1. Limpia

500 21 4
                                    

Una mezcla densa entre cenizas, sangre seca y comida en mal estado conformaba el ambiente de la mugrienta habitación. El cuenco de guiso parecía devolverle la mirada, la retaba, esperando que se atreviera a probarlo. Pero la prisionera no tenía entre sus planes probar bocado alguno. Así que las horas pasaban en una especie de duelo entre ella y el maldito cuenco lleno con una cucharada de agua fría, una mísera patata y un trozo de algo que no ha logrado descifrar.

La chica era joven, demasiado joven, pero todos habían crecido a marchas forzadas desde que la alarma saltó. Cuando experimentas cómo se marchita el mundo, ese número dejaba de tener ningún tipo de sentido. Las normas morales, las convenciones sociales y la humanidad se difuminaban. Lo que quedaba de nosotros nos acerca más a una bestia moribunda, desesperada por sobrevivir.

— 9008, tienes visita.

Solo pudo diferenciar unos ojos hambrientos, quizá solo saciados con rabia o venganza. Eran los mismos que ayer le salvaron la vida. Llevaba la misma ropa técnica, un AK-47 y un pañuelo que le cubría hasta la nariz.

Le dio una pequeña patada al cuenco de comida.

— Andando.

Chiara detestaba recibir órdenes, aborrecía las jerarquías, pero era lo suficientemente perspicaz para saber que no tenía más opción que acatar todo lo que aquella chica dicte. De momento la estaba sacando de aquel tugurio, aunque fuese también la persona que la había llevado hasta el mismo. No le convenía ponerse en su contra.

— Después de ducharte vas a pasar el reconocimiento en la enfermería, luego iremos al edificio comunal y te encontraremos una func...

— ¿Cómo te llamas? —interrumpió el discurso abruptamente. Si había podido mantenerse viva durante estos últimos días necesitaba también mantenerse humana.

El ruido blanco del walkie-talkie de su guardia personal fue la única respuesta que encontró, seguida de unas instrucciones en clave a las que no prestó demasiada atención.

El agua se clavaba en cada uno de sus músculos como pequeñas agujas heladas. No debería quejarse y no lo hace. Esto era más de lo que ha tenido desde que huyó de la isla. Los recursos eran escasos y lo cierto es que poder llenar un cubo con agua turbia se podía considerar todo un tesoro. "El premio gordo", como solía decir Ruslana.

Se le formó un nudo en la garganta y, de pronto, la culpabilidad duelía mucho más que esas gotas de cristal que parecían querer perforarle la piel.

Con una de sus manos hizo presión sobre la otra muñeca. Demasiada presión, estaba ejerciendo toda la fuerza que le era posible. Luego siguió el camino de sus venas y delineó unas marcas rojas que estaban presentes desde ayer. No parecía encontrar signos de tener ni el más mínimo rasguño, ninguna herida abierta por leve que sea. Sin embargo, no pudo evitar que su respiración se agitase. Su pulso se aceleró. El recuerdo se mezcló con la realidad y creyó que eran sus propios dedos los que ahora se tornaban en una monstruosa deformación llena de llagas y ampollas.

Abrió la boca para pedir ayuda pero de ella no salió ningún sonido. Se agachó y se llevó las manos a la cabeza. Era demasiado tarde. Ha vuelto a ese lodazal.

***

— Te pesa el culo, Chiara.

Ruslana le dedicaba una sonrisa sincera mientras le ofrecía la mano para ayudarla a subir. Tenía la cara manchada de tierra y un pequeño corte debajo de la ceja.

— No todas somos Lara Croft —alzó las cejas, replicando con ironía —. O Kim Possible. Te pega más porque es pelirroja.

— Lo que tú digas, Shego.

Desde el techo oxidado de la furgoneta tenían una vista bastante despejada del camino que se abre entre matorrales, arbustos y charcas de barro. Chiara hizo algunas anotaciones en un mapa mientras su amiga enumeraba todos los puntos de interés. No quería ser un lastre, así que se esforzaba en ser intentar ser útil para Ruslana. Se lo debía

— Malas noticias, Kiki. Vamos a tener que buscar un lugar en el que acampar. No llegaremos al refugio antes de que anochezca.

Chiara sintió el escalofrío de una mala premonición. Pero Ruslana no creía en esas cosas. Asientió en silencio. Al fin y al cabo, siempre les ha ido bien juntas. Ninguna de las dos está infectada y eso es todo lo bien que les puede ir en un maldito apocalipsis.

***

Un fuerte golpe en la puerta de la ducha hizo que volviera en sí. O casi. Seguía en posición fetal, agarrándose las rodillas, con la cabeza hacia abajo y el cabello rozando el suelo de la ducha.

— Como no salgas ya te juro que la próxima vez te lavarás con los meados de los perros.

La puerta crujió y esa especie de mercenaria ahora la apuntaba con una pistola corta, aunque no por demasiado tiempo.

— Joder.

Lo siguiente que sintió es una toalla sobre sus hombros y los brazos de una desconocida abrazándola. Chiara de nuevo se encontró con esos ojos, pero esta vez con un poso cálido, mucho más parecidos a los de la noche anterior.

La enfermería tenía mejor higiene que el resto de estancias que ha podido visitar. No es nada del otro mundo, seguramente no pasaría las inspecciones de sanidad de los hospitales hace apenas un año, pero hoy por hoy es todo un logro.

Encima de la camilla dejó colgando las piernas y las movía como una niña pequeña. Mantuvo  la cabeza gacha, no podía con la presión de soportar esa mirada. Querría devolvérsela, aguantar el tipo, hacer preguntas, pero estaba demasiado turbada. Y ni siquiera aún sabía su nombre.

— Ya te he dicho que la comprobamos cuando la encontramos.

— ¿Y? Ya sabes cómo va el protocolo. Ni que fuera la primera vez, Hódar.

Una mujer de mediana edad, con mascarilla y guantes, se acercó a la camilla con un escáner. El mismo tipo de escáner con el que ayer la apuntaba, Hódar. Al menos ya tiene un apellido.

***

El disparo le causó un pitido insoportable en los oídos. Tenía las manos llenas de sangre pero no de la suya. Los restos del infectado se habían caído prácticamente encima de ella. La mezcla de vísceras con otro tipo de residuos que parecen hongos la pusieron a prueba al intentar contener una arcada. Se sientía mareada. El polvo de aquella cabaña estba consiguiendo asfixiarla.

Bip. Bip. Bip.

En el lugar por el que vino el disparo el polvo dejó entrever a una figura femenina. Llevaba una máscara de gas y apenas se le veían los ojos. Parecía que hablaba con otras dos personas que la esperaban fuera.

Bip. Bip. Bip.

Una luz verde consiguió desestabilizarla. Ya la había visto antes. Esos aparatos dicen detectar la infección sin ningún tipo de margen de error. También parecen otorgar una especie de cláusula moral antes de ejecutar a alguien. Todo sea por el bien de la humanidad.

—  Vamos, vamos. ¡Mierda!

La figura femenina acabó golpeando el escáner contra el suelo. Error No Identificado. Y otra vez volvió a apuntar a Chiara con él.

— ¿Por qué coño tardas tanto? Mañana será uno de ellos. Pégale un puto tiro y vámonos de aquí antes de que aparezcan más.

Bip. Bip. Bip.

— ¡No! ¡Esperad!

Chiara miro la pantalla del escáner que aún seguía parpadeando. El mensaje de hace unos segundos no había cambiado. Error No Identificado. Lo último que recuerdó antes de perder el conocimiento fue la mirada compasiva de aquella extraña. 

— Está limpia.







Lo que queda de nosotras | Chiara y Violeta (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora