CAPITULO I

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En el salón elegante de la casa de su mejor amigo Sebastián Hunter, el vino y la comida sobraban, así como la gente bella. Estar en una de sus famosas fiestas era sinónimo de despegue social. Todo aquel que quería ser alguien se esforzaba en ser invitado a la enorme casa de las colinas de Villa Hermosa. La condición era tener poder, riqueza o belleza. Sebastián era la máxima representación de todas ellas.

Y luego estaba él, Casper Rojo, hijo de Ezequiel Rojo, el hombre más rico del pueblo, dueño del Viñedo Rojo, principal fuente de ingresos de Villa Hermosa.

El laúd, las panderetas y la gaita sonaban estridentes y formaban una alegre melodía a la que se sumaban las risas de las personas que bailaban, bebían o charlaban.

El joven Francis Leroy no dejaba de mirarlo desde el otro lado del salón, podía sentir sus bonitos ojos verdes recorriéndolo, incluso cuando estaba de espaldas. Francis sería un delicioso bocadillo esa noche, pero Casper no quería apurar su aperitivo. Tenía por costumbre llevar a sus conquistas al límite, hacerlos desesperar y así, cuando el momento llegara, la satisfacción del encuentro sería máxima. Por eso lo miraba de reojo, le sonreía con picardía, de esa forma mantenía vivo el juego y encendía el deseo. Luego se apartaba, lo ignoraba un poco para después volver a darle señales. En eso llevaba casi la mitad de la noche, porque a Casper lo que lo entusiasmaba era la cacería.

—¿Piensas cogértelo o qué? —Sebastián se acercó y le entregó una copa de vino—. Está que se derrite por ti.

Casper no le contestó a su amigo, en lugar de eso enganchó los ojos en los de Francis. Lo miraba sin parpadear mientras llevaba la copa a los labios, para después relamerse con sensualidad las gotas que quedaron sobre ellos. En las mejillas del muchacho apareció un intenso rubor, bajó los ojos y sonrió con coquetería. Casper, en cambio, rio internamente de su triunfo y apartó la mirada para dirigirla a su amigo, quien observaba la escena a su lado.

—¿Tú qué crees? Por cierto, llevabas rato desaparecido.

—No eres el único exitoso esta noche.

Sebastián giró un poco y sonrió en dirección a Claudia, la hija menor de uno de los concejales del pueblo. Le lanzó un beso que la joven rubia atrapó en el aire.

—¡Qué cursi eres! —se burló Casper, apartando la vista de la muchacha—. ¿Estás seguro de que involucrarte con Claudia sea buena idea? Si su padre se entera...

—La dulce Claudia está comprometida —dijo Sebastián con fingida pena mientras le palmeaba la espalda—. Partirá la semana que viene a la capital, mientras tanto disfrutaremos de este maravilloso y trágico amor que ha surgido entre nosotros.

—Espero que no se te rompa el corazón. —Bromeó Casper y luego agregó—: ¡Oh, cierto!, ¡no tienes!

—¡Mira quién habla! —Sebastián puso los ojos en blanco.

—Bueno, tal vez no tenga uno, pero puedo calentar otro. —Casper le entregó la copa vacía a Sebastián y caminó en dirección a Francis—. Hora de la jugada final. Nos vemos mañana, mi querido amigo.

—¿Cómo que mañana? —protestó Sebastián—. ¡La noche es joven!

—Exacto.

Casper llevaba mucho tiempo detrás de Francis y no pensaba saciar sus lujuriosas fantasías en solo un par de horas. Caminó cuál felino hacia el joven de ojos verdes, que lo miraba con el rostro encendido en rosa, expectante y tembloroso.

***555 PALABRAS

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Casper y un lobo no tan feroz (Boyslove)Where stories live. Discover now