23. INTENTO FALLIDO

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—Bueno, Luzmaría Riobueno Arteaga, ahora sí empieza a hablar, paso a paso, de lo que pasó en esa mentada fiesta.

—Pa… tengo todo negro. No me acuerdo prácticamente de nada. —con la cabeza agachada.

—Intenta hacer memoria, mi vida. —la voz de Silvana estaba quebrada. —Algún detalle, aunque te parezca sin importancia, cualquier cosa.

—B… bueno, ni bien llegar a la fiesta, Danna y yo nos sentimos fuera de lugar, incómodas… Estaba repleto de personas que hemos visto en el colegio pero realmente no conocíamos y algunas otras a las que, de plano, nunca les habíamos visto la cara. Así que nos sentamos a esperar que llegara Jorgito porque habíamos quedado de ir los tres juntos en el auto de don Jorge, pero después me llamó a decirme que habían recibido un pedido grandísimo en la panadería e iba a quedarse a ayudar a su papá a prepararlo y si estaba bien que fuéramos más tarde.

—¿Tomaste algo?

—No, ma, te juro que no. Todo lo que tomamos fue refresco. Sí nos ofrecieron alcohol, pero no quisimos ni una gota.

Silvana y Elías comenzaron a lanzarse unas miradas y, ante su silencio, Luzmaría, a su vez, fue turnando su mirada entre ambos y se percató de esto.

—¡Por favor, les pido que me crean! ¡Sí sé que estuve pésimo en mentirles, oigan, pero juro que no fue mi intención hacer nada sin su permiso!

—Mi niña, estoy segura de eso… pero lo cierto del caso es que comenzaste a hacerlo desde el momento que Jorgito se te declaró y le dijiste que sí, cuando siempre les dijimos a los cuatro que nada de parejitas hasta los dieciséis, y después yéndote a la mentada fiesta.

—Ya, mami, le dije que sí porque estoy por cumplirlos y porque Jorgito es un chavo increíble; de familia, estudioso, dedicado, entregado, trabajador, responsable y TE JURO que me quiere. Él no quería que hiciéramos nada a sus espaldas. Fui yo la que lo convencí de que no había problema, ¿okay? Yo. En verdad es TODO lo que alguien pudiera soñar para querer.

—Sí, muy bien portadito, muy bien portadito y bien que te iba a hacer la segunda para ir allá.

—No, no, no, espérenme. También le mentí en eso; le dije que sí me habían dado permiso porque sabía que si no, no iba a querer y, cuando me avisó lo del pedido enorme, le dije que no se preocupara porque el papá de Danna iba a llevarnos, pero nos fuimos en Uber. Hace un rato, escuché otro audio suyo donde me decía que cuando iba a salir para la fiesta, se encontró con que las cuatro llantas del carro de su papá estaban ponchadas y que por eso se demoraría un poco más en llegar.

—Sí. Jorge nos contó eso y también que tenía la sospecha de que fue intencional porque el de la vulcanizadora le dijo a Jorgito que parecía que les habían dado un navajazo y que al pedido ese, nunca fueron a recogerlo.

—¿Ven? Y se los digo yo misma porque no quiero que piensen que él me anda “induciendo” a que los desobedezca o a que me “rebele”. Todo lo que hizo fue pensando que ustedes me habían dado su permiso.

—Jorgito está seguro de que algo te hicieron en esa fiesta, Luzmaría. Basta con ver los videos que te sacaron. —Elías se inclinó más hacia su hija, buscando el contacto visual, pues ella seguía siendo incapaz de darles la cara.

Incluso, al escuchar que habían visto los videos, cerró los ojos con fuerza extrema. Jamás se había sentido tan avergonzada.

—Más encima, fuiste a aparecer tirada en una banca afuera de la iglesia con la voluntad totalmente anulada. ¿Sabes cómo demonios llegaste allí, escuincla?

—Pap…

—¡¿A eso le dices no tener intención de hacer nada sin nuestro permiso?! ¡¿Ah?!

—¡Es EVIDENTE que algo me dieron, papá! ¡Porque solamente drogada haría cosas así! ¡Más encima, a la vista de TODO el mundo o dejaría que me graben en esas! ¡Estaba DROGADA! —gritó de vuelta. —Entiendo que duden de mí por haberles mentido con lo de Jorgito y con lo de Danna, pero NO con lo que pasó en esa condenada fiesta. ¡Por Dios, les SUPLICO que me crean! ¡Por favor!

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora