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Félix acababa de salir de su trabajo, andaba con una rabia algo grande. Era el jefe de una gran empresa muy famosa en el país, y también en el extranjero. Casi todos los días eran buenos, al ser el que dirigía en ese lugar no se enteraba de los problemas. Su secretario y mejor amigo, Fermín, se encargaba de todos los líos.

Pero hoy había sido diferente, su amigo faltó por estar "enfermo", pero bien sabe que se fugó donde su novio. De todas formas no le regañaría, el chico era súper serio con su trabajo, de los 365 días del año, iba 366. Se entiende a lo que se refiere.

Y además, para agregar a su buen día, su auto se averió. Ajá, ayer se le rompió una de las cubiertas de su auto, y recién lo tendría listo para el lunes próximo, recién se encontraba a viernes. Todo un fin de semana sin auto, bueno, si bien lo piensa, era una excusa para no salir con sus amigos, los cuales siempre lo invitaban a hacer de todo. Le encantaba, pero también le encantaba quedarse en su casa a jugar a la play. Vaya buen plan.

Pero si volvemos a que su auto se averió, el problema enorme no era el tener que caminar a casa, si no que apenas iba saliendo de su oficina, una tormenta rompió sobre las iluminadas calles de Barcelona, cosa que no estaba planificado para nada. Por lo que ahora iba caminando por la vereda, empapado de agua con una rabieta en la cara. Gran día, João. Gran día.

En su recorrido muy mojado, tomó un atajo por un callejón, estaba un poco más oscuro, pero para su buena suerte, la lluvia no daba tanto debido a algunos espacios cubiertos por techos oxidados de chapa. Si bien el sonido de los truenos era más fuerte, el agua que caía en su saco de Gucci totalmente único en el mundo -prenda exclusiva hecha por diseñador- no se mojaba tanto. Lo único que faltaba era que su saco sufra de alguna mancha u otra cosa, con lo que le costó podría llegar a morirse, en término literario, claro. Amaba la vida, era un hombre muy feliz que apreciaba su buena vida.

Ahora, caminando por tal lugar oscuro, iba muy absorbido por sus pensamientos, aunque no tanto, pues escucho un ruido algo peculiar el cual llamó su atención. Si bien no era de un trueno, si no como de una caja siendo arañada. No se asustó, pero vamos, era un hombre muy curioso que necesitaba saber que había allí dentro. Por lo que no perdió el tiempo y se acercó a tal cartón en forma de cuadrado, el cual estaba muy deshecho por la lluvia. Si bien eso no captó su atención, lo que la captó fue el ruido que venía de adentro, no podía verlo, pero sí oír los rasguños. Y al oír un maullido supuso que era.

Sus manos fueron veloces, abriendo las alas de la caja para poder ver su contenido, el cual era un gatito color café, todo mojadito y con su oreja lastimada. El pequeño felino estaba oculto en la caja por la lluvia, pero no sirvió pues tal objeto se mojó, dejando su pelaje todo húmedo y frío. Los ojos de Félix pasaron de molestia a tristeza, pues si eras alguien cercano al hombre, podrías conocer que su debilidad eran los animalitos, y ver al pequeño minino en esas condiciones en medio de una tormenta trizo su corazón.

Cómo si estuviese en modo automático, agarro al pequeño gatito en brazos, ocultándolo bajo su costoso abrigo, el cual perdió su precio con el simple hecho de proteger al pequeño animalito el cual si notabas, temblaba de frío.

— ¿Estaba muy fría esa cajita, no? — Preguntó en un sorprendente tono empalagoso, notando como el gatito le prestaba atención, bastante quizás. Tal como si le comprendiera. Pero eso lo ignoro, pues volvió a retomar pasó hacia su casa, pero ahora un paso más rápido, más veloz.

Una vez llegó a su casa, luego de unos quince minutos de hacer una caminata rápida, entró en esta con velocidad, suspirando con alivio cuando sintió ese calorcito que emanaba su hogar. Ah, como amaba su casa.

Se quitó el calzado en el tapete que había en la entrada de su casa, en el interior, y colgó el saco en el perchero de madera suiza. Sin soltar al pequeño felino color café en ningún momento.

Una vez terminó su pequeña rutina de llegar a casa, pasó directo a su cuarto, cerrando la puerta de este una vez estuvo dentro.

Miró al gato en sus brazos con dulzura y sin importarle que este sucio, lo dejó sobre su cama kink size llena de almohadas con un acolchado de pluma verde oscuro.

Por su lado, fue a cambiarse, lo que técnicamente era desnudarse, ponerse unos bóxers de algodón limpios, unos pantalones holgados de pijama con unas medias y dejar su torso desnudo. Había calefacción en el cuarto, por lo que no necesitaría una camiseta.

Apenas estuvo listo, se acercó al felino, tomando asiento a su lado para luego acariciar su cabecita. No pudo evitar sorprenderse cuando el animalito se frotó y lamió su mano, como si estuviese agradecido de que ese humano de nombre desconocido lo haya sacado de ese abrazador pero para nada lindo frío. Definitivamente estaba muy agradecido, pero Félix aún no lo sabía.

El minino tomó asiento en el regazo del hombre, empezando a moverse para poder tomar una posición cómoda. Acabó estirado con su pancita para arriba, recibiendo mimitos del Portugués mientras él ronroneaba dulcemente.

— ¿Tienes hambre? — Preguntó João no tan inútilmente, mirando a su al parecer nueva mascota, la cual le maulló en respuesta, tal pareciendo un si. Otra vez, Félix se sorprendió, pues parecía un gatito muy listo.

Por lo que terminó subiendo un poco de alimento que tenía de gatos, pues su vecina la otra vez le dejó de cuidado a su gatito y pues le sobró eso, por lo que lo colocó en un boul chato y lo dejó sobre la cama, notando cómo el gato se acercaba, pero grata fue su sorpresa que apenas lo olió, siquiera probó, se alejó. Parecía asqueado.

— ¿No? ¿Pero que comes entonces? ¡Eres un gato! — Exclamó con sorpresa, haciendo que el gatito lo vea indignado. ¿Cómo ese humano iba a darle comida gatuna? ¡Él no era un simple gato, esa comida para sus papilas gustativas era un asco. Que le den una hamburguesa de McDonalds con unas papas grandes, de paso una coca. No le vendría mal.

El travieso felino empujó el plato con su patita, maullando mientras miraba a su dueño. Félix sentía que su ojo se saldría de tanto titilar, había adoptado a un animal exigente que de seguro solo comía pescado, le recordaba a alguien... quizás a él. Dos exigentes juntos viviendo bajo un mismo techo, uf, las disputas que habrían.

— Ya, si tan inteligente eres, vamos a la cocina y selecciona tu comida. — Agarró al gato con sus manos y así lo bajó hasta el lugar mencionado, abriendo la heladera. Oh si, así quería ser tratado el animalito. Le gustaba ese dueño, no era cruel como los que tuvo anteriormente.

El de cuatro patas trepó hasta agarrar con sus dientitos un medallón de carne que había en la heladera, dejándolo en el suelo. Luego con su patita empujó una bolsa de pan y por último, empujó al suelo junto al resto de las comidas una botella de queso cheddar líquido. No era un Mac, pero serviría para calmar su antojo.

João ahora sí que lo miró incrédulo, no podía comprender las actitudes de este gato futurista. Tal vez era una raza emigrante de China, o Japón. Pues realmente parecía un humano en cuatro patas con unos bigotes larguísimos.

¡Ups!

— Ya, te voy a hacer tu hamburguesa...— Tomó las cosas del piso y las puso en el mesón de la cocina, empezando a armar tal platillo, siendo espectado por su mascota, la cual se subió al lado del plato en un salto, espectando todo. — ¿Te han dicho que eres muy exigente? — Le preguntó mientras ponía el cheddar en el pan, recibiendo un maullido de respuesta. — Pues lo eres, no entiendo qué clase de gato pide de comida esto, eres extraño. — Murmuró para luego reír levemente, recibiendo un arañazo en el dedo. — ¡Hey! Que confianzudo eres.

Una vez acabó de preparar el platillo, el pequeño michi color café se acercó hasta este, empezando a comer gustosamente. Para su paladar estaba un poco frío, le hubiera gustado la hamburguesa recién salida del horno, pero bueno, eso ya lo pediría con palabras a futuro. Mientras tanto, debería aceptar eso de congelador mientras se adaptaba.

Ninguno de los dos se esperaría lo que pasaría a futuro, ni Félix de que su gato era algo especial, ni el gatito café, el cual terminaría sintiendo algo más cuando puedan conocerse realmente.

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Cafecito. | Cancelix. Where stories live. Discover now