XI

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Un día antes de la depuración.


Un día nuevo había comenzado para Ágata, despertó muy temprano para iniciar su día como cualquier otro, su rutina había regresado a lo que fue antes de ser la prometida del rey, fue directo a la cocina a prepararse un café, todavía estaba en pijama y con mucho sueño encima.

Se asomó por la ventana ventana, el cielo rojizo se veía más opaco, dándole a entender que debía abrigarse bien hoy, su café estaba listo, agregó leche y una cucharada de azúcar, cerró los ojos disfrutando de aquella bebida que la hacía despertar y la mantenía calientita.

Una vez terminó fue a ducharse, tomándose el tiempo en esto, el agua caliente pasaba por el cuerpo de Ágata mientras ella pensaba en lo que había ocurrido el día anterior y en su interior suplicaba que Alastor de verdad guardara ese juramento, cerro la llave y salió secando su cuerpo, ni siquiera se molesto en cubrirse ya que vivía sola ¿Quién la vería?.

Abrió la puerta del baño para dirigirse a su cuarto, o eso pretendía pues divisó una mancha roja por el rabillo del ojo y rápidamente volteó, pero no vio a nadie ahí, ella solo se encogió de hombros y se metió a arreglar. Mientras que en su sala se encontraba un nervioso y sonrojado Alastor que pretendía sorprenderla, aunque es más que evidente que quien termino de esa manera fue él.  Optó por esperar a la mujer fuera del complejo de departamentos en el que ella vive, con el corazón aún desenfrenado y con un sonrojo evidente, por otra parte, Ágata escuchaba música mientras cepillaba su cabello dejándolo suelto e iba a buscar ropa interior y el conjunto que iba a ponerse hoy.

Un pantalón rojo hasta la cintura y una blusa blanca de manga larga con cuello en "U" fueron suficientes para la chica, quien había elegido ropa interior del mismo color que su blusa, tomó unos botines negros de tacón y se maquilló, limpió todo su desastre con un chasquido y tomo una gabardina roja. Lista para irse, agarró su bolso y metió sus cosas para después salir del departamento y bajar por las escaleras.

En sus ojos lucía una sombra roja con un delineado estilo zorro que hacían que su mirada se viera más cautivadora, mientras que en sus labios traía brillo labial; salió del edificio para toparse a aquel demonio que ya estaba totalmente tranquilo y al verla solo pudo tensarse por un momento antes de ensanchar su sonrisa y acercarse a ella para tomar su mano y dejar un beso en el dorso de esta.

-Buenos días dulzura- La miro entrecerrando sus ojos, miraba lo hermosa que se veía -Hoy te ves radiante ¡Alguien tan esplendida como tu merece flores solo porque si!- Y de la nada, un ramo de rosas apareció delante de Ágata quien las tomó con un ligero sonrojo.

-Buenos días Alastor, te agradezco el detalle- Miró las rosas, contemplándolas un rato hasta que Alastor la sacó de sus pensamientos ofreciéndole su brazo de nuevo  -Parece que siempre tendré que tomar tu brazo cuando te vea-

Alastor cerro los ojos esperando a que la mujer entrelazara su brazo con el de él, ella no tardó en corresponderle, comenzando a caminar con calma.

-Tengo que ir al castillo hoy, me temo que estaré más ocupada que de costumbre y no podré salir contigo- Miro al demonio a su lado quien solo mantenía una mirada tranquila.

-Oh no te preocupes por eso querida, hoy quise acompañarte al trabajo- La chica lo miró confundida

-¿A que se debe esta repentina acción?- Dijo con una sonrisa amable, Alastor estaba encantado con ella a su lado.

-Siento que debo protegerte más, no quiero que por tu limitación alguien trate de aprovecharse de ti- Respondió en tono burlón, haciendo que la mujer lo mirara divertida.

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