Capítulo 1: Decisiones Cruciales

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El cielo, de un azul claro y vibrante, parecía pintado por un artista meticuloso. En medio de esa vastedad se deslizaba un avión privado, un punto plateado que desafiaba la gravedad. Dentro, una mesa de cristal pulido reflejaba la luz del sol que se filtraba por las ventanillas. En torno a ella, dos figuras se encontraban inmersas en una conversación, sentadas en sillones de cuero color caramelo, cuyo valor superaba el millón de dólares.

Una de las figuras, un hombre, parecía inquieto, sus palabras eran un murmullo lleno de angustia. "Sabes que no quiero volver. Estuve un buen tiempo fuera, enfrenté muchos problemas personales. Pero entonces te encontré y lograste hacerme olvidar todo. Me diste una razón para seguir adelante y te lo agradezco. Pero te pido, por favor, no quiero volver".

La otra figura, una mujer, respondía con una voz que denotaba tristeza. "Entiendo tus miedos. Pero mis padres deben saberlo. Han pasado cuatro años y aún no los conocen, no saben lo que ocurrió. Tienen que saberlo, tienen que conocerlos, por favor".

El hombre asintió con calma. "Supongo que tienes razón. No saben nada de nosotros, ni de nuestros hijos. Tienen derecho a conocerlos. Aunque no conocerán a los míos. Lo haremos, pero solo eso".

La mujer sonrió, una chispa de alegría en su voz. "Aceptaste muy fácilmente, como siempre. Eso me hace feliz. Y de paso, podrías arreglar todo lo sucedido".

"No lo haré", replicó el hombre, irritado. "Acepté lo de tus padres porque tienen derecho a saberlo y a conocer a nuestros hijos. Pero ellos, mi familia, no. No se lo merecen".

La mujer señaló a un lugar donde se encontraban dos presencias más pequeñas. "¿Pero no crees que debes confrontar tus problemas? ¿O acaso quieres enseñarles a nuestros hijos que siempre deben huir de sus problemas?"

El hombre frunció el ceño, molesto. "No metas a los niños en esto. Sé que tienes razón, pero ellos nunca cambiarán".

La mujer propuso algo inesperado. "¿Qué tal si lanzamos una moneda para decidir?"

El hombre la miró con incredulidad. "Eso es cosa de niños".

Pero la mujer insistió, con una sonrisa arrogante. "No hay más opciones".

El hombre suspiró, resignado. "De acuerdo, tú ganas. No sé cómo siempre logras convencerme".

"Tengo un don para convencer a los tontos", bromeó la mujer.

El hombre rió. "¡Qué graciosa!".

Lanzaron la moneda. Mientras giraba en el aire, el hombre parecía temeroso. Finalmente, la moneda cayó sobre la mesa de cristal.

"¡Lo haremos!", exclamó la mujer, alegre.

El hombre suspiró, resignado. "No entiendo cómo siempre lo consigues, Maggie".

"Maggie, siempre se te olvida que soy muy buena lanzando monedas", respondió ella con una sonrisa.

Lincoln, el hombre, rió. "Siempre se me olvida. Pero está bien, lo haremos".

"Papi, ¿qué vamos a hacer?", preguntó una voz infantil.

"Creo que a papá se le ha soltado un tornillo", comentó otra voz de niño.

"Estamos a punto de aterrizar, señor Lincoln", anunció una tercera voz.

"Mio, Maiky, casi llegamos al lugar donde mamá y yo crecimos", dijo Lincoln, mirando a sus hijos y a su esposa con una sonrisa.

"Está bien, cariño. Confrontaremos todo juntos. Ya no estarás solo", respondió Maggie con alegría.

"Lo haremos, papi. No sé qué, pero lo haremos", dijo Mio con inocencia.

"No sé qué está pasando, pero apoyaré en lo que sea", agregó Maiky, con una expresión de curiosidad.

Continuará...

Personajes:

Lincoln Loud:

Lincoln Loud:

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Magüi Loud:

Maiky Loud:

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Maiky Loud:

Maiky Loud:

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Mio Loud:

Gracias y espero que disfruten esta nueva versión

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Ahora Que Lo Pienso LoudsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora