Capítulo 9. Una tormenta sin precedentes azota ¡CHAS!

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—¡Eureka! —exclamó para sí Carlyle—. ¡Está terminado!

Él observaba su invención. Por fin tras meses trabajando había logrado algo completamente funcional y según sus cálculos y a pesar de ser un prototipo después de haberlo probado y demostrado que era operativo por lo tanto ya podría trabajar en un modelo y hasta comercializarlo. Carlyle estaba en la nube y su mente navegaba en algo parecido al cuento de la lechera, pero multiplicado por cien. Él tapó con una lona su invento y buscó un trago de lo que fuera para celebrarlo. Como no era muy bebedor lo único que encontró fue un par de cervezas con limón que había traído Lila una vez ya que se la habían regalado un local de alimentación por sus servicios. Así él la abrió tirando de la anilla y una vez abierta le dio un gran trago y alzó la lata al cielo.

—Ah, que dulce sabe la victoria —declaró él muy emocionado.

Mientras que Carlyle estaba ansioso y risueño caminando por su casa. Lila se dedicó a buscar el otro pedazo del mango de la escoba. Finalmente lo encontró y decidió guardar ambos trozos dentro de la mochila. La bruja caminó de vuelta desganada y empapada. Antes de llamar a la puerta del lugar donde estaba viviendo se resguardó sobre los tejados de los edificios. Lila bajó su triste figura y se sujetó de las rodillas, por un momento incluso se pensó en ni presentarse en la casa de Carlyle. Pero luego miró su rostro en una de las ventanas de un local cercano y tras eso, tocó su broche y empezó a reincorporarse y caminar hasta la casa de su jefe. Cuando ella sintió que estaba preparada llamó a la puerta.

Carlyle abrió la puerta. La amplia sonrisa del chico contrastaba con los labios curvados hacia debajo de la bruja. Lila se sentía derrotada por completo, pero él ni le dio importancia y solo se fijó en lo más superficial.

—Vaya Lila, entra que estás empapada. —reaccionó Carlyle.

Lila asintió y sin decir nada entró en la casa. Allí ella dejó la mochila, se quitó el poncho y la chaqueta. Carlyle le entregó una toalla para que se secara un poco. Lila hizo una mirada de reojo a su mochila, en concreto no paraba de pensar en cómo su único vehículo mágico estaba totalmente destrozado. Lila dirigió la mirada en los ojos negros detrás de las lentes de su amigo.

—Escucha Carlyle... —empezó a decir la brujita.

—Lila, tengo algo que enseñarte —le interrumpió Carlyle antes de que pudiera decir nada.

El chico rubio no podía esperar más y cogió de las manos a la bruja para llevarla de nuevo al garaje. Allí Carlyle fue directo hacia la lona que cubría algo. Lila se quedó atrás cerca del escritorio. Al chico le brillaron sus ojos negros mirando directamente a la bruja, que, en aquel momento estaba tan apagada.

—Llevo un tiempo trabajando en esto y ya por fin está terminado —anunció Carlyle.

Luego él retiró la lona poco a poco. Lila miró algo sorprendida y se llevó la mano al antebrazo. Lo que Carlyle reveló fue una especie de extraño vehículo volador. Su núcleo era una especie de bicicleta, pues tenía unos pedales, pero luego recordaba más a un pequeño barco debido a los costados de madera. El invento tenía un manillar, un par de grandes alas y una cola. Justo en el borde del frente había una hélice y detrás algo parecido a la cola de un avión, además todo se cerraba con una especie de cristal unido con diferentes líneas de un material que Lila desconocía, probablemente algo de plástico. La brujita lo miró detenidamente y en respuesta Carlyle extendió los brazos y lanzo una mirada a la bruja.

—¿Q-qué te parece? —preguntó él con cierto nerviosismo.

Lila se acercó para examinarlo con detenimiento y tocar el cristal y la madera del invento. Por un momento se le olvidó la angustia y solo miró con curiosidad a su amigo.

¡CHAS! Repartos mágicos en un pispásWhere stories live. Discover now