojos de bambi que siempre curioseaba, o cuando intentaba no caerse al seguirlo por los bosques.

Valquiria Tveit era un hábil rastreador de hongos, plantas medicinales y piedras preciosas. Uno de sus tantos pasatiempos era aquél, gustaba de crear alhajas hechas por él mismo, o también probar infusiones con mezclas cada vez más alocadas.

Siempre había querido visitar Nunavik, la región de Québec. Vaya que no lo ha decepcionado, desde que bajó del avión presentía que sería el mejor viaje de su vida, y así lo está siendo. Antes de partir de Oslo prometió a su familia que regresaría con hermosos regalos y sorpresas, así que ya tenía uno en mente con las perlas que había encontrado, y hermosas flores que podía usar de pigmento.

- Éste será un largo día. - exclamó empezando a quitar delicadamente las flores de su hermoso bolso hecho a mano.

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Toc toc toc toc

Abrió los ojos lentamente, como si aún estuviera en la tina humeante que había soñado. Con una pequeña sonrisa pegada en su rostro, estaba tan calentita que parecía que realmente lo había vivido.... Bueno, fue así hasta que vió algo debajo de las sábanas y casi salta de la cama: un gato callejero andaba con las patitas acurrucadas a ella. ¿Cómo habrá entrado? Creyó haberlo visto en algunos de sus paseos por el pueblo, seguramente es de la señora Piki, la madre de aquí.

Al ser una comunidad bastante pequeña, todos somos como familias lejanas; si alguien necesita algo todos estamos dispuestos a matar burros y ponerlos a la braza. Amo tanto mi lugar de nacimiento, aún así necesito más... Necesito tantear el mundo con mis propias manos.

Inhaló y exhaló repetidas veces, hasta que se distrajo con el tocar de la puerta. Otra vez ese incesante y molesto ruido. Se levantó de su cómoda cama dejando al gato a un lado, y se asomó a la venta.

- ¡Por sedna, el apuesto hombre!

Algo extraño pasó que salió de las manos de Naki, el mismísimo caballero se presentó a su casa tan temprano por la mañana.

¿Qué había hecho? ¿Sonó alguna rama durante su espionaje? ¿Le pediría matrimonio?

Como ya se habrán dado cuenta, las preguntas para esta jovencita era lo que sobraba.

De un momento a otro su pequeña cabaña empezó a alocarse, sus vestidos volaban de un lugar a otro, tristemente aún no encontraba uno bonito y que le llame la atención. Hasta que, al fin, luego de cinco minutos decidió ponerse un corset de flores con un simple vestido blanco. Ya vestida salió al asedio del muchacho, no sin antes mirarse minuciosamente en el espejo.

- Disculpe la molestia, dama de inefable belleza. - ante esa mención se ruborizó al instante. - Tan sólo quería preguntarle una cosa, ¿quiere usted viajar con este viajero? Explorar montañas, praderas, ríos, mares y tempestades, descubrirá que hay más animales aparte de las vacas. - Pauso un momento al comprender, viendo el rostro de confusión de la chica, que aquel fétido chiste no lo había entendido... - Podrá conocer personas y vivir culturas. La traeré en cuanto me lo pida, desde luego.

Ante esa pregunta la chica abrió plenamente los ojos en señal de total sorpresa. ¿Quién era aquél joven? Y..... ¿Por cuál alocada razón quería partir con él?

Pensó en todas las consecuencias que sus actos le traería, miró nuevamente aquellos ojos color cielo que la dejaban suspirando como nunca antes lo había hecho. ¿Qué tenía aquel Adonis que no podía siquiera apartar la mirada?

- Lo haré, leal caballero, iría acompañada de usted con tal de ver aquellos luceros mirándome como ahora lo hacen. Con sólo verlo puedo decir que es una buena persona, usted me ofrece el mundo, y yo estoy sedienta de verlo. Llévame hasta que no puedamos más.

- Ni con ver el cielo, mar ni tierra podrás satisfacer el deseo de engullir el mundo, pero, al hacerlo juntos descubriremos cómo fluir. El viento se levanta, hay que intentar vivir.

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Cuidado con la danza de la muerte, lleva mensajes al más allá, mientras las luces no dejan de parpadear. En el caso de que no puedas más, pide ayuda y entonces te guiarán.

Busca rastros de aquél que venga por parte de Odín, que no te sorprendan sus poesías, sabiduria y belleza, pues elfos, hadas y gigantes él es posible de observar.

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Así empieza la locura de esta ingenua e imprudente joven en busca del placer al que llaman vida.


El Viento De Mi Alma Where stories live. Discover now