cinco

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Con Agustín no volvimos a vernos, le ofrecieron un laburo en provincia y decidió mudarse allá con uno de sus familiares. Con los demás chicos el paso del tiempo nos distanció, Juani es el único que se quedó a mi lado aunque nuestros horarios de juntada se redujeron a los ratos libres que llegamos a tener. Para su mala suerte fui muy hincha pelota con el tema de Agustín, mencionarlo cada vez que podía, siempre a punto de llamarle y decirle que arreglemos las cosas, que no importaba lo que pasó. Y creo que por eso un día intentó hacer que nos reconciliemos, pero nada prosperó de ambas partes. Yo principalmente por vergüenza, Agustín no sé y creo que prefiero no saber.

Decir que lo extrañé y lo extraño sería decir lo obvio, muchas noches me quedé despierto pensando sobre los diferentes escenarios, de las posibilidades y las cosas que hubiesen pasado si tomaba otras decisiones, si decía cosas distintas. Por suerte el tiempo me fue anestesiando la añoranza, permitiéndome al menos poder degustar pizcas del olvido.

El mundo siguió rodando y yo no me quedé atrás, me especialicé en fotografía y con mi grupo de trabajo fuimos creciendo en popularidad, haciéndonos conocidos en el medio. Eso fue lo que me hizo agarrar confianza y mandar mi portfolio a medio mundo por si tenía suerte. Y la tuve, de hecho, ahora estaba viajando a Milán a la entrevista final para entrar a una revista importante de Italia.

Al llegar a tierras del viejo mundo, me dirijí a la residencia que alquilé por el tiempo que estaría y si todo salía bien se convertiría en mi hogar hasta que pueda asentarme. Era un pequeño espacio, una habitación compacta con baño personal, tendría que compartir cocina y sala común. Mis compañeros son otros dos chicos, también argentinos, Matías y Enzo.

Ellos me recibieron muy bien, me ayudaron a trasladar mis cosas y me indicaron cómo funcionaba más o menos la casa, horarios y tareas. Luego entre los tres nos quedamos charlando, conociéndonos un poco. Ahí supe que Matías era un actor en busca de suerte, lindo chico, flaco, alto, piel pálida y un cabello negro como la noche que contrastaba a sus rasgos delicados; Mientras que Enzo, por su parte, era un chef trabajando en un hotel cerca de la residencia. A comparación al otro muchacho, no solo era más alto y morocho, también era más grandote que imponía respeto. Nadie pensaría que le gustaba hacer masitas de limón para merendar por las tardes.

Al día siguiente fui a la tan dichosa entrevista, me vestí con mis mejores prendas, guardé todo en un portafolio de cuero que heredé de mi abuelo y ahora estaba esperando a que me llamen. El edificio era de lo más elegante que mis ojos habían visto, techos, altos con cielo raso, apliques que hacían referencia al barroco, luces colgantes y un tragaluz al final del pasillo con vitrales contando historias bíblicas.

Tras unos minutos de espera me llamaron para mi entrevista. Estaba muy nervioso, pero muy seguro de lo que estaba dispuesto a proponer y ofrecer a la revista. Cuando terminé, no recibí más que un apretón de manos para decirme que iban a llamarme en caso de ser aceptado. Yo asentí forzando una sonrisa y salí de la oficina.

Mientras volvía a mi nuevo hogar, justo en la hora pico, tuve que ir evitando empujones, recibiendo insultos cuando no los podía evadir. En una esquina, en lo que cruzaba de una cuadra a otra revisando que esté siguiendo el camino correcto, siento que me chocan el hombro, al darme vuelta a ver a la persona creo reconocer una mata de rizos chocolate que se aleja por la calle. Quise gritar el nombre de la persona de quien por tantos años quise olvidar, pero ya había desaparecido entre la multitud y la bocina de los autos me obligó a irme de ahí.

Todo el camino me pasé preguntándome si lo que había visto era real o una imaginación mía, era imposible, no podía ser Agustín. Él hubiese hecho algo, ¿no? él se acercaría de nuevo a mi...

deseos de cosas imposibles [gialian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora