CAPÍTULO 3

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Me sentía listo para recibir a los del equipo en la habitación. Rodearon mi cama y todos miraban a Namwook como si esperaran que él les diera la autorización para abrir la boca.

—Pueden hablar idiotas— solté con sorna y Yoon Gu fue al primero que le brillaron los ojos.

—Estamos tan contentos de verlo tan bien. Ha recuperado peso y no está pálido— le di la razón y a esto le sobrevino una avalancha de preguntas que apenas podía responder.

Esos idiotas querían saber los detalles del cómo fue que comenzaba a dar caminatas cortas y de todo lo que estaba haciendo para verme tan bien. Yosep bromeó con el hecho de que pronto volvería a entrenar y mi hyung intervino a tiempo, alejó a todos de la cama para que pudieran darme un poco de espacio y en ese instante la puerta se abrió.

—¡Jaekyung!... — cortó su acostumbrado entusiasmo y recuperó una postura normal y seria en la que se dirigió a todos mostrándoles respeto y viéndose como si fuera todo un profesional—. Buenas tardes, venía a ver si se ofrecía algo.

—No en realidad— respondí mirándole y encontré las comisuras de sus labios alzándose en una forzada sonrisa. Tuve la impresión de que iba a decirme algo y la compañía de todos le impidió hacerlo. Más tarde pregunté por él y la enfermera en turno, me respondió que Dan había terminado su turno y que estaría ausente dos o tres semanas debido a que había pedido una licencia para cuidar a su abuela.

Recibí aquella información sin mucho entusiasmo y pasé la tarde imaginándole abrir la puerta de la habitación para sentarse en mi cama y darme de esos pastelillos de arroz que solía meter bajo la ropa.

Suspiré y dejé la cama para mirar por la ventana, muchos pacientes iban por ahí caminando como si nada y tomaban el sol con una sonrisa en los labios. Busqué los supuestos árboles de cerezo de los que Kim Dan me había contado y descubrí sus mentiras; ahí afuera no había flores de cerezo ni nada por el estilo.



—Jaekyung, que gusto verlo de pie— la enfermera Lee, aquella a la que le había hecho cosas horribles, era una buena persona después de todo; apareció por la mañana para escribir su nombre en la pizarra e informarme que estaría conmigo en el horario de la mañana.

Yo me encontraba perfumándome en el baño y me acomodaba el cabello, todavía caminaba lento, pero podía moverme mucho mejor que dos semanas atrás cuando empecé con las sesiones de rehabilitación.

—Buenos días enfermera. Hoy quiero pedirle que me ayude a llegar al jardín.

—Lo-lo ¿Lo dice en serio? — que fastidio fue irla tartamudear, se estaba sonrojando hasta las orejas y ocultaba las manos detrás de su espalda.

El aburrimiento que me abrumaba por las tardes era real y más difícil de sobrellevar, la televisión no era de mis gustos preferidos y en el celular no tenía instalada ninguna aplicación que me hiciera entrar en contacto con el mundo real. Pensaba que de leer algo sobre mí, me pondría paranoico y tendría ganas de golpear a alguien. Así concluí que un paseo por el jardín me vendría bien, eso sin mencionar que mi piel estaba tan blanca que parecía un fantasma.

—Estoy aburrido y me cansé de mirar por la ventana.

—¡Yo voy ayudarlo! —me tomó por el brazo y caminamos a paso lento, compartimos el elevador con unas ancianas que se dirigían al mismo lugar y noté que me miraban y murmuraban entre ellas que yo era muy atractivo, se refirieron a mí como algo digno para relajar la vista.

—Muchas gracias señoras— las interrumpí y ellas se cubrieron el rostro. Cuando las puertas del elevador se abrieron, avanzaron a paso rápido y me di cuenta que ahora podía ser alguien que perdería en una carrera de atletismo con participantes de más de 70 años.

Mientras dormías (Jinx)Where stories live. Discover now