Capítulo 14

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Nunca digas te amo, a menos que sea verdad.



14 de febrero

E

l sol entró alegremente por la ventana, lo que a él no le hizo gracia, después de haberse lastimado los ojos por haberlo aguantado por más de seis horas.

Rina se apresuró a correr la cortina.

—Lo siento, no me fijé que estaba abierta.

—No tienes que pedir perdón por eso.

—¿Cómo están tus piernas?

—Te dije que no tengo nada, solo fue el efecto de estar treinta horas atado a una silla.

Se sentó en la cama y tomó el termómetro.

—Tienes un poco de fiebre.

—No tengo fiebre, lo que pasa es que no me dejas levantarme de aquí.

—¿Quieres levantarte e irte a casa? —susurró en tono de arrullo mientras acariciaba su pecho.

—Si lo pones así, quizá no quiera.

—¿Sabes? —ronroneó subiéndose encima con cuidado de no hacerle daño—. La doctora dijo que había que hacer unos masajes.

—Ah, ¿sí? —respondió conteniendo las ansias de tirarla a su lado y hacerle el amor desenfrenadamente. Le gustaba verla tomando la iniciativa y llevando las riendas.

Ella unió sus bocas delicadamente, fue marcando un ritmo, explorando y saboreando, sintiendo cómo sus almas se reconocían.

—Amo tus besos —murmuró ella sin separarse.

—¿Solo mis besos?

—Amo la forma cómo hacemos el amor.

—¿Qué más?

—Acaríciame y veremos qué más.

Le quitó la camiseta con confusos motivos florales y sangrientos mezclados y comprobó con placer que no llevaba sostén.

—Como ordene mi diosa. —Se dedicó a acariciar con los labios sus pechos, para luego involucrar la lengua en el juego, con lo que consiguió escuchar los gemidos que tanto le gustaban.

Sin darse cuenta, ella presionó muy fuerte su abdomen, haciéndolo proferir una queja ya que era una parte donde se llevó un fuerte golpe.

—Perdona...

—No es nada.

—Quizá debamos dejarlo para después.

—Ni lo pienses.

Los hizo cambiar de posición y cuando ella estuvo abajo, siguió con su tarea de darle todo el placer posible.

—De aquí no te escapas, "Gatita".

—¿Y por qué ese apodo?

—Ahora es mío, prohíbo que te llamen así... —Acarició con la lengua una de sus zonas más sensibles.

—¡Ah!

—Promételo. —Repitió la misma acción.

—¡Ah! Sí, sí, sí, sí...

—Así me gusta.

Siguió explorando cada rincón sensible de su cuerpo hasta que sintió cómo ella se arqueaba en busca de más, fue ahí que entró en ella, al principio despacio, disfrutando de cómo se contorsionaba de placer y luego aumentando el ritmo y la fuerza, hasta que ella se tapó la cara con las manos antes de soltar en medio de un gemido y apretando los dientes: "¡Te amo!".

No pudo evitar detenerse.

—¿Qué dijiste?

Sin retirarse aún, la miró a los ojos.

—¿Por qué paras? —Se quejó.

—¿Qué dijiste?

Rina se incorporó un poco para susurrar en su oído.

—Te amo.

Lógica, corazón y pasión se fundieron para celebrar ese momento mágico que convertía todo su dolor y agonía en una promesa cumplida.

La besó con tanta entrega y emoción que Rina tembló ante tanta devoción. En verdad la hacía sentir como una diosa.

Disfrutó de sentir cómo se unían sus cuerpos, una y otra vez, conociendo al fin aquello que está más allá de la lujuria y el deseo: la pasión que la empujaba a entregarse en cuerpo y alma para que fueran uno para siempre.

—Repítelo —pidió acariciando su oreja con los labios.

—Te amo.

—¿Qué tanto?

—No juegues.

—Yo te amo infinitamente.

—No tengo nada mejor que eso.

—Inténtalo.

—Te amo, como si te hubiera amado por mil años y pudiera amarte mil más.

Detuvo el avance de su boca por aquel esbelto cuello que lo hipnotizaba.

—Mmm, nada mal.

Nunca Digas Te AmoWhere stories live. Discover now