Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho menos travesuras. Ha crecido siendo testigo del sufrimiento que puede causar el perder una buena reputación y se ha esforzado por ser una dign...
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Junio, 1818 carretera entre Londres y Bristol.
Lord Eric Rochester, segundo hijo del difunto marqués de Harrow, abrió la cortina del carruaje que lo transportaba y comprobó la distancia que faltaba para arribar a su destino.
Algunos lo conocían como un filántropo, viajante especializado en geografía oceánica. Según las malas lenguas, era experto en perseguir faldas femeninas de damiselas de dudosa reputación y viudas varias. Y para la mayoría, no era más que un caballero que había abandonado su posición privilegiada como par del reino para convertirse en una clase de pirata, dejando atrás la vida de juerguista. Lejos de esa persona estaba su realidad actual, en la que solo era un hombre a punto de perder la poca paciencia de la que hacía gala en contadas ocasiones.
Suspirando, se aferró al costado del coche conteniendo el mal humor a duras penas. Para ser alguien que había atravesado medio mundo en barco, se encontraba bastante cansado por el largo viaje en coche. Estaba claro que ya había pasado más tiempo del que podía soportar en tierra, y necesitaba volver al mar, al aire puro y a la aventura. Sin embargo eso no iba a ser posible, mientras lo que lo retenía en Inglaterra no se solucionara. Hastiado, fijó la vista en su compañero de viajes de los últimos cinco años. Nadie que viera al capitán Logan Weiss, podría decir que aquel era un capitán de un barco mercantil. Vestía ropa elegante, su barba lucía más prolija y su abundante cabellera rojiza había sido recortada y peinada para adecentarlo lo mejor posible.
Aunque su aspecto podía mejorarse, dado la ausencia de afectación y clase de la que carecía, pero ni siquiera su madre la marquesa viuda de Harrow, con su basta experiencia en buenos modales y moda, pudo lograr ese cometido. Tampoco hacer un milagro completo en el tosco americano. Había que ser un verdadero mago para convertir al capitán Weiss en un caballero inglés.
Eric ya había renunciado a toda esperanza, perdido el optimismo y abandonado el barco con la cola entre las patas. Tal y como su hermano mayor le había advertido pasaría, cuando le comunicó que se quedarían unos días en Londres, para departir en sociedad con el apoyo de su madre.
-Tu amigoo no está listo, las matronas alejaran a sus hijas de él.
Le había dicho Harrow, quien no había querido perder tiempo y en cuanto solucionaron el asunto con el antiguo abogado de la familia, se había marchado con premura a la casa señorial de los Rochester, en la cual estaba retirado desde sus recientes nupcias con una joven noble de la zona.
Su presencia no había pasado desapercibida en Bristol, pues tener a un noble de su rango instalado allí, había causado un gran revuelo entre los lugareños. Debido a que hasta la boda de Harrow con la hija mayor del conde de Hampton, éste llevaba todos los asuntos del marquesado desde Harrow On The Hill, en las inmediaciones de Londres. Al parecer el matrimonio no había empezado con buen pie, y después de la llegada de Eric, la marquesa había abandonado a su hermano. Lo cierto era que estaban a las puertas de un escándalo sin precedentes.
