ˏˋ°•*⁀➷ 𝐀𝐭𝐡𝐞𝐧𝐚 𝐃𝐢 𝐆𝐢𝐨𝐫𝐠𝐢𝐨, una joven de tan solo doce años, decide escapar del infierno que es su hogar luego de la pérdida de su madre y enfrentarse a los abusos de su padrastro. Lo que no sabe es que su destino está entrelazado con...
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Esa noche nos sentimos bastante desgraciados. Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba repleto de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.
Decidimos dormir por turnos y yo me ofrecí como voluntaria para hacer la primera guardia. Annabeth se acurrucó en sus mantas y empezó a roncar apenas su cabeza tocó el piso, mientras Grover revoloteó un rato con los zapatos voladores dirigiéndose hasta la rama más baja de un árbol, recostándose contra el tronco y cerrando sus ojos. Por otro lado Percy seguía despierto, sentado cerca mío.
──Duerme── le dije ──Te despertaré si surge algún problema── este solo asintió y continuó con sus ojos abiertos
──Es tarde, hago guardia contigo
──No gracias, yo puedo sola
──Te puede pasar algo malo
──¿Desde cuando te preocupas por mi? Hace unas horas te estabas prácticamente burlando de mi madre── murmuré sin mirarlo
──¿Qué no me puedo preocupar por una amiga?
──Primero que nada no somos amigos
──Si lo somos
──No me has tratado lo suficientemente bien como para ser considerado como uno
──¿Tu novio Luke no te deja tener amigos?
──Cierra la boca, él... no es mi novio
──¡Hazle saber! ¿Cómo explicas el beso?── gritó indignado
──¿Quién te crees que eres para merecer mis explicaciones? Te agradecería que no te metas en mi vida. Te recuerdo que el único momento en el que fuiste relativamente amable conmigo fue cuando te presentaste, empiezo a creer que me odias
──¡Ni siquiera...!── chilló
──Te quedas encargado de la guardia── lo interrumpí para luego levantarme y caminar hasta un árbol lejano para recostarme allí
──Athena... Percy no te odia, créeme
──¿Podemos no hablar de Percy por una vez?
El sátiro se limitó a sacar su flauta de pan. Quería protestar por los sonidos pero comenzó a tocar Mozart, muy suavemente y me di la vuelta. Los ojos me escocían. A los pocos compases del Concierto para piano número 12, me quedé dormida.
