11- Dursewisken

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—¡KIKI, NO! ¡KIKI! ¡QUE HAY ZALÍA, DE VERDÁ!

—¿Qué dices? No te oigo.

—¡NO ME VAYA A JACÉ' ESTO PORFAVÓ TE LO PÍO'!

Violeta  gesticulaba nerviosa desde el interior de la habitación. Iba en  albornoz, y una toalla se enroscaba en su pelo formando un cono  gracioso. Había terminado de darse una ducha cuando entre la ropa que  había cogido para vestirse notó una importante ausencia: las bragas.  Pasó un rato gritando el nombre de su compañera de habitación hasta que,  cansada de no oír respuesta, salió ella misma a por la prenda perdida  cuando se encontró aquel panorama:

Chiara subida en una silla junto a la barandilla del balcón con una imagen vertiginosa de Barcelona como fondo.

—¡ABÁJATE  DE AHÍ ARA' MISMO! ¡KIKI QUE TE VAH CAÉ! ¡TE QUEAN' MUCHAS COZAS QUE VIVÍ! ¡ZEAN CUALES  ZEAN TUS PROBLEMAS ZE PUEDEN ZOLUCIONÁ, DE VERDÁ! ¡QUE TE VAH CAÉ KIKI!

—Cariño, ¿qué estás diciendo? —parpadeó confusa la urbanita.

—¡QUE NO  QUIERO QUE TE TIRES, KIKI! ¡ME VIÁ ACERCÁ LENTAMENTE!, ¿TAMOS'? —la  avisó como en las películas que había visto en la tele, dando pasitos de  hormiguita hacia el ventanal que separaba la habitación del balcón.  Chiara se olvidó entonces del móvil que sostenía en alto para coger alguna  rayita de wifi para concentrarse en las piernas desnudas y húmedas de  Violeta. Morenas, robustas, luminosas.

—Ahí me maté yo...

—¿QUÉ  ESTÁS DICIENDO, KIKI? ¡NO VIÁ DEJÁ QUE TE MATES! POR MIS GALLINAS QUE TE  LO JURO, ¿EH? —gritó fuera de sí de nuevo, dejando atrás la estrategia  peliculera para acompañar su enfado con aspavientos. Los movimientos  exagerados de sus manos hicieron que el albornoz se abriera por el  centro, dejando entrever el deseado hueco de sus pechos, y parte de  ellos—. NO PIENZO RECOGERTE DER ZUELO TO' ESCARABRÁ'.

—Me cago en mi vida.

—¡PERO ZI LA VÍA PUEE' ZÉ MARAVILLOZA!

—Ya te digo yo donde puede ser maravillosa la vida... —babeó sin apartar los ojos de aquella sensual imagen.

—¡NO TE VAYAS A MOVÉ!

—No,  tranquila, si no... si no siento las piernas—tartamudeó imaginándose el  resto de esos senos que se intuían firmes y recién humedecidos por la  ducha. Cómo aprovecharía yo esta habitación de hotel de mierda,  cariño... Te... Te... Pf, que me cargaba la otra cama contigo. La de  cosas que te haría, madre mía. Pf, no sabría por dónde empezar. Bueno,  ya que las tengo delante, por esas irresistibles t...

—¡YA TE  TENGO, YA TE TENGO! —chilló, abrazándole las piernas. Chiara acarició sus  cabellos empapados, deteniéndose en ellos mientras se mordía el labio y  trataba de buscar con sus ojos las vistas que acababa de perder. Pero no  pudo ser. Violeta estaba rodeando su cuerpo, así que tuvo que  conformarse con su espalda y su pelo—. Ojú, que zusto, Kiki... ¡No me  hagas esto más! ¡Que viá llamá a mi prima y vas a está en terapia otra  vé'!

—¿Q... qué? —arrugó su frente mientras la granjera la bajaba de la silla y la abrazaba con fuerza.

—Ni una  má, Kiki, ni una má—le rogó nerviosa, soltando su torso para agarrarle  la cara con ambas manos—. ¡Ni ze te vaya a ocurrí volvé a intentarlo!

—V...Vio...  —tiritó, bajando los ojos de nuevo al escote abierto de par en par. La  granjera besó sus mejillas de forma repetida, y Chiara se dejó avasallar,  encontrando la estabilidad en sus costados. La ternura de la granjera  reinició su termostato, como ya le había pasado otras veces.

Girazoles // KiviWhere stories live. Discover now