Leche y galletas

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Introdujo sus fríos dedos por debajo de su vestido escarlata, recorrió su ardiente espalda y se aferró a su blanquecina y sensitiva piel con la punta de sus garras. Las marcas se plasmaban una tras otra como si se tratara de un sendero en toda su figura femenina mientras él le arrebataba la ropa interior y la arrojaba a sus lados.

Subió a Angel sobre el escritorio con sus manos de largas uñas de felino, incrustó sus dedos en sus nalgas y se encargó de atraparlo entre sus brazos mientras se devoraban los labios con una potente desesperación lujuriosa. Solo pensaban en poseerse, como si sus mentes se hubieran sincronizado en la misma cantidad de posibilidades y deseos.

Allí, sobre la mesada de la cantina del hotel, ya nada más les importaba.

No dejaban de morderse los labios y de jadear ante la intensidad de los besos, el calor subía y Husk, ante cada uno de los suaves gemidos de su hermosa araña, subía la intensidad de sus intrépidos toqueteos. Angel decidió no quedarse atrás, sus luminosos y cristalinos ojos bicolores se entre abrieron repletos de lágrimas. Él rasgó su espalda con sus uñas y comenzó a chupar y lamer el largo de su sensual cuello varonil.

Husk gruñó ante el placer, ante las suaves lamidas y ante el desbordante goce que sentía al chocar su pecho contra los senos de pelusa de Angel, los cuales estrujó con una de sus manos causando que él emitiera pequeños gemidos desde su garganta.

Los grandes pechos del de cabellos blancos eran sensibles, él se mojaba apenas Husk jugaba con su resistencia y con su puntos débiles, mientras no dejaba de estrujarlos. Jugó con sus senos y sonrió complacido al escuchar los agotados gemidos de la araña y su forma de retorcerse y sudar cuando los apretaba. Estaba seguro de que podría hacerlo venirse si seguía jugando solo con sus pechos, pero tenía mejores planes en mente y no pensaba apresurar las cosas.

Angel dejó de besar su costado y comenzó a temblar y a entregarse dócilmente ante el contrario cuando este se atrevió a colar sus dedos por la parte delantera de su entrepierna. Sus movimientos podían ser rudos, pero cuando se trataba del pene de su pareja, se volvía suave y lento solo como a él le gustaba.

Entonces, Angel cerró sus ojos llorosos, se entregó al placer y se desplomó de espaldas contra la mesada, desarmándose entre gemidos al mismo tiempo que Husk masajeaba su pequeño y erecto punto débil y le estrujaba los senos con la punta de los dedos con su mano libre. Todos esos roces causaban un desastre en la araña, quién sintió que sus gemidos eran callados por un libidinoso beso que no tardó en volverse puramente sensual e indecente.

El felino disfrutaba de toquetear la piel de porcelana del delgado hombre bajo su cuerpo. Conocía sus reacciones de memoria y no temía desmayarlo de placer una y otra vez, era lo que más amaba de él, la forma en cómo se rendía ante sus besos húmedos y ante su caliente verga que lo enloquecía y lo hacía perderse hasta desconocer su propio nombre.

El imponente, engreído y famoso actor porno del infierno, Angel Dust... Rogando por la verga de un bartender como Husk y gimiendo a los gritos por solo un par de dedos que lo hacían empaparse. Eso era todo lo que él necesitaba en el infierno para sentirse satisfecho.

Él sabía que estaba por venirse, las rodillas de Angel temblaban y sus gemidos se volvían muy agudos y femeninos un par de minutos antes. Apartó sus dedos del miembro del contrario luego de masturbarlo, dejando que gruesos hilos de flujo transparente chorrearan desde la punta de su verga hasta la punta de sus dedos. Angel jadeaba con sus mejillas ardiendo, afligido y desesperado por la desconsideración de Husk al apartar sus dedos antes de su orgasmo. Lo observó mojado y con apenas un par de gotas de sudor recorriendo su excitado rostro.

La araña estaba desnuda ante él, en cuerpo y alma. Le pertenecía. Y la conexión de sus miradas demostró aquello y más.

El felino le abrió las piernas, desenfundó su miembro largo, caliente y erecto y empujó hasta el fondo de la dilatada entrada del contrario. Se resbaló fácilmente debido a su dilatación, se sintió tan estrecho y cálido, como lo que representaba Angel en su mente. Él gimió y se abrazó a su espalda, apretando sus párpados débilmente. Volvió a desarmarse en gemidos cuando Husk comenzó a empotrarlo contra la madera, la cual comenzó a rechinar, y comenzó a causar un desastre en sus entrañas.

No se necesitaban palabras, solo la unión de sus cuerpos.

Se besaron, entrelazaron sus lenguas y sincronizaron el vaivén de caderas. Husk gruñía ante cada fuerte estocada y Angel gemía sumiso y vulnerable, corrompido ante el poder de la verga de su hombre atravesando su anatomía. Solo se separó de sus labios cuando perdió el sentido y no controló los feroces espasmos internos que apretaban el falo de Husk al momento de su orgasmo.

El felino lo sintió segundos después, cerró sus ojos, aferró sus garras a los enormes pechos blancos de Angel y los apretó con todas sus fuerzas, tanto así que él tuvo un orgasmo tras otro cuando él derramó abismales cantidades de semen dentro de su cavidad.

Los fluidos de ambos se mezclaron. Angel levantó su pelvis, abrió sus labios y perdió el control de sus gemidos y de los temblores bruscos de su cuerpo ante su forma de correrse. Su cabello se pegó a su rostro debido al sudor, su pequeña cintura se arqueó y su piel perlada quedó al descubierto hacia un Husk que le estrujaba los senos y presionaba su miembro contra su interior solo para que no dejara de correrse.

Verlo en ese estado tan frágil, tan femenino y escuchar los dulces gemidos y súplicas repentinas lo hicieron endurecerse dentro de él otra vez. Husk solo quería poseerlo para siempre, era adicto a su cuerpo, a su aroma y a su hermosa voz, a sus lágrimas, a lo caliente que se sentía su interior y a su forma de temblar.

Pasaron al menos unos treinta minutos luego de dejar un desastre en el lugar de trabajo del bartender.

—A tu jefe no le gustará esto... —dijo Husk con voz apagada. Se abrochó los pantalones poco a poco y le dio la espalda al hombre que estaba recostado en el sofá de la sala—. Lo lamento —refunfuñó con un genuino pesar en sus pensamientos.

Angel estaba desnudo sobre el mueble de terciopelo. Observó de reojo a su amante. Una sonrisa coqueta y traviesa se formó en su rostro.

—¿Qué es lo que lamentas, cariño? —preguntó con falsa ingenuidad.

En realidad no se esperaba una respuesta relacionada al cariño, mucho menos proviniendo de Husk. Pero... Él a veces lo sorprendía.

—Que te conviertas en tal problema para mi —contestó él sin querer verlo a los ojos por lo nervioso, tímido y jodido que se sentía ante tales aprietos.

Un problema para su corazón.

Angel se levantó de su lugar casi de un salto y poco le importó estar desnudo ante su pareja. Lo abrazó desde atrás y nunca dejó de sonreír. Valoró esas palabras, valoró lo que hacía Husk por él, porque le era muy difícil expresar sus emociones debido a todo lo que tuvo que reprimir en vida. En pocas palabras, Angel lo conocía más que a cualquiera. Y sabía que esa era su manera de decirle que lo quería.

Milk and Cookies | HuskerDust Donde viven las historias. Descúbrelo ahora