Capítulo 58

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Hannah Black

Ninguno de los dos ha hablado en todo el trayecto, ni siquiera hemos puesto algo de música para hacer el viaje más ameno. Él está centrado en conducir y yo en pensar en Daia y preocuparme.

Ya se hizo de noche. Lo único que se ven son los faros de los coches iluminando la carretera. Aunque también las luces de las farolas por los pueblos y ciudades que pasamos antes de llegar a nuestro verdadero destino.

Una vez allí, no sé qué haremos para encontrarla. Pero ya nos preocuparemos de eso en cuanto lleguemos. Ahora es mejor centrarse en ir y... pensar en positivo. En que Daia está bien. Que no le ha pasado nada y que sigue con vida. Eso es lo que cuenta. Eso es lo que necesito.

Empieza a llover.

A ella le gusta la lluvia.

Sonrío con tristeza al recordar los momentos que pasamos juntas. Aquella noche de tormenta, en la que estábamos las dos, juntas y felices. Estábamos bien antes de que todo esto sucediera.

Mi Daia... por favor, aguanta un poco más.

Termino llorando en silencio, clavando mi mirada en el cristal de la ventanilla, contemplando las gotas de lluvia adheridas en el vidrio.

No puedo perderla.

La necesito a mi lado.

Necesito que esté bien.

La quiero demasiado y me odio a mí misma por permitir que algo así sucediera. Debí protegerla, debí estar con ella, a su lado. Si le ha pasado algo es por mi culpa, le prometí que estaría siempre con ella para evitar que algo malo le sucediera y... No lo cumplí. Soy una mierda.

Estoy aterrada por encontrarme con la verdad de este asunto. Por descubrir que Daia está muerta o ese hijo de puta le hizo algo peor. Tengo miedo a que ella me odie, a que me quiera apartar de su vida por no haber cumplido con lo que le dije.

Me dolería, pero también lo entendería.

—Hay clínex en la guantera —dice Damon.

—Gracias —murmuro.

Frena el coche al encontrarse con un semáforo en rojo. Aprovecha ese momento para mirarme. Su expresión malhumorada de cada día desaparece, mostrándose preocupado por la situación.

—No es tu culpa. Ni mía. Ni de nadie. Solo de ese cabrón y de Paige. Recuérdalo.

—Lo que recuerdo es que no hice nada para encontrarla, que se la llevaron y no pude hacer nada para impedirlo. La quiero, Damon. Y tengo miedo de que él le haya hecho algo. Me aterra esa idea. Ella es... mi Daia, mi todo y no puedo perderla. Joder es...

—Faltan veinte minutos, tranquilízate.

—¿Y sí está muerta? ¿Qué hacemos?

—Ella estará bien.

—Tú sabes que no es así, que algo le tuvo que pasar, que él la golpearía o...

—Cállate.

—¿Por qué le tuvo que pasar esto a ella? ¿Por qué otra vez? Se estaba curando, estaba recuperándose y... llega él a joderlo todo. No es justo, joder. No a ella.

El semáforo vuelve a ponerse en verde. Damon arranca el vehículo, acelerando un poco más. Se salta los límites de velocidad de la carretera, pero no importa, tenemos que llegar cuanto antes a ese pueblo y averiguar dónde puede estar Daia.

Me llega un mensaje al móvil.

Al ver el nombre de Daia en la pantalla mi corazón da un vuelco.

Es una ubicación.

Los miedos de Daia ✓Where stories live. Discover now