Un padre soltero. Tres adolescentes. Una criada.
Cuándo lentamente empiezas a formar parte de una familia que sabes bien que no te necesita realmente, debes estar dispuesto a aceptar las consecuencias que esto trae consigo.
Este es el caso de Jaeyu...
Ni-Ki yacía apoyado en una pared cerca de la carretera, la parada de buses a un lado y unos cuántos árboles al otro. Traía puesta su capucha y audífonos puestos, mientras esperaba a que su autobús pasara, pues, no tenía los ánimos suficientes para pedirle a su papá que lo fuera a recoger.
Se suponía que iba a tardarse más en regresar.
Con amargura recordó lo sucedido horas atrás, y la razón por la que se encontraba ahí. Sólo.
Se había visto con Chaewon, su mamá, en un cafetería tal cómo habían acordado. Ni-Ki estaba emocionado. Él le tenía mucho aprecio a ella, a pesar de que no se vieran, así que esa invitación de salir juntos no era algo que pudiera tomarse el costo de desaprovechar.
Ni-Ki la había estado esperando por más de media hora, hasta que finalmente se dignó a aparecer. Y frente a él, y su muy entusiasmado rostro, aparecieron una mujer de baja estatura y cabello corto, tomada de la mano con un pequeño niño.
La sonrisa de Ni-Ki se esfumó en un instante.
«Riki, te presento a Jaehyuk. Él es tu hermano.» había dicho con una sonrisa.
Ni-Ki ni siquiera pudo fingir una sonrisa. Vió al niño con nada más que sorpresa en su expresión y lo mismo era para él, pero Chaewon parecía realmente orgullosa de presentarlos por fin.
Luego fueron a sentarse. Originalmente Ni-Ki tenía planeado invitarle una bebida a su mamá, pero con la llegada del niño se había puesto un poco distraído y ni siquiera notó cuándo ellos habían comenzado a pedir una exageración de comida para sólo ellos tres. Y luego, ella puso de nuevo esa expresión que ya conocía bien, porque siempre solía ponerla frente a su casa. Hablando con su papá.
