Capítulo 29.

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No podía creer lo que Harriet me estaba diciendo. Gustav no pudo haber hecho una estupidez como esa.

—Sí, ya tenemos una parejita formada, ¿no son lindos? —preguntó ella.

—Tengo que hablar con Gustav, estoy completamente seguro de que tú me estas mintiendo.

—No, no te estoy mintiendo, ¿Por qué lo haría?

—Porque eres... una...

—¿Una que tonto? Yo no soy nada, y si no me crees llámalo y verás que tengo razón.

—Eso mismo haré.

—¡Perfecto! ¡Adiós!

—Adiós, ¡Y no llegues muy tarde! —le seguí gritando

—¡Está bien! ¡Cuídate! —utilizó el mismo tono que yo.

Colgó el teléfono y no pudo evitar reír. Harriet siempre encontraba la forma de hacerme reír, hasta en el momento menos pensado.

Como dije que iba a hacerlo, llamé a Gustav y lo llené de preguntas. Al final, lo que mi loca prima dijo era verdad. Uno de mis mejores amigos estaba de novio.

¿Entienden eso? Y es más, de novio con un angelito diabólico. Pobre de él, el mini-infierno que lo espera.

Al día siguiente, me levanté con tiempo de sobra para ducharme y desayunar. El maldito Lunes ya había llegado, y con él un nuevo comienzo de semana.

Salí de mi departamento y me estaba por prender un cigarrillo. Pero me detuve al recordarla.

—No vuelvan a fumar sin antes haber desayunado...

Como si ella estuviera por ahí, guardé el cigarrillo en la caja y me subí a mi moto para llegar al purgatorio, o sea a la Universidad. Divisé a mis amigos y me acerqué a ellos.

—¿Cómo están? —les pregunté.

—Mejor que tú —respondió Georg.

—¿Por qué? —lo miré sin entender.

—Por tu cara —me dijo Gustav— Tienes cara de estar muy perturbado...

—No, estoy bien. No tengo nada.

Aunque ellos tenían razón, ayer había estado demasiado preocupado y pensando demasiado en Marjorie. Tal vez yo no me sentía tan así, pero mi rostro demostraba lo contrario.

Divisamos como dos chicas llegaban a las risas. Eran Kamil y Harriet. Los ojos de Gustav se iluminaron y su cara de idiota apareció de inmediato. La diminuta de anteojos y ojos cafes se sonrojo un poco al verlo. ¡Oh Dios santo, esto era demasiado cursi!
Gustav se acercó a ella y la besó cortamente en los labios.

—Buen día, bonita —la saludó.

—Buenos días, bonito —le dijo dulce.

—¿Ya dejaron la cursilería? —les pregunté. Harriet rió divertida.

—Te mata la envidia —me dijo mi rubia prima.

—Si no sabes, estoy muriendo —dije irónico.

Todos rieron y comenzamos a caminar para entrar. Miré para mis costados y me faltaba la castaña. Me faltaba ella...

Llegamos al salón. Kamil se fue para su clase avanzada y nosotros cuatro entramos. Nos acomodamos y luego de unos minutos el profesor entró. El profesor de estadística era el hombre más sucio y ordinario que alguna vez yo haya visto en mi vida. De verdad era repugnante. La clase comenzó y traté de concentrar mi atención en otra cosa. No estaba Marjorie para molestarla, así que me quedaba Harriet para hacerlo. Pero no era lo mismo molestar a mi prima, que molestar a Marjorie.

Peligrosa obsesión | tom kaulitz.Where stories live. Discover now