"Padre nuestro,
Que estás en los cielos
Santificado sea tu nombre
Venga nosotros tu reino
Hágase, Señor, tu voluntad
En la tierra como en los Cielos
Danos hoy el pan de cada día
Perdona nuestras ofensas
así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
𝗡𝗢 𝗡𝗢𝗦 𝗗𝗘𝗝𝗘𝗦 𝗖𝗔𝗘𝗥 𝗘𝗡 𝗟𝗔 𝗧𝗘𝗡𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢𝗡Y líbranos del mal..."
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Era un esplendido día en la catedra.
El cielo despejado, los pájaros cantando, los huérfanos de aquí para allá, el obispo atendiendo sus rezos y él, como todos los domingos, se encontraba en el confesionario en la catedral luego de la misa.
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Husk no se quejaba del trabajo que tenía.
¿Honestamente? Era mejor que no hacer nada.
Sus padres desde muy joven le insistieron que ocupara su vida en algo productivo, así que desde la niñez asistió a seminarios, estudió teología y filosofía hasta el cansancio, hizo servicio diaconál y finalmente, terminó como sacerdote de un pueblo en el que sus habitantes ni siquiera sabían rezar.
Fue una tarea difícil en un principio.
Reacios, los pueblerinos lo trataban con indignidad y hacían todo lo posible para que se fuera.
Pero no podía, no si el Papa no lo ordenaba.
Hasta entonces tuvo que lidiar con ese problema él solo junto a su inexperiencia pero, lo logró.
Luego de meses de interminables labores sociales, humillaciones, insultos y miradas de rechazo, la gente del pueblo empezó a asistir a las misas con más regularidad y, paulatinamente, todo se volvió parte de la rutina.
Ahora eran fieles feligreses que asistían cada domingo a misa y luego, buscaban la reconciliación con Dios mediante el sacramento de la confesión.
Y aunque muchas veces no fueran cosas graves o de gran relevancia, no le molestaba. Pues solo él sabía la magia que surgía en el silencio sepulcral del extenso altar de la catedral al momento de que el pueblerino de turno se encuentre dejando una carga atrás; un peso menos sobre sus hombros.
Sin embargo, aún habían ciertos reacios que buscaban sacarle de quicio todas las veces que pudieran pero los ignoraba.
Solo él se sentía orgulloso de lo que era capaz de hacer y eso le bastaba.
Porque él era el recordatorio para todos aquellos desesperanzados que la misericordia de Dios era eterna.
Una tenue sonrisa se dibujó en su rostro al pensar que el día de hoy particularmente se le hacía un día muy... Agradable. Pues aunque no lo pareciera, estaba ansioso incluso.
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𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 𝗜𝗡 𝗧𝗛𝗘 𝗛𝗘𝗟𝗟
Fanfiction❛ No me gusta nadie 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿 que tú, ni siquiera 𝗗𝗶𝗼𝘀. Me arrastraría una milla en un lugar desolado con serpientes 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝘁𝗶. Oh, soy un 𝗮𝗻𝗶𝗺𝗮𝗹, un 𝗽𝗲𝗰𝗮𝗱𝗼𝗿, dame un tramadol, dame el jugo. Eres mi ciudadela, mi pozo de...