Million dollar man

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Tomó asiento sobre el barandal de la ventana de la habitación de lujo. Las cortinas carmesí estaban corridas y la amplia vista a la ciudad rojiza se apreciaba con creces. Valentino, apenas vestido con una bata traslucida de tonalidades rosáceas que lucían toda la desnudez de su piel azulada, fumaba un cigarro de humo rojo mientras observaba la soledad hostil del infierno que estaba por debajo de su vista.

Su corazón pesaba. Quería que Vox supiera que él estaba bien, que con sus armas de gángster y la coraza que construyó alrededor de su corazón estaba satisfecho con su actual vida. Pero... Nunca podía dejar de pensar en ellos dos. Se sentía vacío, insatisfecho y como si no tuviera la más mínima posibilidad de acercarse al concepto de felicidad.

¿Qué significaba aquello? ¿La felicidad era su imperio? ¿Algo así de simple?

—¿No has dormido, Val? —la voz ronca de Vox se acercó desde atrás—. Quédate en mi mansión esta semana, bebé —vestido con una camisa púrpura de color oscuro, lo abrazó desde atrás y formó una sonrisa siniestra en su rostro.

Valentino solo sintió que el vacío de su alma se volvía más fuerte, profundo y doloroso. Soltó el cigarro consumido y apagado y decidió contestar.

—Como si eso solucionara algo —murmuró sin moverse ni un centímetro y con un rostro sin emociones.

Él quería algo que probablemente era imposible. Se perdió a si mismo por soñar tanto, día y noche. El corazón de Vox era inalcanzable. El querer que no se daba era algo que ya no podía resistir. Era como si nada valiera la pena y su vínculo nunca pudiera salir adelante más allá del sexo y de ser compañeros de negocios. Y lo peor era que siempre lo querría aunque eso no fuera recíproco.

—¿Qué te molesta? Solo habla conmigo —los ojos luminosos y rojos de Vox se enfocaron en el rostro de Valentino, al cual no lo soltó. Su sonrisa se desvaneció poco a poco, demostrando una especie de ansiedad al no poder descifrar los pensamientos de la polilla.

—No eres bueno para hablar —se rehusó el contrario con un semblante indiferente y sin mirarlo a los ojos. Era mejor no decir nada.

Vox giró el cuerpo del contrario para que ambos estuvieran frente a frente bajo las luces rojizas del exterior de la ciudad. Lo sostuvo desde su espalda y lo atrajo a su cuerpo. El más alto suspiró y entrecerró sus ojos, no pudo abrir los labios para decir algo, ya que Vox capturó su rostro con sus dedos, lo bajó a su altura y le plantó un dulce y cuidadoso beso para no alterarlo ante la sorpresa.

La conexión de sus almas contaminadas por los pecados más atroces y despreciables se volvía más intensa al besarse, al acariciarse y al rozar sus pieles. Como si ese vínculo les causara peligrosas palpitaciones que los hacía perder el control de su cariño, amor y deseo. Se desconocían, se convertían en otra clase de personas cuando estaban juntos y eso asustaba.

Al separarse, Vox lo apegó a su pecho y no quiso soltarlo. Era hora de mantener esa conversación luego de tanto tiempo.

—Mato por ti. Siempre mataría por ti —lo apretó fuerte entre sus brazos y volvió a escuchar un suspiro vulnerable desde los labios de Val—. Tú me jodiste la cabeza, mis sentimientos y cada uno de mis planes a futuro.

—¿Las cosas han cambiado? —el proxeneta cerró sus párpados y se aferró inconscientemente a su espalda con sus cuatro manos, estrujando su ropa.

—Ya no puedo soportar que otros te toquen y te ensucien —confesó el hombre TV comenzando a masajear la pequeña espalda de Val—. Tú me cambiaste.

—En eso consiste mi trabajo. En manejar prostitutas y entrenarlas —un océano de preocupaciones azotó los pensamientos de Valentino, quién no podía dejar de ser pesimista ante la situación de ambos— ¿Qué se supone que haga? ¿Perderme a mi mismo? ¿Dejarte ir?

Vox recostó el cuerpo de Val sobre la enorme cama de la habitación. Fue la primera vez que Vox se atrevió a mostrar esa clase de dulzura que nadie había experimentado antes de su parte. Le mostró algo que era puro, porque era la única forma de que Valentino pudiera confiar en él. Se acostó a su lado, abrazó al hombre alto de larga contextura y causó que su cuerpo se estremeciera ante su contacto.

—Sé mi hombre, para siempre.

—Lo soy. Desde hace mucho tiempo.

El hombre TV no hablaba de algo tan básico. Estaba hablando de un significado más profundo, más filosófico, de esa clase de promesas que podían decirse con palabras y jurarse con el corazón.

—Hablo de algo real. Siempre... me tendrás aunque no me quieras —lo aferró a su pecho y, en ese momento, Val pudo sentir las pausadas pulsaciones dentro de él.

Fue relajante. Relacionar a Vox con la paz de ser protegido hubiera sido algo impensable mucho tiempo atrás.

—¿De eso se trata? —preguntó el proxeneta con sus mejillas ardiendo—. Si. Claro que de eso se trata. Yo... siempre me doblego ante ti y he estado perdido por tanto tiempo durante tantas noches —sintió soledad, pero no quiso retroceder—. Y no sé cómo acabaremos.

—¿Quién se atrevería a predecirlo? —la pregunta de Vox no podía ser respondida, nadie en el mundo podría hacerlo. Aún así, sonrió al sentir como su preciado tesoro colocaba sus manos en su pecho y se apartaba un momento para verlo con sus esperanzados ojos brillantes.

Val creyó en él, porque de verdad había cambiado. Comprendió que el juramento de sus corazones se estaba concretando de la manera que siempre ansió y ya no tenía que dejarlo ir. Sonrió con soberbia y sujetó el rostro de Vox entre sus garras. El contrario sonrió ante su agarre, porque verlo feliz era algo que le conmovía el espíritu.

—Siempre te querré y te protegeré.

Fue Valentino quién selló ese pacto, sus sentimientos y sus palabras con un beso. Vox protegía su cintura con sus grandes y fuertes manos y Val se dejaba llevar por ese torbellino de adrenalina, amor y fuego que cargaba dentro de su pesado espíritu desde hacía años.

Todo se sintió ligero. Ya nada era un sueño.

Million dollar man | StaticMoth / VoxValWhere stories live. Discover now