CAPÍTULO 7(PARTE II)

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Lilian salió del salón, necesitando tener esos minutos de tranquilidad, y caminó por el vestíbulo siguiendo las instrucciones de su hermana. Vio la puerta que le había indicado, pero de solo pensar en encerrarse, sintió un mareo repentino. Por lo que se desvió hacia la derecha, y siguió el pasillo que terminaba en una enorme galeria de retratos.

Aunque como el lugar estaba apenas iluminado por la luz crepuscular que dejaba colar las cortinas de lino blanco, no pudo más que suponer que se trataban de pinturas al óleo de los antepasados de los Rochester.

Ella se acercó al rincón más alejado donde había una ventana abierta y respiró aliviada el aire nocturno.

Sus pensamientos regresaron a lo sucedido antes. No podía acreditar el atrevimiento de aquel hombre, que la había tocado en las narices de toda su familia, sin ningún tipo de remilgo.

Lilian todavía podía sentir el calor de su mano en la espalda, como si la hubiera marcado con un hierro caliente. No obstante lo más apabullante es que aún podía percibir la sensación ardiente que la había recorrido en ese momento. Había sido como una corriente extraña que había puesto en tensión cada músculo de su cuerpo.

No entendía qué le estaba ocurriendo, y no quería descubrirlo tampoco. Sabía que Rochester solo tenía intención de provocarla, que su objetivo era importunarla y sacarla de quicio para ponerla en evidencia frente a sus familiares. Aun así, y de una manera inexplicable para ella, había podido percibír en esa caricia un deje de anhelo y posesión. Él la había tocado de manera íntima, y lenta, como si no quisiera detenerse nunca.

El solo recuerdo, le provocó un nudo en en el vientre. Tuvo que reconocer que lo que le preocupaba en realidad, era que no estaba furiosa por el atrevimiento de Rochester,
sino con ella misma por la reacción de su cuerpo ante una mera caricia fugaz.

De pronto, ya no sentía exasperación al pensar en el caballero, sino un extraño aleteo en el centro del estómago, y esa sensación no le gustaba nada.

Sofocada se acercó más a la ventana y asomó la cabeza fuera. Estaba a nivel del suelo, y delante tenía la entrada lateral de la casa. La que se debía tomar para rodear la propiedad y así salir a la parte trasera de la misma.

Lilian tomó aire, decidiendo que ya era hora de regresar a la cena, en dónde pondría en su lugar al atrevido caballero y le dejaría en claro que no permitiria en un futuro tamaño desaire.

Él no tenía razones para molestarla, ya que nada sabía acerca de sus descubrimientos, ni de su conocimiento sobre el contrabando. Si lo que quería era vengarse por la mentira que le había dicho al hacerse pasar por una criada, le diría que se había extralimitado.

Decidida se enderezó, y fue cuando escuchó el sonido de voces acercándose por el lado externo de la casa, las cuales venían en su dirección, pues oía la conversación con mayor claridad a cada paso que daban.

-Por aquí, sígueme-dijo una voz que reconoció de inmediato.

-Por qué tanto secretismo- renegó otra persona.

Ellos llegaron a su altura, justo cuando Lillian se corría hacia atrás con rapidez, y pegaba la espalda a la pared junto a la ventana, logrando ocultarse de la vista a tiempo.

-Porque tenemos invitados en la casa. No podemos arriesgarnos a que alguien nos escuche. No tengo mucho tiempo, el mayordomo anunció tu llegara en medio de la cena-explicó Rochester en un murmullo bajo.

-De acuerdo. De todos modos no tengo mucho para decirte, pero debía avisarte, no podía esperar-contestó el segundo con aquel acento extranjero, que ya sabía que pertenecía al capitán Weiss.

Conquistar a un lord*PRÓXIMAMENTE RETIRADO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora