Felicidad

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Kyojuro era un hombre que no solía avergonzarse por la mayoría de las cosas, no se podía decir lo mismo de la gente que lo acompañaba.

Cuando Rengoku Kyojuro estaba peleando, no podía lucir otra cosa más que genial, imponente, magnifico, y cuando daba órdenes a los soldados o guiaba a los aprendices aparecía como alguien maduro, confiable y de gran carisma, lo mismo cuando tenía que crear alguna estrategia o hacer sus reportes en las reuniones del cuerpo de cazadores. Pero las personas que hayan estado a su lado un poco más de tiempo no dudarían en decir que cuando el pilar estaba en sus ratos libres su comportamiento muchas veces daba vergüenza ajena: Le tiran un anpan a la cara, se lo come encantado; hay que hacer una misión de forma sigilosa, le pregunta a la policía si no ha visto algún demonio; se zampará diez bentos de una sentada mientras exclama ¡Umai! como si no existiera un mañana; hay que hacer reír a un compañero, se comprará unos lentes y hará el tonto sin dudarlo ni un segundo. Por eso se lleva tan bien con Uzui Tengen y es por eso que Rengoku Kyojuro no ha sentido en más de un par de ocasiones lo que es la vergüenza ajena.

Es por esa razón que le sorprende el sentimiento de querer parar de leer lo que dice ese diario que tiene frente a si, y al mismo tiempo desea seguirlo leyendo mientras siente su rostro enrojecer y se le escapa una carcajada nerviosa.

No es que el diario en esta parte sea muy gráfico, él ha leído todo lo relacionado con las relaciones sexuales como si fuera un libro sobre alguna técnica de respiración. Pero leer esta parte es algo muy intrusivo. Es el alma desnuda de su antecesor, sus sentimientos plasmados en unas pocas hojas de papel amarillento. Sentimientos que él reconoce y que al ver expuestos donde cualquiera pueda leer lo hacen encogerse ante el deseo de ser visto y de ocultarlos en lo más profundo donde nadie pueda saber de su existencia, el duodécimo primer pilar de la llama estaba muy enamorado y Kyojuro también. Al menos el no andaba poniendo cosas tan cursis en su diario... oh, espera, ¡si lo hacía!

"(...) a pesar de que comenzamos esta relación por deber, hemos podido encontrar la felicidad (...)"

"(...) quisiera al morir poder reencontrarme con él en otra vida (...)"

"(..) deseo vivir muchos años más junto a esta persona (...)"

"(...) espero que aquellos descendientes que continúen esta tradición, puedan encontrar la felicidad como nosotros lo hemos hecho (...)"

Eran sus propios deseos escritos hace cientos de años por las manos de otra persona.

Por lo que decían otras escrituras que nada tenían que ver con ese diario, sabía que este ancestro encontró su final de manera violenta, como la mayoría de los Rengoku, no pudo vivir muchos años, ni envejecer junto a su preciada persona. De hecho, casi ningún pilar de la llama llego a vivir una larga vida, su padre probablemente rompería el récord si continuaba bien de salud.

Hasta ahora todo estaba yendo bien para su chico y para él, pero ¿quién aseguraba que uno de los dos no moriría en cualquier momento? No tenían que ser cazadores de demonios para que algo ocurriera, la muerte viene de las formas más inesperadas, justo el otro día un hombre del pueblo resbaló en su casa, se golpeó la cabeza y murió, recordaba el pilar. Lo mismo podría ocurrirle a él.

Debía decirle a su chico cuanto antes lo que sentía, pero el cortejo no iba muy bien que digamos, como no sabía que se estilaba en aquella época, y tampoco se había atrevido a preguntarle a nadie, y menos a Uzui que lo atormentaba con sus consejos para "el dormitorio", optó por lo seguro: es decir, ya le había escrito y enviado poemas en papel perfumado cuidando de que su caligrafía no se viera menos que perfecta (nunca supo que Tanjiro estornudaba a veces por el olor del perfume), Tanjiro no le escribía ninguno de vuelta, lo que le preocupaba... ¡al menos le mandaba las gracias con su cuervo!

Ofrenda de fuegoWhere stories live. Discover now