3. Realidad

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El sol comenzaba a filtrarse tímidamente por las cortinas de la amplia habitación, pintando el espacio con destellos dorados cuando Chiara se despertó, sintiendo el peso de la resaca y el remordimiento. La noche anterior, contra todo su instinto de mantenerse alejada de la vida nocturna, había decidido salir de fiesta después de mucho tiempo. Sin embargo, su intento de desconexión se convirtió en una pesadilla cuando descubrió que alguien había filtrado una foto suya, borracha y besando a una completa desconocida. Al regresar a casa, se encontró con Ruslana esperándola en el apartamento, lista para reñirle por su comportamiento.

Se quedó inmóvil en la cama durante unos minutos, con la mirada perdida entre las paredes blancas y los muebles minimalistas de su dormitorio, temerosa de enfrentarse a la confrontación que sabía que le esperaba en el salón. La idea de encarar la decepción de Ruslana la llenaba de ansiedad. ¿Cómo podría explicarle lo sucedido, sabiendo que cada uno de sus errores solo añadía más presión sobre su frágil carrera musical? Dudó en levantarse, temiendo el despliegue de emociones que aguardaba en la planta baja de su dúplex.

Finalmente, se levantó de la cama con pesadez y se dirigió a las escaleras que la llevaban justo al salón de la casa. Allí, sentada en el sofá tomando una taza de café, la esperaba Ruslana con cara de pocos amigos. Tragó saliva antes de acercarse a ella y asumir los errores que cometió aquella madrugada, mientras el sol iluminaba la estancia y hacía que los colores cálidos de la decoración resaltaran en contraste con la seriedad del momento. Por mucho que quisiera aparentar una tipa dura, la Chiara noble y autocrítica amenazaba con salir a la luz en cualquier momento.

— Buenos días. — se atrevió a decir sentándose al lado de la pelirroja.

— He preparado café para ti, porque sé que lo vas a necesitar después de toda la cantidad de alcohol que bebiste anoche. Sírvete una taza, tómate algo para la resaca y luego ya hablamos de lo que hiciste anoche. — se limitó a decir Ruslana con una expresión neutra.

Chiara, obediente, se levantó del sofá, se acercó a la cocina y se tomó una pastilla que le había dejado su amiga en el banco de la cocina para después darle un sorbo al café. Ruslana, aprovechando que el salón y la cocina estaban comunicados y podía mantener contacto visual con su amiga, decidió hablar.

— Sabes que lo que hiciste anoche fue una liada, ¿no? — Chiara asintió mientras daba otro sorbo al café. Se sentía abrumada por la vergüenza y el arrepentimiento mientras escuchaba las palabras de Ruslana. El café caliente le quemaba la garganta, pero era la sensación de vergüenza lo que realmente le impedía tragar con facilidad. Cada sorbo parecía llevar consigo el peso de sus acciones imprudentes de la noche anterior, haciéndola sentir como si estuviera atrapada en un torbellino de culpa y remordimiento. La cabeza le daba tumbos y lo que menos le apetecía era tener esa conversación, pero también era consciente de que debía de ser consecuente con sus acciones. — Empiezo a estar harta de esto Chiara, no dejas de boicotearte a ti misma.

— Lo sé... y lo siento. — Luchaba por mantener la compostura. Evitaba el contacto visual, sintiéndose incapaz de enfrentar la mirada de decepción en los ojos de su amiga. Cada palabra pronunciada por Ruslana era un recordatorio doloroso de sus errores, y solamente ansiaba que aquellos disparos cesaran.

— He encontrado a alguien que te puede ayudar, pero necesito que hagamos esto a mi manera y que confíes en mí, pero sobre todo en ti misma. — le dijo tras un pequeño silencio a la vez que se levantaba del sofá y se acercaba a Chiara. Ella, en silencio, abrazó a la ucraniana. Sintió un destello de esperanza entre la oscuridad que la consumía. Sin embargo, esa chispa de esperanza estaba eclipsada por una profunda sensación de indignidad. ¿Cómo podría merecer la ayuda de alguien después de comportarse tan imprudentemente?

Entre Luces y Sombras - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora