Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho menos travesuras. Ha crecido siendo testigo del sufrimiento que puede causar el perder una buena reputación y se ha esforzado por ser una dign...
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Como no era frecuente que se celebrara una boda en Navidad, no fue sencillo para Eric conseguir la licencia especial que necesitarían para poder casarse sin tener que esperar a las amonestaciones pertinentes. Tuvo que recurrir a la ayuda de los contactos de Benjamin quien le aseguró que el cura no le pondría pegas, porque estaba en deuda con él.
Además, el padre de la novia se había ocupado de enviar una misiva al comandante Craig, en la que le comunicaba que su propuesta de matrimonio había sido rechazada. Por lo que Eric supo, no obtuvo respuesta, pero no tardaron en llegar los rumores de que, al parecer, el buen militar se había fugado con la hija del conde de Livingston.
Lilian y Eric se casaron la mañana de Navidad en la pequeña capilla de Kings Harrow House, en una ceremonia sencilla y acompañados de un variopinto grupo de invitados. Por un lado, estaba el capitán Weiss y su tripulación de toscos marineros, y por el otro, sus familiares nobles.
Como en aquella época la mayoría de las personas se trasladaban a sus casas de campo para pasar las fiestas navideñas, y lady Felicity tenía un embarazo avanzado, solo los miembros más cercanos estaban allí presentes.
Eric esperó junto al altar, vestido con una levita de terciopelo color beige y pantalón de ante del mismo tono, acompañadas de una camisa blanca y pañuelo azul. Se había cortado el pelo para la ocasión y obligado al americano que se afeitara la barba, pero no logró que la rebajara demasiado.
Su hermano y Logan no se privaron de burlarse de su expresión de nerviosismo, y él soportó en silencio sus chanzas, sintiendo un nudo en el estómago. No fue hasta que vio aparecer bajo el umbral a la novia que pudo respirar con relativa tranquilidad, aunque el nudo subió a su garganta, y tuvo que tragar saliva para no delatar su emoción.
Lilian parecía un ángel. Su delgada silueta estaba cubierta por un vestido de mangas largas de seda y organza color crema, y tanto la falda como el corpiño estaban bordados con hilos de oro y pequeñas piedras preciosas. Sobre este llevaba una capa de la misma tela que el vestido, con mangas de terciopelo y bordes del mismo hilo. Su pelo estaba recogido de forma parcial, caía por su espalda como una cortina dorada, y mantenía despejada la frente con una diadema.
Cuando llegó al altar, el conde de Hampton se adelantó y, tomando su mano enguantada, la colocó sobre la mano abierta de Eric. Él la envolvió en la suya, y sin poder mirar nada más que no fuera sus grandes ojos azules que lo miraban con lágrimas contenidas, le besó los nudillos y la ayudó a acomodarse frente al cura.
El ritual no duró demasiado; antes de que pudieran darse cuenta, ya le había puesto el anillo y eran oficialmente marido y mujer. Eric la besó con pasión frente a todos los testigos de su unión, provocando que ella se sonrojara.
Al separarse, miró su rostro y sintió que el corazón se le podía salir del pecho; la alegría brotaba de él, también una profunda gratitud a Dios y a la vida por haber cruzado a Lilian en su camino.
