1. Vísperas de navidad.

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Diciembre, 1990.

Las voces angelicales de esos jóvenes no provocan mucha admiración en Haerin, a diferencia de Hanni que ella está bastante encantada con el villancico cantado en coro.

Da un recorrido con su mirada a su alrededor y nota que no es la única que se está quedando dormida, por lo que confirma nuevamente que ese ambiente no es ni por cerca el más esperado de navidad, a menos que seas una adicta a los villancicos y los coros de iglesia como Hanni, o bien una persona mayor que no tiene muchos panoramas.

Haerin no tiene mucho que hacer, pero si tuviera que invertir su tiempo libre en algo, definitivamente no sería en una misa.

—Ugh, ¿ya nos vamos? —susurra, mientras hace una mueca y se cruza de brazos. —Me estoy quedando dormida.

—Silencio —voltea a mirarla con molestia. —Mira a esos bellos niños cantar. Es precioso.

—Me duele el trasero.

—Te aguantas —exige —. Yo no me voy a perder este bello coro.

—Hanni, por Dios... Uy, dije Dios, ¿acaso me hará caso y nos enviará un milagro para salir de aquí? —Haerin mira al cielo —. Compadécete de mí, por favor.

—¡Shhh! —sisea Hanni, golpeando su hombro.

Haerin suelta un quejido y frunce el ceño.

—Llamas la atención de todos. No quiero que nos echen.

—Voy a gritar para que eso suceda.

—Oh no —Hanni voltea a mirarla, un poco asustada —, quédate quieta y callada. No falta mucho para que termine.

—Bien —suspira fuertemente y se echa hacia atrás en la banca que rechina un poco, aún con sus brazos cruzados sobre su pecho —. No entiendo por qué te gusta venir a misa en navidad.

Su amiga la ignora descaradamente. Es obvio que prefiere disfrutar de la presentación enfrente y cantar en silencio con ellos, mientras se mueve al ritmo del piano que está ahí, al lado derecho del escenario, cerca de las escaleras para subir.

Haerin nota como esos niños y jóvenes están todos alineados, como si fueran una torre de palos de boliche; con túnicas blancas y afirmando velas falsas para no provocar accidentes.

¿Es tan especial eso? Hanni lo hace ver que sí, entonces quiere entender por qué o a qué se debe lo especial.

La iglesia está llena y es entendible porque es de las semanas más cercanas a navidad, en donde muchos están empezando las compras de regalos, adornar sus casas con luces, viajar a otros países u otras ciudades, o ir a eventos de ese estilo que deben ser más divertidos que una misa, pero el concepto navideño se mantiene firme.

En Boston, en el lado que vive, las calles se iluminan cálidamente con los faroles y la nieve llena los tejados y cada parte de las veredas; eso a Haerin le gusta admirar.

No a niños cantando quién sabe que canción o un cura hablando de que Jesús se sacrificó por todos para que pudiéramos vivir.

Haerin no sabe mucho de eso.

—Otra vez va a hablar él... —susurra de nuevo —, ya cantaron los niños, nos podemos ir.

—No, tengo que comulgar.

—Hanni, por favor —ella no le hace caso y sigue atenta a lo que el señor dice —. Agh, debí ir con Minji y Dani.

—No quisiste —se encoge de hombros.

—Porque me dijiste que iríamos a beber chocolate caliente con malvaviscos.

—Y lo hicimos.

Haerin la mira ofendida.

lost in boston | newjeans Where stories live. Discover now