𝐖𝐚𝐫 𝐎𝐟 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 • 𝗕𝗿𝗶𝗱𝗴𝗲𝗿𝘁𝗼𝗻

𝐈

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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈

Gran reputación

War Of Hearts.

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La muerte era un hecho difícil de superar. La muerte de alguien cercano, era extremadamente dura. Ni los meses ni los años te harían olvidar, y tampoco te dejarían de recordar que ya no estaba cerca.
Lo único que el tiempo te arrebataba, era el recuerdo de su voz, la manera en la que caminaba, o como fruncía el ceño cuando algo le molestaba. Eso... era lo más cruel, pues recordabas todo, menos lo que confirmaban la vida en una persona.
Cuatro meses, tan sólo cuatro meses, Anna ya empezaba a olvidar la voz de William.
¿Como era posible que la muerte pudiera borrar años y años de relación con una persona? Como si quitarle la vida no fuera suficiente.

Era difícil, Anna aún lloraba cada noche antes de dormir, y todas las mañanas al despertar.
Su madre era un caso contrario. Empezando con el hecho de su nulo sufrimiento durante el funeral, y los meses siguientes.
Aunque se las apañó para conseguir que Anna viviera con ella.
Ahora, la pequeña Annita, de cabellos dorados, era la heredera de Inglaterra, y la reina Charlotte, no permitiría que la siguiente reina de Inglaterra, viviera entre los franceses, haciéndose de sus costumbres y trayéndolas a Reino Unido.
Aunque ya era muy tarde para eso.

Lo único que mantuvo a Anna tranquila después de la muerte de su hermano, fue la mejoría de salud de su padre y la mudanza de sus otros tres hermanos, dejándola solo a ella, a los gemelos y a su madre en el palacio de Buckingham.
La reina logró tranquilizar más a su hija en cuanto cambiaron su residencia al palacio de St. James, evitándole así el mal sabor de boca, obligándola a recordar su niñez con William en Buckingham.
Las cartas de su más grande amistad, fueron en gran parte la que la mantuvieron cuerda por los últimos cuatro meses.
Y no, no se trataba de una de sus amigas francesas.
Eric Gabriel de Borbón, el infante de España, hijo del rey. Lo había conocido gracias a William y sus tantos viajes para aliar al Reino Unido con otras colonias.

En el acto, William ganó un aliado de la corona inglesa, y Anna un amigo, un gran amigo.
Cada año le enviaba cartas, pero la noticia de la muerte del príncipe heredero de Inglaterra, había llegado hasta oídos de los españoles.
Y aunque no pudieron asistir al funeral, Eric siempre estuvo para Anna, presente en su correspondencia cada mes.
Le alegraba mucho leer sus palabras, y escribir devuelta. A pesar de no haberse visto en años, Anna sentía la misma conexión, una fraternal, al igual que con los hermanos tres F, Fernando, Felipe y Fidel, los hermanos de Eric.

La correspondencia, la compañía de los gemelos, las lecciones de su madre para ser una reina, y la inminente temporada social de 1814, que se acercaba a pasos agigantados, la mantuvieron lo suficientemente distraída como para no pensar todos los días en William. Pero era casi imposible no pensarlo, no recordarlo.
Algo en el aire cambió el día de su muerte, algo que Anna no podía explicar, y que si se lo decía a alguien, seguramente la tacharían de loca, como a su padre.