Capítulo 6

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Entre recuerdos, cartas y fotografías...

New York, primavera 2015


Abri con manos temblorosas la ajada caja de zapatos que tenia frente a mi, cuando lo hacía, casi siempre el día de mi cumpleaños, me sucedía lo mismo, apenas podia controlarme, mientras un sentimiento angustiante arropaba todo mi cuerpo.

Marzo, el mes de mi cumpleaños, entró con cielos límpidos, renovadores rayos solares que incidian en la piel aportando un poco de calor, y que competían con la brisa que por momentos arreciaba, aún fría. La primavera de ese año daba sus primeros pasos, con algunas lluvias esporádicas. La ciudad comenzaba a florecer, aportando hermosura a sus parques, a su naturaleza.

Ese año cumplía cincuenta y cinco años, las arrugas surcaban mi rostro, las canas intentaban pintar mis cabellos, antaño pelirrojos, dándole un aspecto parecido al de un garo Calico amarillo y blanco.

Como todos los últimos años lo pasaba solo, y así lo prefería. No había pastel de cumpleaños, o regalos, a lo sumo recibía las llamadas de Aidan e Isabelle, quizás de mi hermana menor Aisling que vivía en Kansas, y si se acordaba, de mi primo Edward. Mi ex esposa Eleanore no fallaba en enviarme todos los años, una graciosa postal de cumpleaños con buenos deseos.

Esa mañana, un sábado, ya había hablado por teléfono con mis dos hijos, y seguramente las llamadas de Aisling y Edward las recibiría en la tarde noche. Ya había bebido mis dos tazas de café acostumbradas, y como todos los sábados y domingos, acompañé la bebida con dos tostadas untadas de mantequilla y jalea de fresas.

En la semana, no solía comer nada sólido en el desayuno, solo disfrutaba de mis dos tazas de café bien cargado antes de salir del apartamento hacia el colegio donde impartía clases.

Recuerdo que como todos los años para esa fecha miré el interior de la amarillenta caja a la cual yo mismo le había colocado cinta de embalar en dos esquinas buscando mantenerla de una sola pieza. En ella guardaba unas cuantas viejas fotos, un pequeño libro de bolsillo que Luca adoraba, además del maltratado sobre con la última carta que conservaba de él.

Aparté la mirada, a veces era difícil, y de reojo mi mirada tropezó con el reloj en mi muñeca izquierda, ese que también había estado en la caja cuando Charlotte, la prima de Luca, me la entrego la semana después de su muerte.

Justo en ese momento Tom había saltado sobre la mesa y se pavoneo frente a mi como si quisiera recordarme a sus anteriores tocayos, entre ellos el primer gato que tuve, también llamado Tom y que fue regalo de Luca. Él adoraba los gatos, pero no podía tener uno debido a sus alergias, también le encantaban las caricaturas de Tom y Jerry, de allí el nombre del animal. Rememorar ese detalle me hizo sonreír.

Mis ojos abandonaron a Tom y este, cansado de ronronear sobre la mesa, de un salto dejó la superficie y con su casi majestuoso andar se alejó en dirección a la sala. Levanté un poco mi brazo izquierdo para mirar con atención y de cerca el reloj de enorme esfera y correa marrón que en su momento le regalé a Luca y que desde hacia años me pertenecía.

Ese reloj pulsera era todo un misterio, cuando lo recibí no funcionaba, pero aun así lo coloque en mi muñeca, ni siquiera me ocupe de llevarlo con un relojero o de cambiarle la pila. Y pasaron algunos años, recuerdo que muchas personas me preguntaban la hora y yo, algo avergonzado tenia que disculparme por no poder ofrecerla.

Sin embargo, fue años después, no recuerdo muy bien cuanto tiempo paso, pero podría dar un estimado de diez años, cuando el dichoso reloj, de la nada, volvió a la vida, y así había permanecido hasta el presente, marcando la hora exacta día tras día.

El renacer de OliverWhere stories live. Discover now