❀ tres ➳ ❝ la magia de Boryeong ❞

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❝ Lᴀ ᴠɪᴅᴀ ᴄᴏɴsɪsᴛᴇ ᴇɴ ᴄᴇʀʀᴀʀ ᴇᴛᴀᴘᴀs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴏᴍᴇɴᴢᴀʀ ᴏᴛʀᴀs

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❝ Lᴀ ᴠɪᴅᴀ ᴄᴏɴsɪsᴛᴇ ᴇɴ ᴄᴇʀʀᴀʀ ᴇᴛᴀᴘᴀs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴏᴍᴇɴᴢᴀʀ ᴏᴛʀᴀs.

Tᴏᴅᴀs sᴏɴ ᴅɪsᴛɪɴᴛᴀs; ᴇɴ ᴛᴏᴅᴀs ᴄʀᴇᴄᴇs. ❞




𝘋𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳 𝘯𝘰 𝘮𝘦 resultó lo más cómodo. Creo que desperté con tortícolis o de plano con la columna atrofiada.

No podía comprender como Hyerim podía dormir en estos colchones tan incómodos y me hice una nota mental para cuando volviera a Seúl, debía traerle los mejores colchones para que nunca mas vuelva a sufrir algún dolor, tal como yo lo estaba experimentando en tan solo dos noches de mi estadía en esta granja.

Y me quedaban cinco más.

Las vacas y los gallos hacian el coro perfecto, o sencillamente estaban compitiendo por cual de los dos son los mas insoportables. Tapé mi rostro lloriqueando por tener que levantarme a limpiar mas mierda.

Todo sacrificio tiene su recompensa.

Con aquel pensamiento me levanté antes que Hyebonita me pegue un grito obligándome a despertar. ¿Para qué tener cinco alarmas puestas en este lugar? Con razón casi nadie tenía celulares.

Bastaba con los animales. Son la alarma perfecta.

Me puse tan solo el pantalón para salir sin nada que me cubriera arriba y creo que fue la peor decisión, porque un hombre estaba parado justo frente a mí cuando abrí la puerta de la habitación.

Pegué el grito en el cielo por el susto y cerré nuevamente para mirar a mis alrededores buscando algún elemento para defenderme... y claro, también a Hyerim. Tomé mi cabeza al no encontrar nada con lo que pudiera dar pelea, hasta que unos leves golpes en la puerta y una suave voz me hicieron caer devuelta en ls realidad.

—Oye, idiota, ¿estás bien?

Tal dulce como lo es ella.

Tragué saliva al saber que efectivamente no estaba en peligro y ella tampoco. Vi la camiseta y me la coloqué para abrir nuevamente, viendo a mi ángel justo frente a mí.

Mucho mejor que el tipo anterior.

—Me asusté. Vi a alguien y pensé que era un ladrón o algo. — confesé arrugando mi nariz. Ella rodó los ojos soltando una pequeña risa y negó.

—Es un amigo. Vive en la otra parcela, una que está a unos veinte minutos de aquí. No seas asustadizo.

—Perdón, no estoy acostumbrado a toparme con gente que no conozco tan temprano. — respondí a la defensiva, con algo de obviedad.

—Si te enojas, tus líneas de expresión se acentúan y un artista como tú no puede envejecer a tan temprana edad.

Ella jugaba conmigo. Ella estaba jugando conmigo. Suspiré pesado, cruzando mis brazos.

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