Deseo prohibido

C24. Nota

Capítulo 24

- Nota -

Iris se enconteaba en la biblioteca, físicamente, aunque no mentalmente. Su vista se posaba en el libro, en las marañas de letras que no significaban absolutamente nada para ella. Su pensamiento afloraba en el momento en el cuál se fue de la habitación de su profesor aquella mañana.

Tras un beso cargado de pasión y anhelo, Severus se ve obligado a apartar a Iris, no por deseo propio, sino por la implacable presión de las circunstancias que lo rodean.

"Iris", murmura, su voz como un susurro cargado de peligro y deseo reprimido.

La confusión se refleja en los ojos de la joven, quien se ve confrontada por la repentina frialdad de quien hasta hace poco compartía sus más íntimos momentos. Sin embargo, su determinación no se ve eclipsada por el aura de oscuridad que emana de Snape.

"¿Por qué?", se atreve a preguntar, desafiante.

Severus, con su habitual desdén, le responde con la simpleza de quien no busca justificar sus actos ante nadie. Pero en sus ojos, ocultos tras un velo de indiferencia, se vislumbra el tormento de un alma atormentada por una lucha interna que amenaza con consumirlo por completo.

"Debes ir a tu habitación", murmura, su tono tan cortante como el filo de una daga.

Ella, sin embargo, se niega a ceder ante la voluntad de aquel hombre cuyo corazón parece haberse convertido en una fortaleza impenetrable. Con determinación, busca acercarse a él, buscando en sus oscuros ojos alguna señal de lo que yace oculto tras su fachada de indiferencia.

"Pero yo...", murmura, sus palabras apenas un susurro en la penumbra que los envuelve.

Severus la interrumpe, su paciencia llegando a su límite ante la persistencia de la joven.

"No se confunda, Bucks", gruñe, su voz como un eco distante de un pasado que se niega a ser olvidado. "No significa nada para mí".

Las palabras, afiladas como cuchillas, atraviesan el corazón de Iris, dejando a su paso una estela de dolor y decepción. Sin embargo, en su mirada se vislumbra un destello de determinación, como una llama que se niega a ser sofocada por la oscuridad que la rodea.

"Yo... quiero estar más tiempo contigo", declara con firmeza, tratando de buscar palabras adecuadas a lo que realmente sentía.

Severus, sin embargo, parece haber alcanzado su límite. Con un gesto de hastío, se aparte de ella con rapidez. "Ya me dió la excusa suficiente para dejar de tener "estos" encuentros." murmuró irritado y se giró hacia la puerta, acomodandose la levita de su cuello, que lo estaba empezando a asfixiar. "Vayase de inmediato, Bucks, no la quiero ver más"

La tensión entre ellos no había cedido ni un ápice desde aquel encuentro en la habitación. A pesar de que Iris había expresado su deseo de seguir viéndolo, de mantener viva la llama de su pasión clandestina, los días transcurrían sin que él diera señales de buscarla. Se había prometido mantenerse en su lugar, esperando a que él diera el primer paso. Después de todo, ella ya había dado el suyo al sincerarse, al someterse a su voluntad sin rebeldía, sin la insolencia que solía caracterizarla.

Observaba con detenimiento cada destello en los ojos de Snape, cada vez que él la sometía con su cruel indiferencia y ella, en un gesto de rendición, bajaba la cabeza. Sabía que aquello lo afectaba, que algo se removía en las profundidades de su ser. Se planteaba una meta retorcida: ¿lograría mantener al temido Severus Snape, el murciélago de las mazmorras, bajo su influencia? No era una tarea sencilla, y él lo demostraba cada vez que la miraba con su habitual frivolidad, sin inmutarse siquiera cuando sus miradas se cruzaban accidentalmente.Iris comprendía que no era probable que Snape la buscara pronto. Sabía que él era un hombre ocupado, que valoraba su soledad tanto como su reputación de implacable maestro de pociones. Sin embargo, una leve chispa de esperanza ardía en su pecho cada vez que lo sorprendía mirándola. Por sus gestos, sus actitudes, intuía que él quería poner fin a aquella situación... o tal vez no lo sabía.