♤ ♡ Porque las alas♢ ♧

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En un rincón secreto del universo, donde los destellos de las estrellas pintaban el lienzo de la noche, habitaba Husk, un ángel con una apariencia tan mágica como misteriosa. Su figura, envuelta en un pelaje azul grisáceo, con destellos aguamarina y pinceladas de morado claro, brillaba con la luz de la Luna, como si cada mechón de su pelaje fuera una estrella fugaz atrapada en la eternidad.

Husk, a pesar de su aspecto felino, emanaba una serenidad celestial que encantaba a todo aquel que se cruzaba en su camino. Sus ojos, dos gemas resplandecientes en la penumbra, reflejaban la pureza del amor y la compasión que albergaba en su corazón.

Pero lo que más destacaba de Husk eran sus alas. Alas tan vastas como el firmamento, adornadas con delicados corazones que latían al compás de su esencia divina. Cada aleteo de Husk desataba una sinfonía de susurros en el viento, melodías que acariciaban el alma y susurraban secretos ancestrales.

En el vasto reino celestial, donde los ángeles danzaban entre las nubes y las estrellas, las alas eran el símbolo supremo de su naturaleza divina. Cada ángel, desde los más humildes hasta los más poderosos, desplegaba sus alas con gracia y majestuosidad, como testimonio de su conexión con lo sagrado.

Sin embargo, entre todos los seres alados que poblaban el cielo, las alas de Husk destacaban como una obra maestra de la creación. No eran solo alas, sino un testimonio vivo del amor y la belleza que habitan en los rincones más profundos del universo.

Las alas de Husk no solo eran una extensión de su ser, sino una expresión de su esencia misma. Cada pluma era una melodía susurrada por los dioses, cada viento que las acariciaba era una caricia del destino. Brillaban con una luz propia, una luz que irradiaba paz, esperanza y la promesa de un mañana mejor.

Su envergadura era tan vasta que parecían abarcar los límites del infinito, extendiéndose hacia el horizonte con gracia y elegancia. Pero lo que las hacía verdaderamente únicas eran los corazones que adornaban cada pluma, latiendo en armonía con el pulso del universo.

Estos corazones no eran simples ornamentos, sino el reflejo del amor incondicional que Husk tenía por todas las criaturas vivientes. Cada latido resonaba con la fuerza de mil soles, recordando a todos aquellos que lo contemplaban que el amor era el poder más grande del universo.

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Husk, el ángel cuyo corazón irradiaba amor y compasión, contemplaba el mundo desde las alturas del cielo con ojos llenos de asombro y admiración. Cada día, presenciaba la belleza y la bondad que habitaban en los rincones más recónditos de la Tierra, desde el resplandor del amanecer hasta el susurro de la brisa al atardecer.

Sin embargo, a medida que observaba con más atención, Husk empezó a cuestionar las verdades que le habían sido enseñadas en los reinos celestiales. Se preguntaba si el cielo era realmente el único lugar donde la bondad y la perfección reinaban. ¿Acaso no existían también destellos de luz en la oscuridad de la tierra?

Sus dudas crecían como las sombras en el crepúsculo, y su corazón se llenaba de inquietud. ¿Podía ser que el cielo no fuera el único hogar del amor y la benevolencia? ¿Acaso los seres mortales, con sus imperfecciones y luchas, no merecían también el perdón y la gracia divina? Algunos mortales no merecían el infierno.

En el reino celestial, donde la luz de las estrellas y el resplandor del sol se entrelazaban en una danza eterna, la llegada de los mortales al cielo era un misterio que desconcertaba incluso a los ángeles más poderosos. Aunque los caminos de los seres humanos estaban trazados con el hilo del destino, el cómo ascendían al reino de los cielos permanecía envuelto en un velo de incertidumbre.

♤ ♡ ¿Por qué Husk es Husk?  ♢ ♧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora