────𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

            La lluvía culminó con la semana de días soleados del que todo el pueblo de Bree había disfrutado con regocijo

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            La lluvía culminó con la semana de días soleados del que todo el pueblo de Bree había disfrutado con regocijo. El cielo tembló y arrastró todo a su paso bajo una llovizna que obligó a las personas a esconderse bajo las capuchas de sus capas. Entre ellos, agazapado bajo su capa color ébano, y mirando a su alrededor, receloso, Thorin Escudo de Roble ingresó a la taberna.

La calidez que encontró allí dentro lo incentivó a despojarse de sus armas, ahora arrastrandolas a su paso. Había mucha gente, y sobre todo, muchos sonidos retumbando en la taberna. Era el lugar ideal, se dijo, para pasar desapercibido entre medianos, hombres y otros enanos.

— Aquí tienes. —La cantinera le pasó un tarro de cerveza.

Thorin Escudo de Roble le agradeció, apartando el tarro a un costado para centrar su atención en el plato con pan, queso y frutas que estaba frente suyo. Percibió una intensidad rasgandole la piel, unas miradas encarnadas en su figura, acechándolo desde las sombras. No le resultó extraño, sintió esas miradas clavadas en él como dagas desde que ingresó a la taberna. Sigiloso, Escudo de Roble deslizó su mano para coger su espada.

—¿Te importa si me siento? —Una figura ataviada en túnicas grises tomó asiento al frente suyo. El hombre detuvo a la cantinera mientras Thorin lo observaba en silencio—Yo tomaré lo mismo.

Los hombres que estuvieron acechándolo, a punto de atacarlo, volvieron a sentarse en cuanto reconocieron al hombre anciano que lo acompañaba.

—Debería presentarme. Me llamó Gandalf. Gandalf el Gris.

—Se quien eres.

—Bueno. Esta es una agradable casualidad. —Gandalf sonrió—¿Qué trae a Bree a Thorin Escudo de Roble.

Thorin bajó la cabeza.

—Recibí noticias de que habían visto a mi padre vagando por las praderas cerca de las Tierras Brunas. Fui a buscar. No encontré ninguna señal de él.

—Thorin, hace mucho tiempo que solamente se oyen rumores acerca de Thrain.

—Aún sigue vivo. Estoy seguro de ello. —Dejó las palabras al aire cuando la cantinera le pasó a Gandalf su cerveza y un plato de lo mismo que Thorin—. Mi padre vino a verte antes de desaparecer. ¿Qué le dijiste?

—Le rogué que marchara sobre Erebor para concentrar a los Siete Ejércitos de los Enanos. Para destruir al dragón y recobrar la Montaña Solitaria. Y a ti te diría lo mismo. Recobra tu tierra.

Aunque las palabras le endulzaron el oído al príncipe, confió en su recelo del hechicero. Por defecto, los enanos solían ser tercos, desconfiados y orgullosos.

—Este encuentro no es una casualidad, ¿o sí, Gandalf?

—No. No lo es. La Montaña Solitaria me preocupa, Thorin. El dragón se ha asentado así por mucho tiempo. Tarde o temprano mentes más oscuras mirarán hacia Erebor. Me topé con personajes desagradables mientras viajaba por el Camino Verde. Me tomaron por un vagabundo.

—Imagino que lo lamentaron—resopló Thorin.

—Uno de ellos traía un mensaje. —Sobre la mesa de roble, posó un pedazo de tela sucia y amarilla, con unos símbolos en una lengua que el enano desconocía—. Es Lengua Negra. Una promesa de pago.

—¿De qué?

—Tu cabeza. —La noticia lo impactó unos instantes. Thorin sintió que le dieron un mazazo en la cabeza—. Alguien te quiere muerto. Thorin, no puedes esperar más. Eres el heredero del Trono de Durin. Une a los ejércitos de los enanos. Juntos, tienen el poder y la fuerza para retomar Erebor. Convoca una reunión a las siete familias enanas. Exige que afirmen su juramento.

—Los Siete Ejércitos hicieron un juramento a aquel que empuñara la Joya del Rey. La Piedra del Arca. Es lo único que los unirá y en caso que los hayas olvidado esa joya fue robada por Smaug

Gandalf lo miró fijamente.

—¿Qué tal si yo te ayudara a reclamarla?

—¿Como? La Piedra del Arca yace a medio mundo de aquí enterrada bajo los pies del dragón que exhala fuego. ¿Cómo puedes vencer a un dragón?

Gandalf sonrió ladino.

—Con otro dragón.

Thorin ladeó la cabeza, y por sus ojos azules pasó una oscuridad desconocida.

—No voy a meter a otro dragón a la montaña.

—No estoy hablando de otro dragón de Morgoth.

Escudo de Roble parpadeó.

—Los Aes Sidhe y sus dragones llevan extintos desde hace más de trescientos años.

—En eso te equivocas, mi querido amigo enano. —Gandalf se inclinó sobre la mesa—. Conozco a una persona que estará dispuesta a unirse a la causa. La última de los Aes Sidhe. La última Jinete de Dragón. Por sus venas corre la sangre de Sera la Blanca, la sangre de Delythena I.

—No funcionará.

—La única manera de vencer a un dragón es con otro dragón, Thorin Escudo de Roble. 

 

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SONATA DE FUEGO Y CENIZAS | El Hobbit & ESDLAWhere stories live. Discover now