Parte Única

1.6K 143 8
                                    


Juanjo está enamorado.

Lo sabe porque cuando cierra los ojos, la única imagen que alberga su mente es la de Martin. Martin llegando como aire fresco cuando siente que se asfixia; Martin de melodías en la risa y armonías en los abrazos; Martin de besos pulidos, de mimos tan finos como la seda; Martin de brasas ardientes y jadeos ahogados cuando está al borde del orgasmo; Martin de caricias infinitas y besos en los párpados que en medio del sueño le da por apretar.

Pero ahora Martin no está. Se ha ido hace horas a Dios sabe dónde y no tiene noticias de él. Es absurdo, loco de tan estúpido, pero está convencido de que en cualquier momento su fuerza va a sucumbir y no tendrá más remedio que echarse a llorar.

Extraña su olor, su abrazo, esa manera tan suya de restregar la punta de la nariz en su cuello justo antes de dormir... Es como si su piel lo anhelara, como si las yemas de sus dedos cosquillearan con ganas de perderse en él. Como si no pudiera vivir sin el sabor de sus labios. Sin el olor de su piel.

Es una enfermedad. Una putísima locura porque toda su vida lo ha hecho, pero ahora ya no sabe cómo dormir solo. Se siente absolutamente incapaz de controlar su respiración sin seguir el ritmo de su otro corazón.

Puta madre.

No puede hacer sino contemplar el techo, escuchar el silencio y luchar por respirar. Sin Martin al lado, se siente más encerrado que nunca. Encerrado, solo, triste y angustiado.

Casi todo está oscuro, hay un poco de luna en el cristal y los resortes del colchón duelen en la espalda baja. Su boca sabe a menta vieja y al fondo, Paul comienza a roncar.

Maldita sea la hora en la que se metió a ese concurso de mierda. Es que es insostenible. Anhela la soledad, el silencio, el olor uniforme de su habitación. El putísimo cuerpo de Martin dormido sobre el suyo. ¿Por qué se tuvo que ir?, ¿a dónde fue que tarda tanto?

Rechinando los dientes, bufa. Se siente incómodo, impotente, con los nervios al borde y el enojo subiendo como la espuma. No puede evitar patear las mantas con violencia. Patalea sobre el colchón, lo golpea con los puños y, apretando la mandíbula, hace todo lo que puede para no gritar.

Si quisiera ser discreto, cuidaría sus pasos. Pero que se joda el mundo.

Cae desde la litera de arriba, refunfuña cuando Naiara, casi dormida, le acalla y con un golpe exagerado, cierra la puerta.

La academia es una cueva oscura, con dientes afilados por todas partes y balas frías apuntando a su pecho.

Odia estar ahí.

Camina a tientas con los ojos desprendiéndose de las lágrimas contenidas durante el día y con los labios temblando como si anhelaran gritar.

Un haz de luz entra por la terraza y ya no se siente tan ciego. Pero la opresión en el pecho no se va.

Encogido sobre sí mismo, envuelve una manta en su cuerpo y se tumba en el sofá a esperar. Mira el reloj que Martin ha puesto en su muñeca antes de partir: la una y diez. Es de madrugada, tiene el ánimo hecho mierda, quiere abortar la misión y todo en aquella maldita academia es amargo, huele mal y le hace sentir enano. Todo, menos él.

Suspira. Daría la vida y sus dos riñones por hacer desaparecer a esas nueve personas solo por una noche.

Porque quiere decírselo. Que le ama, que si se lo pidiera, estaría dispuesto a todo.

Sabe que es correspondido, o algo así. Cree que Martin le quiere, lo intuye en su mirada, en sus manos entrelazadas bajo la mesa, en sus besos de madrugada y en la manera en que le abraza la cintura cuando en sueños se retuerce.

Síntomas de que te extraño || JUANTIN - MAJOSWhere stories live. Discover now