Los latidos cardíacos se aceleran.
Cada contracción se siente apresurada y,
se percibe con claridad cada bombeo en el oído;
combinado con una inquietante respiración acelerada.
Lágrimas derramadas cubren el rostro triste y desolado,
mientras una gota de sangre brota del labio mordisqueado.
Los movimientos involuntarios agitan al cuerpo,
a la vez que un remolino de pensamientos;
sucumben al desdichado ser, por completo.
La sensación de agitación,
las manos y piernas en constante vibración
y el interior de la cabeza saturado de ruegos por liberación;
sin duda alguna, es peor que cualquier otra maldición.
Ni siquiera un grito ahogado es capaz de formular,
pues las cuerdas vocales han decidido fallar.
Negaciones frenéticas con la cabeza
y los intentos fallidos por respirar...
Agobiarían hasta a la más recatada princesa,
volviéndose imposible el poderse salvar.
¡Porque el oxígeno no llega a los pulmones!
Se atasca en la garganta.
Y los deseos intensos de gritar, golpear y reclamar,
apagan cualquier rayo de esperanza.
El corazón está al borde,
necesita bajar la velocidad
o no resistirá por mucho tiempo más,
pues el ajetreo parece no tener final.
Y enmedio de la tormenta,
cuando parece que todo está perdido;
la tranquilidad llega gradualmente y,
la confusión ha desaparecido.
Unos brazos fuertes la rodean de forma urgente,
transmitiendole calor y seguridad al instante.
Sobre todo después de escuchar la frase:
"No estás sola. Ganaste tú, no tu mente".
La serotonina que estaba encarcelada,
por fin es liberada.
Y esa sustancia antes deficiente;
pronto arreglará cada parte lastimada.
Aquellos brazos aprietan al inofensivo cuerpo tembloroso;
y poco a poco, se llena de paz y gozo.
Finalmente, un suspiro de alivio
acompañado de una pequeña sonrisa,
iluminan el rostro de aquella jovencita.
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No se me ocurrió otro título, solo puedo decir que para redactar este intento de poema, me basé en la experiencia que tengo sobre ataques de ansiedad.
Aún así, si tienen alguna recomendación para un mejor título, es bien recibida.
