Draco Revivisce

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—¡Puaj! —exclamó Dina, muy asqueada, viendo caer varias gotas de sangre en el caldero negro—

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—¡Puaj! —exclamó Dina, muy asqueada, viendo caer varias gotas de sangre en el caldero negro—. ¿Cómo conseguiste hacerte con eso, Isa?

—Mucha labia y, bueno, un vampiro pasado de copas siempre ayuda.

Isacar se encogió de hombros ante la mirada de reproche de su hermana. No había tiempo que perder y los chupasangres no daban su mejor secreto así como así. Le invitó a tomar mucho whisky y esperó a poder sacarle algo de sangre sin que se despertara.

—Me encanta, estamos haciendo todo de la manera más ilegal posible. —Rio Génesis. Meneaba con alegría el gran caldero del que salía un olor a lejía—. Creo que es hora de añadir esa pezuña de sátiro. ¡Venga, Isacar!

—Esta la conseguí de manera correcta, Dina —se excusó él. Su hermana elevó los ojos—. Ferdinand se ofreció de buena gana. Lo único que me queda es la baba de chucho, digo, de hombre lobo.

La joven bruja le hizo un gesto para que esperara e Isacar se quedó quieto con el tarro de babas. Génesis tenía que revisar en el libro, situado a su izquierda sobre una atestada mesa. Antes de continuar añadiendo más cosas debían incluir la escama de sirena. Así se lo dijo a Dina, quien le tendió una brillante de color morado. Su amiga Liliana se la había dado encantada.

Dina e Isacar se habían repartido la ardua tarea de conseguir cada ingrediente de la receta Draco revivisce. Era la única opción para poder salvar a la criatura más importante de Anum: Lamassu, el dragón creador. Hacía poco que había enfermado de manera misteriosa y los altos cargos del lugar se dedicaban a echarse la culpa entre ellos, sin buscar una solución. Nadie sabía qué podía pasar si Lamassu estiraba la pata, pero no estaban dispuestos a comprobarlo.

Draco revivisce era una poción muy complicada, sin embargo, Génesis confiaba en su destreza para lograr sacarla adelante. Si se seguía el orden y se tenían todos los ingredientes sería la cura. Se necesitaba algo de todos los seres que habitaban Anum y, de momento, llevaban la escama de sirena, las babas de bestias, la pezuña de sátiro, el pelo de ninfa, la lágrima de elfo, la sangre de vampiro y el polvo de hadas.

—Es vomitivo —aseguró Dina. Se tapó la boca y se giró para mirar hacia la pared de la cocina—. No sé si le compensará al dragón beber semejante porquería.

Génesis soltó una sonora carcajada. Acababa de escupir al caldero pues se necesitaba su saliva como ingrediente. Su amigo Nick, fantasma de primer rango, le había cedido el mejor caldero porque sabía lo que se estaban jugando. Faltaban dos ingredientes.

Antes de que se comenzara una pelea absurda, Isacar arrancó con fuerza una pluma de sus alas blancas. La dorada y reluciente. Soltó un pequeño grito de dolor y Dina se tiró encima de él, pero ya era tarde. El joven lanzó la pluma con tanto tino que voló directamente al caldero y comenzó a salir un humo blanquecino.

—Habíamos quedado en que yo era la que se quedaba sin la pluma. —Dina le dio varios golpes, furiosa, al pecho de su hermano sobre el que había acabado—. Eres un idiota.

—Soy tu hermano mayor y te protejo —dijo él en tono serio. Por una vez no iba a bromear—. Me da igual el estúpido poder, todo esto lo hacemos por Lamassu y tú debes seguir el camino de nuestros padres.

Abrazó con fuerza a su hermana y, tras unos segundos en los que ni la brujita se atrevió a pronunciar palabra, se separaron. Dina se quitó las lágrimas y se levantó, no podía creer que Isacar hubiese renunciado a su inmortalidad. Sentía tanta furia, era ella la que tenía que hacerlo.

—Falta...el cuerno de demonio —murmuró la bruja—. Tengo que integrarlo inmediatamente.

Dina rompió a sollozar con las palabras de su amiga. Todo esto se le había salido de control. Isacar tuvo que sacar de la bolsa de su hermana lo que Génesis pedía, todo sacrificio hecho no iba a ser en vano. Dina se lo quitó de las manos y acarició el cuerno con mucha tristeza. Era de tacto rugoso y olía a ceniza recién apagada.

—Azazel estará bien. —Génesis trató de animarla—. Cuando Lamassu esté curado y sepan que ha sido gracias a su ayuda el Nergal será libre de nuevo.

Dina soltó con los ojos cerrados el cuerno de su novio demonio en el caldero. Un fuerte olor a petróleo inundó sus fosas nasales y tuvo que apartarse. La bruja removió pausadamente durante dos minutos exactos como se incluía en la receta. La poción había quedado con consistencia acuosa y de color aguamarina. Estaba lista.

—¿Hemos hecho lo correcto? —balbuceó Dina.

Isacar, Gen y ella miraban con suspicacia el contenido que había vertido la bruja en un bote transparente.

—Da igual desafiar a papá y mamá. —Isacar apoyó su mano en el hombro de Dina—. No están haciendo nada por solucionarlo y son parte de los líderes que pueden hacer algo.

—Nos van a odiar.

—Mi única familia eres tú desde hace mucho tiempo. Me importa tres hectáreas de polvo de hadas su opinión —sentenció él—. Es el momento de viajar a Marduk, no hay tiempo que perder.

—Muy ilegalmente también —dijo, divertida, Génesis. Dio una palmada—. ¡Vámonos!

El corazón de Dina palpitaba con fuerza y en el bolsillo de su túnica, algo le quemaba. La bolsa repleta de dinero. Su hermano había perdido la inmortalidad concedida a los ángeles, su novio lo mismo y ella tenía que traicionarles. Así lo había acordado con sus padres: Lamassu no recibiría la cura. Esto no lo hacía por dinero sino porque ellos creían que el dragón debía descansar de una vez por todas. ¿Se atrevería a ejecutar las órdenes después de tanto sacrificio?

 ¿Se atrevería a ejecutar las órdenes después de tanto sacrificio?

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⏰ Last updated: Feb 06 ⏰

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