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Malena era todo lo que tenía, todo lo que tengo y todo lo que tendré, pensaba yo.

Incluso a veces, en las noches que ella se va y me deja el lado frío de una cama matrimonial, miro la almohada vacía que aún guarda el aroma de su shampoo y me pregunto, ¿Hubiera sido tan diferente mi vida si no la hubiera conocido? Extrañamente, cuando intento pensar en las posibles salidas de esa pregunta, nada podía venir a mi cabeza.

No hay un Matías donde no esté Malena.

Aún recuerdo la primera vez que coincidimos, me parecía tan copada, tan sabia, cálida, madura, imponente, una sensación de contención que solo puedo comparar a cuando mi madre me arropaba en la cama y me daba un beso de buenas noches.

La última vez que lo hizo yo tenía once años y mis once fueron hace seis ya.

Justamente de ese primer encuentro han pasado ya seis años también. ¿Es acaso normal que me sienta más apegado a mis once que a mis veinticinco que parecen estár casi a la vuelta de la esquina? A lo mejor, a nadie le gusta crecer.

Aún recuerdo como Malena me ayudaba con mis deberes en mi último año de bachiller, la filosofía nunca se me dió pero eso es algo bueno; mis ensayos ella siempre los hizo por mí.

Me pedía no decirle a mis compañeros quién era mi novia y claro que tenía razón, no podía imaginar lo celosos que iban a estár si se enteraban que había logrado chamuyar a una chica diez años mayor.

Era tan buena conmigo, ¿verdad? No me podía permitir ser mal agradecido, después de todo me estaba ayudando bastante, no tenía mucho dinero, a veces la plata que me daba mi viejo cada fin. Esa me la gastaba en comprarle al menos algo lindo aunque las rosas nunca veía que las ponía en el jarrón, siempre estaban claveles, a lo mejor le gustaban más.

Y cuando no tenía la plata... bueno, digamos que también tuvo que enseñarme mucho en ese aspecto, jaja.

Un cuerpo que me sé de pies a cabeza, con los ojos cerrados e incluso de memoria, que raro, aún así cuando algo me duele no sé muy bien identificar de dónde proviene el dolor.

Ella era tan considerada, que incluso me evitó cometer errores que ella pasó, como ir a fiestas, escaparme de casa, ocultar cosas, mentir, salir sin avisar, consumir alcohol sin la presencia de un adulto; su presencia. Jamás la juzgué por eso, no era mi lugar, pero bueno, cuando Malena me reñía por no haber sido compartido a mis seis tenía razón, tuve que haber sido más compartido aunque no tengo muchos recuerdos de mi infancia.

Nunca me controló, al contrario, me dejó ser tan libre como quería, tanto que a veces podía pasar la noche entera fuera de casa y ella no me diría nada, aunque tenía miedo de que se guardara como se sentía realmente, pues a veces cuando ella tardaba más de dos días en volver me ponía un poco triste, pero estaba exagerando las cosas, ella estaba con sus amigos obviamente tenía derecho de divertirse.

Nunca me ató, al contrario, me dió tanta rienda suelta que hasta me ofreció abrir la relación, al principio yo no sabía muy bien lo que era eso, ya sé medio boludo. Cuando lo supe tuve un poco mis dudas, pero solo necesité tener una plática con Male y ella me hizo ver las cosas con más claridad, claro ella siempre me enseñaba algo nuevo. Igual con la nueva etapa de nuestra relación yo no cambié mucho mi rutina, aunque estuviera de acuerdo me parecía imposible pensar en tocar el cuerpo de otra persona que no fuera el de mi Male, a lo mejor con el tiempo le iba perdiendo el miedo.

Aunque a veces podía notar el olor de otro shampoo en mi almohada.

Cuando cumplí los veinte me organizó un gran festejo, eran mis viejos, algunos de mis amigos y todos sus conocidos, ¿Qué increíble, no? Me la pasé genial ese día, aunque en medio de la fiesta un amigo mío me preguntó

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⏰ Última actualización: Jan 30 ⏰

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