Zumbidos

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Estoy sentado y hace calor. El viento sopla y solo mueve la terrible sensación de un lugar para otro. El sudor nace en mi frente y sobre mis orejas. Escurre por mi cuello y la ropa cada vez se siente más adherida a mi cuerpo. Lo noto en el momento en que intento moverme. La playera se me encharca en medio del pecho y mis muslos se sienten resbalosos. Entonces veo la primera.

Un punto negro del tamaño de un botón aparece en un instante. Pude verla casi sin quererlo al mirar hacia el piso. Así inmóvil y casi como algo sin vida pareciera estar a la espera de algo.

Levanto la mirada y miro el polvo que cruza el rayo del sol. Una danza de hadas fugaces existe solo en ese momento y hay una que no pertenece ahí. Es de color negro y no es traslúcida como las demás, el aire no la mueve y vuela en círculos erráticos que vienen y van como dibujara algo en el aire. Para mí ella es el mensajero. Escucho el primer zumbido a mi derecha. 

Es como un aullido apagado y dividido en mil partes que pasan junto a mí oído uno detrás de otro. Vuelve como si yo no representara peligro alguno para su existencia. Esta es una batalla que no quiero tener. Tomo un trapo para alejarla y haciendo un movimiento parecido a un latigazo descubro que éste tiene restos de aceite. Mi cara y mi ropa han sido arruinadas. Limpio mis ojos salpicados y mi vista difusa enfoca poco a poco con la ira que empieza a ebullir por antebrazos y sube por mis hombros entumiendo parte de mi espalda.

La mosca regresa y el zumbido suena como una risa burlona. Las dos se ríen de mí. Sus risas sincronizadas y continuas me desquician al instante. Sin contemplar consecuencias tomo la tela aceitada y lanzo un golpe contra esa pareja de diminutas hienas voladoras. El trapo me golpea la cara antes de embarrar el sillón con una mancha café y espesa. El golpe despierta mi sentido racional ¿Qué estoy haciendo? ¿Burlarse? ¿Asociarse? Son moscas... Siguen su instinto y estoy siendo ridículo al respecto denunciando a mí mismo una conspiración paranoica.

El calor no cesa. Siento como si un sol minúsculo estuviera perforando mi plexo solar intentando salir. Desecho la tela sucia y busco otra para limpiar el desastre producto de mi momento salvaje. Deduzco de la manera más racional que puedo que toda la situación es mi culpa así que empiezo a limpiar todo. Lavo los trastes y elimino cualquier rastro de basura.

 Voy a dejar tan limpio que las moscas no tendrán nada que hacer aquí. De paso también me bañare yo. Al cerrar la puerta del baño veo sobre la cortina de mi ventana caminando lentamente a dos de ellas intentando salir. En mi vista se cruza una más caminando lentamente bajo la puerta con una calma extraña que desaparece una vez está dentro del baño y veo como entra en pánico intentando escapar por todos lados excepto por el lugar por donde entro. Abro la puerta sintiendo la ira inundarme de nuevo y me contemplo a mí mismo hablándole como si pudiera entenderme.

-Lárgate-

En su pánico la mosca entro al fondo del baño en lugar de salir no sin antes hacer una parada en medio de mi frente. Cometí el error de intentar matarla. Golpee mi frente enfadado mientras arrancaba de nuevo el baile espiral de las moscas. Con una precisión que rayaba en lo sobrenatural las moscas dibujan algo idéntico al nudo de brujas frente a mí en vuelos que parecieran planeados. Con la playera que recién me había quitado intente ahuyentar abriendo completamente la ventana.

Decido escapar. No hay deshonor en saber cuando no estar en guerra.

-Vete de aquí y se irán una vez caiga la noche.- 

Pienso orgulloso de mi astucia mientras me pongo la playera, mi calzado y salgo sin peinarme de mi departamento sin atreverme a dirigirles la mirada por temor a que me sigan. 

Bajo las escaleras y salgo a la calle que se encuentra casi vacía. Recuerdo entonces que hoy es uno de esos días infernales donde las sombras se esconden del sol y no existe donde guarecerse al medio día. El gobierno ha quitado arboles con una manía desbocada que corresponde al sinsentido de la modernidad y ha pintado los bordes de las banquetas de un color amarillo chillante que se supone evoca alegría.

En la premura de mi salida olvide ponerme calcetines. Descubrí dolorosamente que el forro interno de mi calzado es filoso , raspa y escoce cuando camino rápido o doy saltos. Tengo por costumbre hacer mis necesidades privadas antes de bañarme. Dada la interrupción y mi exabrupto también lo olvidé. Me encontraba pues, con la piel ardiendo por el sol, los ensangrentados y punzantes y con una presión creciente en el bajo vientre y consideré la opción de regresar y entrar a mi departamento.

Revisando mis bolsillos noto que he dejado mis llaves dentro. Las vecinas y el casero regresaran cerca de las tres de la tarde. Maldigo mi suerte y mi mente construye posibilidades de solución pero no puedo concentrarme. La necesidad de ir al baño se impone sobre cualquier otra idea.

Recuerdo que en la calle de atrás junto al contenedor de basura hay un rincón que suele estar solo. La idea de orinar en público no me atrae pero todas las sensaciones dolorosas de mi cuerpo se sienten difusas y lejanas como si estuvieran encapsuladas. Eso me parece grave y apresuro el paso. En segundo plano un familiar zumbido me hace dudar un instante pero sigo andando.

Por supuesto que habrá moscas junto a la basura. Confío en que estén lo suficientemente ocupadas y me apresuro a ir al rincón alejado de todo. El lugar está ocupado.

Ahí está él. Con una barba negra y sucia, ropa desteñida y gastada llena de agujeros. No puedo verle el rostro. Sobre su cara vienen y van innumerables moscas mientras el tipo no deja de sonreír aparentemente entretenido por mi visita. Mi civilidad, mi paciencia y mi humanidad se evaporan al rayo del sol. 

Decido que él es el culpable.

Todo es su culpa, las moscas en mi departamento, las moscas en mi casa, las moscas en la calle. Noto como algunas caminan lentamente sobre mis hombros, las pequeñas son las peores. Parecieran rebeldes suicidas a los que no las motiva el hambre sino el ansia de morir. 

Un momento, ¿Las personas atraen a las moscas por conciencia? Claro que no.

No es una persona. Una sonrisa desmesurada pinta mi rostro y lo tengo claro.

Se trata de Belcebú el demonio de las moscas. Es la única explicación lógica. No necesita un motivo racional, solo le gusta vernos sufrir con sus huestes parasitarias e indestructibles. Voy a solucionarlo antes de que se dé cuenta de que conozco su secreto. Concentro mi mirada en el fulgor que veo relucir desde una bolsa de basura rota que está detrás de él.

Aprovecho que el demonio burlón sigue sonriendo fingiendo que no me ve.

Tomo el pedazo de vidrio que sobresalía de la bolsa y descargo el primer tajo sobre la sorprendida entidad que exhala con sorpresa un grave cántico infernal.

Necesito hacer bien el trabajo. Giro sobre mis talones ensangrentados y con el frenesí de la locura desatada combato también a sus escurridizos soldados. Tratan de salvarlo volando en círculos atacándome, distrayéndome.

Son la trompeta de los jinetes que quiere usarme a mí como sacrificio. Pero no lo permitiré.

Tropiezo al agitar mis brazos intentando matarlas a todas con el mismo pedazo de vidrio. Creo que he cortado mi mano pero no importa, no pienso rendirme. Me levanto en un sincope animal y descargo una, dos, mil veces más el vidrio sobre la jauría del abismo que cree que me ha derrotado. Bañado en el éxtasis de la victoria noto el líquido amarillo escurrir por mi pantalón, no importa. Al fin habrá paz en el mundo.


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⏰ Senast uppdaterad: Mar 03 ⏰

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