20. Nobody

2.4K 315 22
                                    

El castillo era frío, rodeado de mar y expuesto a los vientos costeros tomaba las bajas temperaturas de un lecho marino en invierno, las paredes de roca apenas se iluminaban con las parpadeantes llamas de las velas y antorchas.

Aemond caminaba intentando contener los escalofríos que invadían su cuerpo, hace poco había estado cómodamente recostado entre suaves colchas mientras la fogata calentaba la habitación que sus anfitriones le otorgaron, por desgracia su curiosidad terminó arrancándolo lejos de su cómoda cama.

Había escuchado algo, no podía distinguir qué pero sonaba como un gruñido incómodo de algún animal, era extraño e inquietante y lo dejó nervioso en su lugar intentando pensar en la posible causa. Después de varios minutos tensos en la habitación, Aemond decidió salir a investigar, salió sin tomarse el tiempo de ponerse calzado o abrigar mejor su cuerpo además del holgado camisón de cama y los pantalones flojos que lo acompañaban.

Pronto el joven príncipe descubrió la pésima idea que significaba deambular solo en un castillo desconocido en medio de la madrugada, no había guardias o sirvientes a la vista y los largos pasillos llenos de puertas iguales confundieron su sentido de la orientación.

Cuando estaba a punto de rendirse y atreverse a tocar una puerta al azar en busca de ayuda el chirrido de las bisagras y el pesado movimiento de la madera lo hicieron voltear a su espalda, ahí, sosteniendo la enorme puerta tallada estaba la figura de su sobrino Lucerys, quien se tallaba los ojos claramente adormilado, su ropa de dormir azul grisáceo casi lograba camuflar su pequeño cuerpo con la roca de los pisos y las paredes pero su pálida piel destacaba entre toda la oscuridad, brillando en destellos naranjosos gracias a las llamas de las antorchas.

Pasaron largos segundos en silencio el uno frente al otro, Luke intentaba enfocar su visión y el mayor simplemente no sabía qué decir.

—¿Te perdiste, tío?— dijo finalmente el pelinegro con una sonrisa somnolienta.

Aemond frunció el ceño ante la pregunta, realmente no quería admitir su error y menos frente a alguno de sus sobrinos. —Hmp, los pasillos son confusos y no conozco este lugar, eso es todo.

—Está bien, yo también me pierdo a veces, Jace se molesta porque siempre termino tocando su puerta.— mencionó. —No sé cuál es tu cuarto tío y todos están dormidos, pero si quieres puedes quedarte aquí y mañana buscamos tu habitación.

—No creo que sea...

—Tranquilo, hay mucho espacio.— interrumpió el menor.

Aemond estuvo tentado a negarse y decirle que no eran bebés para dormir juntos pero el temblor de su cuerpo y lo adoloridos que se sentían sus pies tras caminar sobre la fría piedra lo hicieron callar. Con un asentimiento incómodo entró a la habitación, la chimenea era mucho más grande a la que había en las habitaciones de invitados, en realidad todo lo que había ahí incluyendo el propio espacio era mucho más grande y lujoso, candelabros, adornos, chapados en cada mueble y varios escudos Velaryon brillaban bajo la luz del fuego gracias a la plata o acero del que seguramente estaban hechos.

Había un enorme espejo de plata pulida casi del tamaño de la puerta y varias estanterías repletas de todo tipo de juguetes, figuritas y bellas caracolas, corales, estrellas de mar y todo tipo de cosas provenientes del mar. Él era un príncipe Targaryen e incluso así todo eso le pareció demasiado ostentoso para un simple niños, ni siquiera el cuarto de Aegon que ya había cumplido los doce contaba con tantos lujos, quizá es por la riqueza Velaryon que no tiene comparación en los Siete Reinos, razonó.

Lucerys lo condujo hasta una amplia cama recubierta por un fino dosel, ambos niños se acomodaron entre las mantas dejando casi un metro de distancia entre ambos, el platinado se regocijó ante la celestial sensación de cobijas calidas y un colchón mullido, era casi como flotar en una nube. Miró con curiosidad las figuritas de papel que flotaban sobre la cama junto a varias conchas marinas de distintos tipos y colores, todo colgado por hilos delgados sujetados al techo.

A Mother's Lulluby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora