CAPÍTULO 4(PARTE II)

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Cerró los ojos y apareció en su mente la imagen de una joven rubia y de luminosos ojos azules. La muchacha era un misterio, había aparecido cerca de la cueva que Logan y él estaban usando como depósito para la mercancía proveniente de América. A pesar de que la habían estado a punto de atacar unos salvajes de los que ya se había ocupado, ella se había comportado con entereza y valentía.

Su aspecto era simple, suave y cálido. No poseia una belleza despampanante, ni un cuerpo curvilíneo. No destacaría entre decenas de mujeres, ni llamaría la atención de alguien en un baile a primera vista, pues era tal y como alguien esperaría fuese una inglesa al uso, rubia, de piel pálida y ojos claros.

Sin embargo, Eric no había podido apartarla de sus recuerdos, y en más de una ocasión se había encontrado recordando el nítido brillo de sus pupilas, o la tersura de sus labios que eran perfectos, llenos y de un color cereza intenso.

A tenor de la verdad, debía reconocer, que algo en la simpleza de su rasgos juveniles, en la luz que irradiaba su mirada, y la energía sutil y femenina que despedía, lo había atrapado.

No recordaba cuándo alguna otra mujer, hubiese permanecido tanto entre sus pensamientos. Lo preocupante era que se estaba encaprichando por alguien de la que apenas sabía el nombre, y a la que con toda seguridad no volvería a encontrar.

Tal vez debía hacerle caso al capitán, y dejar la insólita abstinencia que venía guardando desde que arribaron a su tierra natal, y buscarse una mujer experta para que le calentara la cama. No necesitaba a una pueblerina para satisfacer sus necesidades.

El problema era que nadie había logrado llamar su atención, desde antes de embarcar hacia Inglaterra. Había llegado a encontrar tediosas a las féminas con las que solía relacionarse, y entonces apareció aquella mujercita extraña.
Despertando en un santiamén todos los impulsos y deseos que creía muertos.

Aún así, su instinto le decía que la tal Lily, era sinónimo de problemas, y su intuición rara vez erraba.

La joven se había presentado como una criada de la zona, y él casi le había creído. De no ser porque sus modales y forma de expresarse parecían los de una joven bien educada. En sus viajes se había relacionado con personas de toda clase social, como para poder reconocer la diferencia.

Ella no era una criada del montón. A lo sumo era hija de algún clérigo, doctor o profesor, alguien que le hubiese podido brindar algo de distinción a su crianza.
A pesar de que su vestimenta era de baja calidad y lo que uno podría esperar ver puesto en una sirvienta, había algo en el conjunto que ella componía que no encajaba.

Por otra parte, el hecho de que aparentemente le hubiese mentido, no hacía más que despertar su curiosidad, y también su desconfianza.
Después de todo debía tener alguna razón de peso para engañarlo, para que no le hubiese revelado su verdadera identidad, como él tampoco le había dicho precisamente quien era.

Aunque en su caso no le había mentido directamente, solo había omitido algunos detalles, y dejado que sacara sus propias conclusiones. Tal vez, ella sí era una criada a la que sus patrones le habían permitido educarse a la par de las hijas de los dueños. Después de todo no parecía lo suficientemente sostificada, ni tener la elegancia de las damas con las que había tratado en sociedad.

Eric la había invitado a regresar a medianoche cuando quisiera, y estaba intrigado por saber si lo había hecho, y si se había decepcionado al no encontrarlo.
En cuanto llegaran, pensaba regresar al claro junto al canal y ella podría aparecer entonces.

Si acudía a la cita, sería porque se sentía atraída por él, y entonces Eric podría seducirla a placer porque ella sabría en qué se estaba metiendo. Por fortuna, la joven no era ninguna dama noble con la que lo obligarían a contraer matrimonio, si pasaran un buen rato juntos.

Conquistar a un lord*PRÓXIMAMENTE RETIRADO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora