3. El monstruo

46 9 34
                                    

¡Cómo puedes compararte con ella! ¡Cómo puedes creer que entiendes mi dolor cuando no eres más que una mierda! ¡Ojalá te hubieras muerto tú!

Las pesadas cortinas de la habitación se abren y me despiertan de una pesadilla que se repite de forma constante cada vez que trato de descansar.

Es el segundo día que estoy consciente y el cuarto desde que ingresé en urgencias. Todavía me cuesta mucho pensar que esa voz y el responsable de que yo esté aquí y que mi bebé esté muerto es Saúl.

No puedo recordar mucho todavía. Sólo unas pocas escenas que me parecen salidas de una película. Todo tiene que ser una confusión. Hay una explicación para todo. No me creo que Saúl haya... No quiero ni pensar en ello. ¡No puedo! ¡No puedo creerlo! ¡Tienen que ser los engaños de una mente traumatizada!

Leo tantos libros dramáticos, veo tantas series y pelis del mismo estilo que he hecho una mezcla de todas esas historias y generado una fantasía que parece tan real y tan lógico que todos creen que es eso lo que está pasando.

Es posible que hayamos tenido un accidente de coche... ¡O que hayan entrado en casa unos ladrones y nos hayan robado de forma violenta y yo haya terminado aquí, se hayan llevado con ellos a Saúl y a Dulce...!

—¡Oh, dios! ¿Dónde está Dulce? —gimo.

Otro ataque de llanto. No puedo parar de llorar, de sentir cómo el mundo se me echa encima porque ¡lo he perdido todo! Mi bebé, mi pareja, mi perro, mi trabajo y ¡mi vida! ¡Tendría que estar muerta yo también! ¡Para qué coño quiero vivir así!

—Cariño, ha venido una subinspectora de la policía de la UFAM y le gustaría poder hablar contigo —informa mi madre.

¿Por qué me tienen que hacer pasar por esto de nuevo? No tengo ganas de recordar nada de lo que me ha pasado. Ni siquiera creo que esa versión de los hechos sea la correcta. ¡Saúl no puede ser el responsable de esto! ¡Él me ama! ¡Íbamos a tener un hijo! ¡No puede ser un monstruo y haberme engañado durante tanto tiempo!

Asiento, no obstante, y una mujer alta, cabello rubio suelto sobre los hombros y vistiendo una camiseta de mangas cortas y unos pantalones vaqueros, se presenta. Es demasiado informal para ser una subinspectora. ¿Cómo puede llevar una investigación de esa forma?

—Buenos días, soy la subinspectora María Beltrán de la Unidad de Familia y Mujer de la Policía Nacional. Primero que todo, te agradezco mucho que me des este espacio. Sé que no son momentos sencillos para ti, pero la información que nos puedas dar, nos será de mucha utilidad para la investigación.

—Saúl no es un maltratador —espeto—. No sé por qué a todos os ha dado por eso.

—No pretendo sentenciar a nadie sin pruebas. No obstante, todos los indicios nos conducen a esperar eso y de ahí que tu testimonio sea vital para definir su grado de implicación en lo que te ha sucedido.

—No recuerdo nada, inspectora. Tan sólo tengo pesadillas y eso no significa nada. También sueño con ser millonaria y no lo soy. Lo siento mucho, subinspectora, pero no puedo decirle lo que no sé.

—No te preocupes, Esperanza. Es posible que ahora no estés segura de tus recuerdos. En cualquier caso, cuenta conmigo para lo que sea. —Acompaña sus palabras mientras me ofrece una tarjeta con su hombre, rango y un número de móvil—. Señora, ¿me puede acompañar?

La subinspectora y mi madre salen de la habitación. Hablan con un volumen tan bajo que apenas entiendo nada. Un par de minutos después, mi madre reaparece limpiándose los ojos con un pañuelo de papel.

—¿De verdad creéis que él es el responsable? —recrimino.

—No hace falta hablar ahora de esto, cariño. Tienes que recuperarte...

—¡Saúl no puede haber matado a nuestro bebé!

—Esperanza, los vecinos lo vieron salir corriendo del piso con las manos ensangrentadas, con Dulce en brazos e ignorar tu cuerpo en el descansillo de la escalera. No llamó ni a la policía, ni a urgencias. Huyó. —No puede contenerse y empieza a llorar—. Ojalá todo fuera una confusión. N-nosotros lo queríamos... No entendemos cómo pudo hacerte eso. Pero... ¡Oh, dios! Los vecinos escuchaban como te gritaba, te insultaba, deseaba que te murieras y todo eso seguido de ruidos y golpes. ¡Nosotros deberíamos haber visto eso y haberte ayudado!

Todo es tan confuso. Mi madre nunca me mentiría en la vida. Nuestros vecinos eran amigos con los que solíamos salir a comer casi todos los findes. ¿Están todos equivocados? O ¿soy yo la que no está viendo la realidad?

¡Pero en qué mundo puedo creer que alguien que siempre me ha amado con todo su corazón me dé una paliza semejante! ¡No puede ser cierto! ¡Tiene que haber otra explicación! ¡Si hemos proyectado lo que íbamos a hacer una vez que nuestro bebé naciera!

—Mamá. Entiende que por mucho que me digas, no soy capaz de verlo. Si hubieras vivido lo que yo viví con él... Tiene que haber pasado otra cosa. Él no puede ser un monstruo. No... No puede serlo.

Esperanza tiene que hacer un esfuerzo por aceptar que no conocía al verdadero Saúl

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esperanza tiene que hacer un esfuerzo por aceptar que no conocía al verdadero Saúl. Al final, quien parecía ser su alma gemela, resultó ser un cabr0n sin escrúpulos.

En el siguiente capítulo Esperanza va a conocer a una persona que puede cambiar su punto de vista de todo (su vida, el maltratador de su ex...). ¿Queréis conocerla? ¡En breve lo haréis!

Gracias por acompañarme.


Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora