𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐠𝐨𝐝

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𝙿𝚁𝙴𝙵𝙰𝙲𝙴
𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐠𝐨𝐝

En aquella tarde, Apolo se ocultaba para permitir el paso a su gemela

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En aquella tarde, Apolo se ocultaba para permitir el paso a su gemela.

Percy yacía observando a la nada mientras estaba sentado en el techo de su cabaña con James y Margot a su lado.

—¿Percy?—preguntó Margot, mientras apretaba la mano del menor—. ¿Sucede algo?

Percy deja que el viento azote su cabello largo, el que ha dejado crecer después de años.

Por otro lado, James lo sabe mejor.

—Hay algo diferente Maggie—susurra Percy, mientras aprieta la mano de la muchacha rubia—. Ya no me siento en casa... no siento que sea parte del campamento mestizo.

Margot no lo entiende.

—Podemos irnos y huir los tres, podemos incluir a Grover si quieres.

Percy mira a su amiga con ojos cansados.

—No siento mi vínculo de empatía—dice, mientras sus ojos empiezan a brillar.

Sin decir una palabra, James toma la daga que tiene en su pierna.

La misma con la que Luke murió.

La misma con la que Annabeth murió.

Y corta la mejilla de Percy.

—Supongo que algún día sucedería—dice, mientras guarda la daga.

La mirada de Margot se vuelve cristalina cuando nota que no hay sangre saliendo de la herida.

Es icor.

—Nunca quise esto—niega Percy—. Puedo resolverlo.

James también niega.

—Siempre fuiste demasiado poderoso Percy. Un minotauro a los doce, una guerra ganada a los dieciséis, una oferta para la inmortalidad—enumera con una sonrisa rota—. Otra profecía, el tártaro. Estabas destinado a esto, éramos unos tontos al no darnos cuenta.

James no quiere creerlo, sin embargo está sucediendo.

Su pequeño niño, el único que queda entre ellos. Esta ascendiendo.

Percy Jackson sería un Dios y no había nada que detuviera.

La herida en la mejilla empezó a cerrarse.

—Ahora no necesitas de agua para curarte—observó Margot—. Oh mi Percy.

No sabía si los dioses podían llorar, pero ahora estaba sucediendo y Percy lloraba aferrado a Margot, como si fuera un niño pequeño.

—Nuestra promesa—susurró, mientras miraba a James—. Quiero cumplirla.

El peligro observó detenidamente la marca en x que cruzaba la palma de su mano, la misma que tenían Luke, Seraphine, Annabeth Percy y Margot.

La misma que todos se habian hecho la noche en la que Percy regresó de su primera misión.

La marca de la promesa de regresar cuando murieran y ser amigos.

Ser una dinastía otra vez.

—No vas a incumplir nada, Percy—susurró—. Nos vas a encontrar la próxima vez.

Lo haremos bien la próxima vez.

Las últimas palabras de Luke.

Las últimas palabras de Annabeth mientras moría en brazos de Percy.

Las últimas palabras de Seraphine cuando inevitablemente, murió en un parto.

James también tenía el corazón destrozado después de tantas pérdidas, al igual que Margot.

—No será lo mismo—negó Percy—. Quiero volver a intentarlo con ustedes.

James sonrió.

—Al menos, podrás controlar que nuestra vida no vuelva a ser nefasta.

—Podrás protegernos—dijo Margot—. Serás mejor que otros Dioses. Podrás controlar que no nos vuelvan a lastimar como lo han hecho.

James sacó la daga nuevamente.

—Se que la herida se volverá a curar—dijo, mientras lanzaba la daga al aire—. Pero quiero que prometas algo nuevo.

Percy asintió, mientras le daba la mano a James.

—Promete que serás mejor que otros Dioses—empezó—. Promete que si tienes hijos, los reclamarás inmediatamente, promete que cuando nos volvamos a encontrar, nos dirás la verdad de nuestra vida pasada.

Percy estuvo a punto de hablar, para sellar la promesa.

—Y promete, que cuando volvamos. Acabaremos con lo que Luke empezó—finalizo, mientras empezaba a cortar.

Margot abrió la boca para protestar, sin embargo, Percy fue más rápido.

—Prometo hacerlo—dijo, mientras hacia una pausa—. Sin embargo con aquella ultima promesa, prometo hacerlo mejor. Prometo no involucrarme con algún tipo de ser divido como Kronos o algo más poderoso. Jamás dejaré que alguien me manipule en algo como esto. No cometeré los mismos errores que Luke cometió.

Fue después de tantos años que la dinastía comprendió algo.

Las ideas de Luke nunca fueron incorrectas.

El caminó que tomó si lo fue.

Tal vez pudieron resolverlo de otra manera, llevar a una edad de oro a los semidioses sin necesidad de Kronos.

Si su estúpida mente no fuera tan leal a sus divinos padres.

James sabía que en la actualidad odiaba a Athenea como nada en el mundo.

La muerte de Annabeth fue la razón por la que renunció al reclamo de la Diosa, no necesitaba de Athenea. No la quería como madre.

Sin embargo, aún podía creer que Apolo y Poseidón eran medianamente decentes.

Y cuando por fin la herida en la mano se cerró, supieron que Percy debía cumplirlo.

Sin embargo, ninguno de los tres jóvenes pudieron observar los ojos de Kronos parpadear, con oro liquido mirar todo con una sonrisa malvada y oscuro deleite.

Oh, pensó.

Perseo sin duda, fue un sorprendente cambio en las circunstancias.

No, no fue un sorprendente cambio en las circunstancias.

Nadie podría descubrir sus planes, pensó.

Y mientras pensaba en eso, miró a lo lejos la bandeja de pastelitos de manzana, notando que en aquella bandeja, faltaba uno.

Uno que estaba a medio comer, justo dentro de la cabaña tres.

Los ojos siguieron observando, como los tres últimos miembros de la dinastía se daban un abrazo mientras empezaban a sollozar.

Nunca pensó ver a James Rose llorar de nuevo.

Aunque si lo pensaba bien, no lo culpaba.

El extraño se levantó, mientras se sacudía las manos y chasqueaba los dedos, haciendo desaparecer los pastelitos.

Ahora, tenía trabajo que hacer.

𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐀𝐓𝐄𝐑 | 𝐓𝐡𝐞 𝐠𝐨𝐝𝐬 𝐨𝐟 𝐎𝐥𝐲𝐦𝐩𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora