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Sunghoon mantenía su boca abierta de par en par

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Sunghoon mantenía su boca abierta de par en par.

Esto no podía estar pasando.

Había llegado un poco más tarde de lo normal gracias a que su despertador decidió dejar de funcionar a media noche cuando el ya estaba en su quinto sueño, pero la cafetería ya estaba abierta, supuso que Heeseung por fin había regresado.

Pero no fue así, solo se encontró con seis mesas ocupadas y a Jay moviéndose de un lado a otro con una sonrisa y un sticker de gatito en la mejilla, supo quién era el causante de eso cuando Jay se acercó a una de las mesas que estaba más cerca del mostrador y se agachó para que unas pequeñas manitas traviesas siguieran colocando stickers en sus mejillas.

No pudo evitar sentirse conmovido, pero rápidamente lo ocultó, yendo a la cocina para dejar sus cosas en su taquilla y colocarse el mandil.

—¿Fuiste tú quien abrió la
cafetería? —. Sunghoon pregunta cuando Jay se acerca a la caja registradora.

El se gira para mirarlo y
sonreírle, provocando que
sus ojos se hagan chiquitos
y sus regordetas mejillas
suban un poco, arrugando
un sticker de gatito cerca de
su ojo. —Si, Heeseung me
llamo y dijo que tu madre le
había llamado diciendo que
no despertabas aún y que no
quería molestarte. Heeseung
me llamo y me pidió que viniera
a abrir, fue fácil, solo tuve un
pequeño accidente con una de las máquinas de café.

Al oírlo Sunghoon inspecciona su cuerpo de pies a cabeza, deteniéndose en una gran mancha roja en su mano derecha, al darse cuenta de la mirada fija de Sunghoon, Jay le extiende el brazo, dejándole ver más de cerca la quemadura. —Solo fue una quemadura leve, no te preocupes Sunghoon, ya no me duele tanto.

El nombrado ignora las palabras del chico, aún con la vista fija en la mancha roja, sintiéndose enormemente culpable. —¿Qué ocurrió?

Jay vacila un momento, rascando su nuca con su mano izquierda en un gesto de nerviosismo. —Las personas no paraban de llegar, entre en pánico y comencé a trabajar lo más rápido que pude, me descuide y puse mi mano en lugar de una taza —. Explica, soltando una leve risita.

Sunghoon no puede reírse de ello, si el no hubiera estado durmiendo y viniera a tiempo a hacer su trabajo esto no le habría pasado a Jay, sí, el chico no era su persona favorita en el mundo, pero Sunghoon nunca hubiera querido que se lastimara por su culpa. —Lo siento, es mi culpa, no volverá a ocurrir —. Se disculpa, sin poder conectar su mirada con la de Jay.

Para su sorpresa siente unos
dedos acariciar su cabello y
después algo pegajoso en su
cara; un sticker de un gato
negro con expresión enojada.
—No te preocupes Sunghoonie,
estoy bien, en serio —. Sunghoon
deja el sticker pegado a su rostro, prestando más atención al apodo
que salió de los labios de Jay.

—¿Sunghoonie? —. Pregunta, con el entrecejo fruncido.

Jay se queda de piedra unos segundos y agacha la cabeza, juntando sus manos para disipar los repentinos nervios que lo atacaron. —Solo se me ocurrió de repente, no volveré a decirlo si te molesta Sunghoon, no debí hablarte con tanta confianza.

Sunghoon quiere responder, pero Jay le interrumpe. —Volviendo al tema, estoy bien, en un rato más volveré a ponerme hielo, ahora voy a atender a los dos chicos que acaban de llegar —. Y sin más, Jay toma dos menús, alejándose de Sunghoon a toda prisa.

Al llegar a la mesa, les sonríe a los chicos que parecen tener más o menos su edad y saca de su mandil su libreta azul cielo para tomar sus pedidos. —Buenos días, espero que su mañana este yendo genial, ¿qué puedo servirles hoy? —. Jay se siente mejor al ver a ambos chicos corresponder a su sonrisa amable.

—Para mí un café cargado, por favor.

Jay asiente y anota el pedido, mirando ahora al otro chico que lleva anteojos y parece desanimado. —¿Y al chico con carita triste qué le sirvo? —. El chico se avergüenza un poco y le sonríe.

—Solo un té, por favor —. Le da una última sonrisa a ambos y se acerca a la caja, dejando la nota frente a Sunghoon.

—Un café cargado y un té —. Murmuró, prestando más atención a la vitrina en donde se exhibían los deliciosos postres.

Sus ojos observaron todos los postres a detalle, deteniéndose en un lindo pastel con relleno de crema batida y fresas, lo tomo entre sus manos con delicadeza y lo colocó sobre la gran bandeja de madera.

Sunghoon no tardo en llegar con la taza de café y la de té, dejándolas junto al pastel con visible confusión.

—No había un pastel en el pedido.

Jay niega con la cabeza. —No, pero quiero darle una rebanada al que tenía la carita triste, el pastel siempre me hace sentir mejor, espero que a él también le ayude —. Articula de manera distraída, sin prestarle atención a Sunghoon realmente.

Se acerca nuevamente a la mesa, dejando las tazas con cuidado y poniendo el pedazo de pastel frente a los apagados ojos del chico que le miró ahora sorprendido. —Tranquilo, es un regalo, espero que puedas sentirte mejor pronto.

El chico le dió las gracias al menos cinco veces y Jay se alarmo al ver sus ojos lagrimear. —¡Oh, no llores, no llores! Me pondrás triste también —. Pide, dándole unas palmaditas en la espalda a modo de consuelo.

Sunghoon está aún más atónito detrás de la caja registradora, en serio, ¿cómo era posible que ese chico siempre supiera consolar a las personas aún sin conocerlas? Sunghoon solía respingar o rodar los ojos cuando tenía que presenciar el llanto de alguien, no era la persona más experta cuando de consolar gente se trataba.

Jay regreso con una sonrisa, comenzando a despegar los stickers de sus mejillas, haciendo una mueca de dolor gracias a que el pegamento se había adherido fuerte a su piel.

Cuando Jay guardo silencio mientras un puchero se instalaba en su rostro y tenía la mirada perdida, Sunghoon se acercó, procurando mantener su espacio personal. —¿Qué ocurre ahora?

—No quiero tirarlas —. Susurró, observando los stickers en sus manos y Sunghoon puso mucho esfuerzo para no rodar los ojos ante lo dramático que era Jay.

Sunghoon abre la boca para decir algo, pero Jay habla antes. —¡Ya sé qué hacer! —. Saca la libreta azul que está dentro de su mandil y comienza a pegar los stickers en ella, sonriendo al ver su obra maestra terminada. —¿No es linda?

Al ver los ojos de cachorro lastimero que puso Jay, a Sunghoon no le quedó de otra, estando de acuerdo con el chico en contra de su voluntad. —Sí, es linda.

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