𝟏𝟐 | 𝑵𝒐, 𝒏𝒐...

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𝑷𝒐𝒗'𝒔 𝑻𝒐𝒎

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𝑷𝒐𝒗'𝒔 𝑻𝒐𝒎

La ansiedad comenzaba a carcomerme por la ausencia de noticias sobre el resultado. Con un nudo en la garganta y el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me dirigí con pasos cautelosos y deliberados hacia la puerta del baño. Justo cuando estaba a punto de llamar, un sonido suave y apenas perceptible llegó a mis oídos: eran sollozos silenciosos, casi ahogados. Un escalofrío recorrió mi espalda. Eso, en cierto modo, era una señal reveladora.

Sin dudarlo ni un instante, y con un movimiento rápido y decidido de mi muñeca, abrí la puerta. Allí estaba Daría, sentada en el frío suelo de baldosas, ocultando su rostro entre sus manos. Pero al oírme, levantó la vista hacia mí. Sus ojos y nariz estaban enrojecidos, evidencia de su llanto. Rápidamente, desvió su mirada hacia el lavamanos, y yo, siguiendo su línea de visión, me percaté de la prueba de embarazo que yacía allí. Con un movimiento ágil, la tomó en sus manos. No había necesidad de palabras, la prueba era concluyente:

está embarazada.

Sin pronunciar una sola palabra ni hacer un solo gesto, me di la vuelta y salí del baño. Cerré la puerta con suavidad y puse el seguro desde afuera, manteniendo mi mirada fija al frente, como si intentara procesar la realidad de la situación. Ella reaccionó al instante, la escuchó detrás de la puerta intentando abrirla con desesperación.

Fue entonces cuando saqué mi teléfono del bolsillo. Mis dedos temblaban ligeramente mientras comenzaba a teclear el nombre de Bill en la pantalla.

—¡NO LE DIGAS A BILL! –su grito resonó en el silencio, seguido por el sonido sordo de su puño golpeando la puerta.
















𝑷𝒐𝒗'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒊𝒂

No pueden imaginar la desesperación y la impotencia que me invadían en aquel momento. No quería que Bill se enterara, o más bien, temía que el bebé no fuera de él. El sonido de los dígitos marcándose en el teléfono me golpeó como una ola de pánico. No, no.

—¡NO SE LO DIGAS A BILL! –Grité con la poca fuerza que me quedaba.

Ante la falta de respuesta, me desplomé en el suelo, apoyando mi frente contra la puerta.

Con la esperanza de escuchar la conversación, pero mis pensamientos eran un torbellino que me impedía concentrarme. Mis lágrimas caían sin cesar y, aunque intentaba llorar en silencio, pequeños sollozos escapaban de mi.

—Hey, Bill. –La voz ronca de Tom resonó en el silencio.

Hubo un breve silencio, y fue entonces cuando traté de contener mis lágrimas y mantenerme en silencio.

—Daría está embarazada, y, no me importa de quién sea. Sólo sé que yo quiero tenerlo. –Su tono de voz, que siempre me había causado escalofríos, se hizo presente.

You're so evil ; 𝙏𝙝𝙚 𝙠𝙖𝙪𝙡𝙞𝙩𝙯 Where stories live. Discover now