Capítulo V

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Un ejército de sirvientes vestidos con levita blanca les sirvió una deliciosa comida en el muelle privado del palacio. Escondidos del mundo tras paredes de piedra, tomaron limonada fresca con hojas de menta mientras erl agua lamía la orilla.

Había flores de vivos colores en los floreros. Sergio se encontraba muy agusto, peor no quería ponerse demasiado cómodo.

Se había puesto el trajo de baño, ¿Cómo no iba a hacerlo después de que Charles hubiera gastado tanto dinero en él?

-Debería ir llamando a las personas a las que quieres convocar para la reunión-Comentó Sergio.
-Todavía no, quiero que pruebes la helioterapia-Contestó Charles quitándose la camiseta.
Sergio apartó la mirada.

-¿Helio qué?-Le preguntó fijando su atención en una gaviota.
Aunque no lo estaba mirando, sabía que se estaba estirando. Lo sabían todas sus terminaciones nerviosas y el vello que cubría sus brazos. Sus pezones también lo debían de saber, por que se habían puesto duros como piedras.

-Helioterapia, utilizar el sol como fuente de sanación. Es una práctica muy extendida en Mónaco.
Sergio no pudo evitar mirarlo mientras Charles se echaba hacía atrás en su tumbona. Su pecho era pálido, y sus abdminales marcados, terminaban en un tríangulo invertido.

-Creía que...-Murmuró Sergio carraspeando para recuperar la voz-Creía que el sol provocaba cáncer de piel.
-Los monegascos tenemos la tasa de vida más alta del planeta y tomamos mucho el sol-Contestó Charles levantando los brazos y colocando las manos detrás de su cabeza, lo que hizo que los biceps se le marcaran y que Sergio tragara saliva.

-Ya, pero ustedes lo hacen a menudo.
-Recuerdo que el verano te pusiste un poco más moreno ¿Qué te ha ocurrido este año? ¿Has estado metido debajo de una piedra?
Sergio se rió.
-Más o menos. He estado metido en Leclerc Desings.
Charles lo miró de manera penetrante.

-Precisamente por eso no quiero que te pongas a trabjar-Le dijo-Necesitas sol, buena comida, aire fresco y risas. Así, no tendrás que huir a California en busca de cosas que puedes tener aquí mismo.

Dicho aquello, sonrió satisfecho y cerro los ojos.
¿Se había dado cuenta de que el verano pasado se había puesto más moreno?
Había sido por que se había metido a un grupo de jardineria y estaba por lo menos una hora al día al aire libre, regando, quitando malas hierbas y ocupandose de las hortalizas.

Se lo había pasado fenomenal y la actividad le había servido para no pesarse las noches suspirando por no tener marido ni posibilidad de tener hijos.

Aquel año sin embargo, no había tenido mucho tiempo ni energía para volver al huerto, así que también echaba de menos la compañia, el sol, el aire puro y la comida ecológica que se llevaría a parte de la experiencia.

Tal vez por eso, no dejaba de pensar en que cuando se fuera de Nueva York, las cosas comenzarían a irle mejor.
A lo mejor Charles tenía razón.

A Sergio le hubiera gustado discutir, pero parecía tan relajado tumbado al sol que no quiso molestarlo para decirle que los ancianos en Mónaco tenían la piel como el cuero curtido.
En cualquier caso, siempre le había gustado el cuero.
Aun así, rebuscó en un bolso y sacó un bote de crema protectora.

-Te ayudo-Le dijo Cahrles cuando se estaba poniendo crema sobre el estómago.
Sergio lo miró y vió que sonreía encantado, lo que lo hizo sospechar.

-NO hace falta ya me he puesto por todas partes.
-Por todas no, te hace falta la espalda-Insistió Charles arrebatandole el bote de crema-Date la vuelta.
-¿Eres así de mandón con todo el mundo o solo con tus empleados?-Le preguntó Sergio colocando las piernas al otro lado de la tumbona.
-NO soy mandon, prefiero pensar que soy directo-Contestó Charles poniendole las manos en los hombros.

Un príncipe en la ciudad.Where stories live. Discover now