Nightmare | Catnap & Dogday

Capítulo Único

Las risas características en Sweet Home Sweet se han apagado al igual que las luces en aquella cúpula. No se escuchan los pequeños pasitos correr en la madera del hogar, muy apenas se escuchan bostezos al pasar por las recamaras y sabe que en cuestión de segundos, lo único que oirá será silencio y algunos ronquidos.

Sus compañeros se encuentran agotados, la mayoría descansando en las habitaciones individuales, pues la cena como las horas recreativas culminaron hace rato; él debería unirse a ellos, tomando en su pata el sol que lo representa, pero prefiere permanecer un rato más, sin importar la oscuridad inquietante que cubre la casa, ni la falta de sonidos ambientales al encontrarse tan alejados de la sociedad allá arriba.

El Playcare, un lugar que busca crear sonrisas, o al menos es el eslogan que utilizan para atraer la carne que la fábrica necesita, por ejemplo, niños, jóvenes que nadie extrañaría ni preguntaría por ellos en el exterior, niños como lo fueron él y sus compañeros, quienes abandonaron su humanidad y ahora están condenados a vivir en ese cuerpo de tela que de algún modo contiene sus órganos y sangre; en su momento destacó en la clase de anatomía, pero no fue preparado para ese tipo de cuerpo.

"De haberlo sabido hubiera intentado preguntarle a la Miss Delight sobre ello" piensa con gracia, soltando el sol en su pata para observar los hilos que mantienen las partes de su cuerpo unidas cual peluche, terminando por desviar su atención de ello para fijarla en el humo rojo que se cuela por la ventilación, extendiéndose prontamente en las recamaras del segundo piso.

Retrocede hasta lo que es la sala principal del Sweet Home Sweet, no consciente del movimiento suave de su cola en lo que espera a que el humo se extienda, cubriendo su nariz cuando el ligero perfume a lavanda fue perceptible, no buscando dejarse llevar en el encantador aroma que podría adormecer sus extremidades y apagar su mente por completo, cediendo el control total al dueño de aquel humo.

Por suerte, así como el humo entra, se esfuma, quedando a duras penas el aroma relajante de la lavanda, todo siendo silenciado casi como por arte de magia, pero la magia no existe, allí ya no.

No hay dolor; esa noche no se escuchan gritos de agonía ni se siente el aroma de la carne siendo chamuscada, por ende, los efectos secundarios del gas no se presentaron, y puede dar por concluido un día exitoso en el Playcare. Puede marcharse a descansar, necesita energía para despertar a los niños el día siguiente y liderar las rutinas tanto de los pequeños como de sus compañeros, es parte de su trabajo como líder; sin embargo, una larga cola violeta capta su atención, decidiendo seguirla a través de los dormitorios hasta la zona del Playhouse, una zona no tan concurrida por el felino.

Catnap es la representación de la luna, por ende, durante el día no hay señal alguna de su presencia sino hasta que la noche cae y la hora de dormir llega. Su trabajo no era más que conseguir que los dulces niños puedan dormir sin resistencia y cuidar de ellos vigilando las recamaras, pero desde un pequeño accidente, decidieron instalar sistemas de vigilancia con la imagen de Bobby en cada recamara, por lo que el felino ya no se vio obligado a permanecer por allí.

Atraviesa los diversos juegos teniendo que arrastrarse en los lugares estrechos, un felino tiene más facilidad de deslizarse por sitios como ese, pero a un perro grande como él no le resulta tan fácil, por ello a la hora de jugar, le dejan un espacio abierto y un montón de pelotas que atrapar. Una vez atraviesa parte del Playhouse, ya ha perdido por completo a Catnap, pero decide seguir su instinto, olfateando suavemente hasta sentir ese aroma a lavanda, intensificándose una vez decidió seguir el olor y descender en las escaleras de caracol.

Cuando el felino aparece nuevamente en su campo de visión, solo puede ver su espalda y su larga cola moverse sutilmente, luce tranquilo, por lo que no duda en acercarse, inconsciente del movimiento leve de su propia cola.