Capítulo 2

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En cuanto posó sus labios y hundió bajo su peso la tierna piel, involuntariamente soltó un gemido de satisfacción, que provocó un notorio estremecimiento en Chizuru. Levantó la mirada hacia ella, sin despegar su boca de allí, y le mostró una juguetona sonrisa antes de dedicarse por completo a su tarea. Exploró cada centímetro hasta saciarse, aunque creía que nunca se cansaría de ello, siempre atento a cómo reaccionaba ella. Para cuando llegó al ya turgente pezón, enrolló su lengua alrededor, y aplicó una suave succión que segundos después aumentó de intensidad.

- ¡Aaah! No, espera, eso fue...

- ¿No te gustó?

- N-no es que no me haya gustado... Umm... Sólo que...

- Hmph, entiendo, no hace falta que digas más. Empieza a acostumbrarte a disfrutar los placeres sensuales sin reprimirte, esposa mía. Deberías sentirte agradecida de lo que estoy haciendo para ti.

- Lo dices como si fuera fácil no sentir un poco de vergüenza.

- Lo sé, pero entiende que no por nada las artes amatorias pueden llamarse así, y tanto humanos como demonios gozan de ello –Subió rápidamente para alinear sus rostros, besarla, y susurrar junto a sus labios– No hay nada de malo en disfrutar de ser amada, Chizuru.

Ese comentario la derritió por completo, incluso era la primera vez que oía algo como "ser amada" de parte de Kazama, era todavía muy esquivo para referirse al amor, y aún más el expresarlo admitiendo que se sentía así por ella. Pero no iba a presionarlo ni exigírselo, sabía con seguridad que el tiempo lo ablandaría como ya estaba sucediendo esa misma noche, y tenía la intuición de que él abriría su corazón mucho más una vez fueran un matrimonio oficial. Sin embargo, podía hacerle saber que había entendido a la perfección sus intenciones y lo que intentaba decirle, y así como él era quien estaba dando el primer paso adelante hacia la intimidad física, ella bien podría hacerlo desde el poner sus sentimientos en palabras.

- Gracias, y de verdad siento que me amas, Chikage, por eso te confío mi cuerpo hoy.

Lo notó titubear un brevísimo instante, a la par de ver cómo los ojos carmesí se abrían ligeramente más, como si algo hubiera impactado en él. A pesar de ello, Kazama no era alguien que quisiera exponer su vulnerabilidad, así que rápidamente se ocupó en volver a recorrerle la piel con caricias y besos en sentido descendente, hasta regresar a sus pechos. Era verdaderamente delicioso sentir la intensa y cálida humedad de sus labios y lengua recorrerla, los pequeños mordiscos que la sobresaltaban y la cosquilleaban agradablemente, y todo el sinfín de nuevas sensaciones que provenía de la estimulación de su sensible cuerpo.

El demonio repitió aquellas atenciones sobre el otro pecho, aprovechando también la oportunidad para no dejar al primero desatendido, por lo que lo acarició y masajeó a gusto. Satisfecho con todo eso, continuó bajando por el abdomen de la joven, abriendo por completo la yukata y dejándola caer sobre el futón, con ello pudiendo observar al fin enteramente el cuerpo desnudo de su amada.

Por más que ella intentara taparse por la instintiva vergüenza, el fuerte cuerpo de él le bloqueaba el intento, por lo cual Chizuru no pudo más que sonrojarse furiosamente y mirar a un lado.

- No me mires tan fijamente ahí, por favor –Pidió, en un tímido murmullo.

- No te preocupes, haré algo más que mirarte, esposa mía –Contestó él con tono juguetón.

- ¿Q-qué? ¡Ooh!

Kazama la sorprendió al agarrarla de los muslos y separárselos con firmeza hacia afuera, exponiendo aún más su intimidad. Agachándose un poco más debajo de donde estaba, procedió a besarle tentadoramente en la suavísima piel de los muslos internos, dejando escapar un ronco gemido de satisfacción. No la dejó protestar ni pedirle que dejara de hacer algo así allí abajo, era demasiado tarde para ese tipo de timidez, por lo que buscó abrumarla con agradables sensaciones que la dejaran sin palabras. La proximidad al centro de su cuerpo lo hizo percatarse del más sutil y salvaje aroma que lo llamaba, a pesar de su inexperiencia podía decir con certeza que era el de la excitación, el del cuerpo de la mujer preparándose para recibirlo. Sólo pensar aquello también le produjo una oleada de calor en su entrepierna, y maldijo el tener que contenerse todavía un rato más antes de poder unirse y hacerla suya.

Amor EndemoniadoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang